Duración: 1 horas y 17 minutos.
MUGURUZAV. WILLIAMS
71%Primer servicio71%
1Puntos directos de saque3
2Dobles faltas5
11Errores no forzados25
77%Puntos ganados primer servicio61%
50%Puntos ganados segundo servicio33%
14Puntos ganadores17
47%Puntos ganados al resto31%
4/7Roturas conseguidas0/3
6/10Puntos en la red6/13
168Servicio más rápido (Km/h)183
156Media primer servicio (Km/h)168
132Media segundo servicio (Km/h)148
67Puntos totales50
LONDRES - Garbiñe Muguruza está donde le anunció Serena Williams hace dos años. “No llores porque algún día vas a ganar aquí”, le dijo la estadounidense después de derrotarla en su primera final de Grand Slam. Dos años después la vasco-venezolana abrazó el elegante plato de Wimbledon con la mejor de sus sonrisas. Lo que quizás no esperaba Serena es que Muguruza ganara en la hierba londinense a costa de su hermana Venus, una de las leyendas del All England Club donde llevaba hasta ayer un 84% de victorias. Pero la de Caracas sacó su lado más competitivo y se apoyó en su experiencia en finales, corta aunque suficiente, para inclinar la final de su lado. Después de salvar dos bolas de set con su servicio con 4-5 con contra, Garbiñe Muguruza llenó su depósito mental y esprintó hacia la gloria sin que la californiana pudiera frenarla. Venus sí pareció entonces una jugadora de 37 años, lenta e imprecisa, que empezó a acumular errores a medida que Muguruza la movía de lado a lado.
Con el techo de la Pista Central del All England Club cerrada por la fina lluvia que caía sobre Londres, la final comenzó con las dos jugadoras mandando con su servicio, que se antojaba una de las claves. Los porcentajes de acierto eran muy altos y los puntos, cortos. Muguruza no lograba alargar los peloteos y cargaba con la presión de tener que sacar para mantener la igualdad. Ella tuvo que salvar la primera bola de ruptura en el sexto juego. Luego, no pudo adelantarse cuando Venus Williams cometió tres dobles faltas. Pero el momento de inflexión de la final estuvo en el décimo juego cuando la de Caracas salvó dos bolas de set con cuatro puntos de mucho temple y valentía en sus tiros.
Muguruza empezó a decantar la balanza de su lado cuando logró a calibrar sus tiros, tanto a la hora de defender como cuando pasaba al ataque. Su servicio, que no cedió en todo el partido, fue un agarradero constante y eso le fue dando alas para lanzarse a tumba abierta. Solo cometió once errores no forzados, otro detalle del juego que la ha elevado en este Wimbledon. Con el primer set en su mano, la de Caracas puso una montaña delante de Venus Williams. Más aún cuando la estadounidense cedió el primer juego del segundo set con una doble falta.
A partir de ahí, la mayor de las hermanas quizás dejó de creer en sus opciones y empezó a desesperarse porque Muguruza fallaba ya muy poco, aguantaba todos los envites de Venus, que impaciente buscaba la red a lo loco y encontraba todos los espacios en una pista que se le había hecho muy grande de pura confianza. La campeona de Roland Garros de 2016 había encontrado de nuevo una autopista y avanzó hacia su primer título de Wimbledon con nueve juegos seguidos y un 6-0 en el segundo set que no suele ser habitual en una final de Grand Slam.
A la tercera bola de partido y después de que el ojo de halcón le diera la razón en una pelota larga de Williams, se arrodilló como campeona. Desde ese décimo juego del primer set la superioridad de Garbiñe Muguruza fue incontestable y eso se reflejó en el marcador de un partido para la historia. Porque la vasco-venezolana es la primera jugadora que gana a las dos hermanas Williams en una final de Grand Slam y la primera que derrota a Venus en una final que no sea Serena. La derrotada de ayer tendrá que esperar a otra oportunidad para ser la más veterana ganadora de un Grand Slam.
cuarto título Para Muguruza, es el cuarto título de su carrera y dos de ellos son de Grand Slam, lo que da idea de su mentalidad: Hobart, Pekín, Roland Garros y Wimbledon. De ella no se puede esperar la constancia de Rafa Nadal, ese espíritu estajanovista y resistente para estar presente en todos los torneos, sino estos momentos geniales, mágicos, que se producen cuando en su juego confluyen corazón, cabeza y piernas y convierten su tenis en una maquinaria de precisión.
Que Muguruza no gane siempre o casi, como muchos esperan cada vez que sale a una pista, no quita para que su capacidad de trabajo sea alta y haya sabido adaptar su cuerpo y sus hábitos a la gran exigencia del deporte de élite. Con el triunfo de ayer la discípula de Sam Sumyk, a quien también debe corresponderla una parte del éxito, regresará al quinto puesto de la WTA y recuperará la plaza entre las diez mejores del mundo que había perdido después de no haber podido defender su título en Roland Garros. De paso, se meterá entre las tres mejores del año y encarrilará su clasificación por tercer año seguido para las Finales WTA de Singapur. Antes, de nuevo se esperará de ella lo mejor en el Abierto de Estados Unidos, el único Grand Slam en el que Muguruza no ha conseguido llegar a cuartos de final.