Escuché a la gente: Queremos Zlatan; entonces yo les di Zlatan”. Firmado, Zlatan Ibrahimovic, “un león, no soy humano”. Este animal sabe cómo generar impacto.

31 de marzo de 2018, idilio para la historia de la Major League Soccer; California es la jungla, el recreo para depredadores; la ramificación de la Conferencia Oeste sirve el duelo Los Angeles Galaxy-Los Angeles Football Club, se celebra el único derbi que ofrece la máxima división del fútbol en Estados Unidos; el StabHub Center luce lleno hasta la bandera: 27.000 almas ávidas del fútbol que va conquistando almas al otro lado del charco atlántico, en la zona nórdica del continente, paradigma de la globalización y sin embargo territorio semivirgen para el deporte rey, aún por explotar. Hoy por hoy todavía destino de mercenarios. La identidad y el talento se importan. La producción local no alcanza para colmar las expectativas que se sacian con dólares.

Los dos equipos comparten terreno de juego, pero Los Angeles Galaxy viste de local. La parroquia de casa, por tanto, se muestra desalentada. 1-3 es la proyección del marcador. Los Galácticos, llamados a disputar el título de la MLS -es el club más laureado con cinco ligas-, se dirigen al cadalso.

Entonces aparece en escena un tío que dice de sí mismo: “Soy como Benjamin Button: nací viejo y moriré joven”. Debuta en EEUU con 36 años, con solo un entrenamiento inmerso entre sus nuevos compañeros, sin jugar un partido desde el pasado diciembre. El minutero marca el 71 de juego. Ibrahimovic se incorpora al campo desde el banquillo. En 20 minutos... Ibracadabra... El luminoso dibuja un 4-3. Final del partido. Estalla el fervor. La Ibramanía invade California.

El gigante de Malmö firma una tarjeta de dos goles, el tercero y el cuarto para la cuenta de los Galaxy. El tercero, en el 77, es como Willy Fog, da la vuelta al mundo, pero en cuestión de minutos. Se viraliza. Un insospechado disparo de volea desde unos 35 metros que traza una parábola que bombardea la portería. El cuarto es un testarazo en el 91 cuya virtud es la anticipación. Dictamina la remontada. 4-3. “Escuché a la gente: Queremos Zlatan; entonces yo les di Zlatan”. Simplemente. Agradecido.

“querida los Ángeles, de nada” Ibrahimovic es uno de esos componentes que atesora el fútbol que recuerdan que el deporte es espectáculo. Es un showman, una fuente inagotable de titulares, la eterna noticia. Si no nace en sus botas, recurre al ingenio. Cuando aterrizó en California anunció su llegada comprando una página del periódico Los Angeles Times. Un espacio sobrio, en blanco, en el que solo se podía leer: “Querida Los Ángeles, de nada”. Debajo remataba el anuncio su autógrafo.

Yo, Zlatan, es el título de su autobiografía. Ibrahimovic es narcisismo, es egolatría, pero llevado con simpatía. Se eleva sobre los humanos. Se viste de ser todopoderoso. Viene de cuna. Su nombre -es hijo de padre bosnio y de madre croata- se traduce como Chico de Oro en bosnio, nación que rechazó sus servicios futbolísticos cuando contaba con 17 primaveras, cuando progresaba en el taekwondo hasta ceñirse el cinturón negro, porque este fue su primer amor, solapado a la pesca, y hablando de ella describe su personalidad: “Me interesan los peces grandes, los pequeños nada de nada. Soy así, solo me interesan las grandes cosas”.

Ibra es un grande. He aquí algunos de sus logros: primero en jugar con siete equipos distintos la Champions League, primero en marcar para seis equipos diferentes en la máxima competición europea, máximo goleador de la selección sueca (62 goles), uno de los ocho futbolistas que han ganado ligas en cuatro países diferentes, ha sumado al menos un título en cada temporada desde 2001, ha conquistado 13 de las 15 ligas que ha disputado fuera de su Suecia natal... Una retahíla de envidiables registros.

Debutar con gol es costumbre para Ibra. Ha marcado en su estreno en siete (Malmö, Inter, Juventus, Barcelona, PSG, Manchester United y LA Galaxy) de los nueve equipos (completan su currículo Ajax y Milan) en los que ha militado. Precisamente para recalar en los Galaxy asumió una reducción salarial que va desde los casi 22 millones de euros hasta el 1,5. Una mala noticia para su agente, Mino Raiola, que decía: “Mis hijos crecen y necesitarán más dinero, o sea que Zlatan deberá jugar hasta los 40”. Por el bien de Raiola, la MLS y el espectáculo, como entonaba Queen, el show debe continuar. Eso sí, en la escena de clubes, porque “un Mundial sin mí no vale la pena verlo, así que no hace falta esperar a que llegue”. Dice que donde va, se alza rey. Ahora son Los Ángeles de Zlatan.