Después del partido del Alavés en el Wanda ocurrió una cosa que no suele ser muy habitual. En la entrevista en el campo a Manu García y José María Giménez ambos coincidieron en su lectura del encuentro. Los dos vinieron a decir que el resultado engañaba o que no reflejaba cómo había sido el desarrollo del duelo. La apreciación es esencialmente atinada pero nos introduce en ese meta-análisis etéreo del fútbol explicado como una cuestión de merecimientos, voluntades y apreciaciones subjetivas. Aunque el fútbol está abierto a muchas interpretaciones, al final tendemos a veces a obviar que esto es mucho más empírico que todo eso. Mientras sea fútbol seguirá ganando el que más goles marque.
El Atlético de Madrid metió tres y el Alavés ninguno. Por mucha incertidumbre que siempre albergue un 1-0, por más que el Glorioso tuvo llegadas y finalizó jugadas, por más que el esfuerzo del equipo de Abelardo, de menos a más, fue notable, la diferencia en el marcador terminó siendo de tres tantos. Quiero que quede claro que esto en ningún momento pretende ni acercarse a criticar nada de lo que hizo el Alavés en el Wanda, pero sí que creo que hemos llegado a un punto que es necesario en el fútbol reivindicar el gol. Todo en este juego viene condicionado porque el balón entre en la portería. Sin irnos del partido contra el Atlético, todo se puede vertebrar en torno al tanto de Kalinic. El equipo del Cholo salió mejor que el Alavés, generó ciertas ocasiones y llegadas y finalmente se adelantó gracias al gol del croata tras un centro indefendible. El comportamiento de los de Simeone en ventaja normalmente es similar. Replegar, conceder metros al rival y basar su plan de juego, avalado por el gol, en su sólido entramado defensivo y la especialidad de sus centrales para neutralizar el tipo de juego al que te empuja, con más concesiones para los centros laterales, y la velocidad de hombres rápidos como Griezmann, Correa o Costa. Es posible que en muchas ocasiones el equipo del Cholo especule de más y es ciertamente entendible que haya quien piensa que podría jugar de otra manera, pero este es su modelo de juego y está validado por los resultados. Y en esas creció el Alavés, cogiendo lo que le daba el Atlético pero también atacando con paciencia y generando situaciones buenas. Pero no marcó gol. Tuvo una muy clara Bastón tras una buena jugada, similar en cierta manera a la que generó el gol rival. Pero no la aprovechó y esa es la única realidad, rematada por los dos goles postreros del equipo del pueblo.
Todos hemos utilizado conceptos como el de los resultados engañosos alguna vez, y repito que en días como el sábado es una teoría plausible. Pero el marcador es el que es. Tuvo algunos lugares comunes la final de la Libertadores, evento irrepetible del domingo en el Bernabéu, quizás con los papeles cambiados. Se adelantó Boca, el equipo menos talentoso de los dos y peor dirigido, y a River le tocó tomar el papel que un día antes había ejercido el Alavés en el Wanda. Respondió el equipo de Gallardo, interesantísimo entrenador, con un ejercicio de personalidad y fútbol que fue ganando cada metro a Boca, sin capacidad de salida tras la marcha de Benedetto. River las creó y las marcó y no se habló de resultado engañoso. Se llevó la Libertadores el equipo que más lo busco y el que más forzado estuvo a hacerlo, especialmente desde el gol xeneize. Le dio vuelta, por ejemplo, porque Quintero tuvo la inspiración y genialidad que le faltó a Ibai para aprovechar una falta propicia o porque Pratto culminó una excelente jugada tipo la que terminó en el remate desviado de Bastón con todo a placer tras sorprender a los centrales rivales. ¿Qué hubiera pasado si el Alavés lo empata con veinte minutos por jugarse? ¿Hubiera resistido después la presumible acometida del Atlético? ¿Hubieran sido los rojiblancos capaces de volver a ponerse en modo primera parte y conseguir de nuevo desarbolar a un equipo que hubiera vuelto a defender más cerca de su portería? Todo eso forma parte de la ficción o de ese relato paralelo al fútbol en el que encuentran cobijo los resultados engañosos y muchas cosas más. “Si este partido se repite 100 veces lo gana fulanito 99”. No, oiga. Si este partido se repite 100 veces, al tercero ya daría igual porque nadie lo vería.