vitoria - Hace mucho que el ser humano descubrió que la mente es el más poderoso de los músculos, lo que permite hacer frente a retos aparentemente insuperables. Sin embargo, esta cara de la moneda también cuenta con su cruz. La que empuja a situaciones de absoluta parálisis -con sus inevitables y dolorosas consecuencias- cuando la cabeza no funciona como debiera. Y ese es precisamente uno de los principales peligros a los que se enfrenta el Kirolbet Baskonia en estos momentos.
Porque el combinado azulgrana necesita que su cerebro rinda al máximo de sus posibilidades para poder tener opciones de escapar del enorme agujero negro en el que está inmerso tras el inesperado y contundente tropiezo sufrido ante el Zaragoza. Más allá del evidente bajón baloncestístico que ha sufrido la escuadra de Zurbano y que le hizo parecer poco más que un juguete en manos de un adversario que estuvo muy por encima en todos los aspectos, lo más grave de su derrota es la aparente depresión en la que parecían sumidos todos los azulgranas. Un preocupante estado de ánimo que corre el riesgo de haber empeorado como consecuencia de la derrota encajada en el Buesa.
Un resultado que sitúa al Kirolbet a las puertas de la eliminación a las primeras de cambio y sin el más mínimo margen para nuevos errores. Si desea continuar vivo en la competición, el plantel de Velimir Perasovic sabe que está obligado a imponerse mañana a domicilio en el Príncipe Felipe y a volver a hacerlo el próximo miércoles en Zurbano. En caso contrario, disfrutará de unas dolorosas vacaciones anticipadas.
Y, para conseguirlo, el Baskonia necesita como primer paso reencontrarse con la identidad que parece haber extraviado en algún momento desde su eliminación a manos del CSKA en el Top 8 de la Euroliga. Con ello recobrará igualmente un mínimo de confianza que se antoja imprescindible para estar en condiciones de plantar cara a un Tecnyconta que ha olido ya la sangre de una presa inesperada y tratará por todos los medios de finiquitar la serie por la vía rápida.
Claro que como sucede con los agujeros negros, que atraen hacía su infinito interior a todo lo que se acerca a ellos, las dudas también son un peligroso imán de efectos negativos. En consecuencia, la escuadra azulgrana necesita encontrar la fórmula para blindarse de inmediato ante un hipotético repunte de la zozobra anímica.
Aunque, evidentemente, únicamente con eso no tendrá argumentos suficientes para lograr las dos victorias que precisa para avanzar a las semifinales. En lo baloncestítico, también está obligado a rubricar una recuperación exprés. Comenzando por resucitar a dos piezas importantes en las últimas semanas como Shields y Hilliard y que en el encuentro del jueves estuvieron completamente desconectados del parqué (de hecho incluso se les pudo ver de risas en el banquillo mientras el equipo se acercaba a la veintena de puntos de desventaja). Han demostrado que, activados, son desequilibrantes ante cualquier rival pero desgraciadamente también han exhibido demasiada facilidad para desaparecer.
Mucho margen de mejora tiene también el equipo en el rendimiento de los bases -claramente superados por los rivales- y en el juego interior, en el que solo Poirier se acercó a su nivel habitual.