en la Itzulia siempre hay que tener una etapa marcada”. La frase es de Omar Fraile, un ciclista certero, de esos que saben rematar cuando la carrera se pone favorable. Lo hizo en el Giro en 2017, el año pasado en el aeródromo de Mende, en su bautismo en el Tour de Francia, y solo unos pocos meses antes, en Eibar, donde por fin pudo estrenar su palmarés en la carrera de casa, su gran anhelo. Ayer, en Gorraiz, una de esas jornadas que había marcado en rojo, le sobró un toque a la maneta del freno, lo justo para evitar chocar en pleno esprint, para alcanzar la rueda del pícaro Julian Alaphilippe, el francés que el lunes aseguraba no conocer nada del final de la segunda etapa y que ayer, tras ganar, negaba haberlo dicho. “Yo no he dicho eso”, zanjó, lacónico, en la sala de prensa.
La prueba de sus palabras permanece intacta hasta en dos grabadoras distintas; lo que seguramente haya desaparecido para siempre habrá sido el audio que se escuchó por la radio del coche del Mitchelton cuando Adam Yates, el líder del equipo, pinchó en uno de los últimos tramos del sterrato. No resultaría un ejercicio de mucha imaginación recoger los gritos, nerviosos, que saldrían de boca del inglés, quien seguramente maldijo su suerte por un contratiempo que enterró sus opciones de victoria en la clasificación general. Hasta en dos ocasiones tuvo que cambiar de bici. A pesar del esfuerzo de sus compañeros por devolverle al grupo de los favoritos, en el que principalmente el Astana, y en menor medida el Sky, llevaron la voz cantante con un ritmo insostenible para gran parte del pelotón, Yates se dejó 1:12 y algunos segundos más de bonificaciones, con respecto a Alaphilippe.
Su objetivo será ahora pelear por ganar una etapa. El tiempo perdido ayer en Gorraiz puede ayudarle de cara a las dos últimas etapas, las que mejor se ajustan a sus condiciones, y también el buen estado de forma con el que ha afrontado la Itzulia tras ser segundo en la general de la Tirreno-Adriático y la Volta a Catalunya, carrera esta última en la que ganó en Valter 2000.
No lo tendrá fácil el inglés, pues en su misma situación se encuentran un puñado de corredores importantes del pelotón. Entre ellos, Mikel Landa, a quien una dura caída en la Challenge de Mallorca le ha impedido acumular tantos kilómetros de competición como le hubiese gustado y disputa la Vuelta al País Vasco con el final de Arrate como principal objetivo. Salvada la contrarreloj de Zumarraga algo alejado de los favoritos, aunque sin contratiempos en forma de caída, el mayor miedo del de Murgia, este no dudó en criticar el diseño de la etapa de ayer. “El sterrato era una mierda”. Fue claro y contundente Landa, quien pese a su queja, que de manera más comedida ya dejó caer el lunes, se mostró contento por las sensaciones. “Estoy contento. Ha sido un día nervioso y el equipo y yo hemos respondido”. Hoy, con la Itzulia finalizando cerca de su casa, asume que será difícil repetir la victoria de hace tres años en Garrastatxu: “Ya sé lo que es ganar en casa, pero no creo que se repita. Los dos días de Eibar serán claves. Hasta entonces, se tratará de no perder tiempo”.
SCHACHMANN, ENCANTADO Si Mikel Landa fue representante de la parte crítica del pelotón, en el lado opuesto se situó Maximiliam Schachmann, el líder de la carrera. “A mí me gustan este tipo de recorridos. Para mí no ha sido un gran problema que hubiera sterrato y me ha parecido una buena etapa. Es más, no me habría importado que hubiera más tramos así”, reconoció tras ser cuarto en la meta de Gorraiz y defender con uñas y dientes su liderato, para lo que incluso se permitió el lujo de disputar dos esprines especiales, en los que consiguió cuatro segundos que podrían ser muy valiosos de cara a la lucha que se avecina por el maillot amarillo. Como no hiciera Alaphilippe, el alemán sí acompañó sus palabras con hechos: “Estoy muy contento de poder mantener el liderato. De hecho, he hecho todo lo posible para defenderlo, disputando las bonificaciones de los esprines”.
El francés, por su parte, no pudo ocultar su alegría por haber cumplido con el objetivo con el que arrancó el lunes su participación en la Itzulia, que no era otro más que ganar una etapa. Con el de ayer son ya ocho los triunfos que ha logrado el galo en la presente temporada, lo que le sitúa como el corredor con más victorias en 2019. Además, su equipo, el Deceuninck-Quick-Step, igualó al Astana en la clasificación de conjuntos más laureados de lo que llevamos de año, con 21.
Aunque Alaphilippe tuvo que cambiar de bicicleta hasta en dos ocasiones por diversos problemas cuando apenas quedaban 15 kilómetros para el final de la etapa, apenas cedió tiempo y no tardó en reincorporarse al grupo de favoritos. Corrió mejor suerte que Adam Yates y festejó su tercer triunfo en la Vuelta al País Vasco tras los dos cosechados en la edición de 2018: “No esperaba una victoria, pero es cierto que la etapa me convenía y estaba motivado. Ha sido un día muy nervioso debido a los tramos de ‘sterrato’ y esa llegada que picaba hacia arriba. Además, me he visto con la necesidad de tener que cambiar de bici dos veces, aunque por suerte he podido recuperar mi posición”. Ambicioso, el francés no descarta nada. “Creo que estoy preparado para ganar el maillot el sábado, pero hay que ir trabajando día a día”