ASSEN (HOLANDA) - Para los de Tavullia, para los italianos, para los europeos, para los ciudadanos del mundo, para los románticos, para los nostálgicos, para los emocionables, para los amantes de las carreras, para la historia... Valentino Rossi, siempre presente, regaló para quien la quiera una oda al pilotaje. Una gran obra maestra facturada en el Gran Premio de los Países Bajos. Una belleza, tanto en apariencia como en complejidad. Y es que Il Dottore volvió a ganar poco más de un año después y lo hizo como si hubiera vencido dos carreras en una misma. Porque cuando aparentemente tenía la victoria en el bolsillo restando aún ocho vueltas por delante, la lluvia regó Assen y obligó al italiano a esmerarse de nuevo para retener un triunfo que se complicó con invitados de excepción como Danilo Petrucci, que disputó hasta el último suspiro una conquista que se decidió por solamente 63 milésimas en favor de un espléndido Rossi, el Rossi que sigue siendo. Omnipresente. Eterno a sus 38 febreros. Casi 21 años han transcurrido ya desde su primer entorchado en el Mundial de Motociclismo.
El nonacampeón mundial acaparó el liderato a 15 vueltas del final. Hasta entonces, Johann Zarco había impulsado la carrera. El poleman francés instaló un ritmo en el grupo de cabeza que cercenó al pelotón. Dejó a cuatro pilotos aislados como candidatos a la victoria: Zarco, Rossi, Márquez y Petrucci. Una vez establecida la criba inicial, Rossi pasó a la acción. Se habían consumido 11 giros con Zarco al mando cuando el italiano saltó al protagonismo. Rebasó al francés, con quien incluso llegó a impactar. Moto contra moto. Lance de carrera. Pero lo que sucedió una vuelta más tarde condicionó a todos. Modificó el contexto. Maverick Viñales, que venía escalando desde la undécima pintura de la parrilla de salida hasta el quinto puesto, trataba de conectar con el cuarteto de cabeza cuando en una chicane perdió el tren delantero. Su caída aparcó las hostilidades. Era una jornada en la que puntuar era de obligado cumplimiento para quienes desean aspirar al título de MotoGP. El arrastrón de Viñales trajo la calma, la prudencia general. Al menos un rato.
De esa templanza se benefició Rossi, que hizo mella con su ímpetu. Abrió brecha en un circuito que prima el talento. Una Catedral del motociclismo que impulsa las dotes del piloto por encima de las facultades de la máquina, donde las entradas y salidas de los ángulos y los pasos por curva son cruciales. Luce la clase. Con casi un tercio de prueba por disputarse, el italiano, fugado, acariciaba el triunfo. Fue entonces cuando el caprichoso destino quiso bañar Assen. A ocho vueltas de ver la meta, ondeó la bandera blanca que daba paso a los posibles cambios de moto en boxes. Flag to flag. De pronto, el grupo de cuatro se hizo de seis. Se unieron a la fiesta Dovizioso y Crutchlow, que conectaron con los más destacados a base de imprimir riesgo a sus actuaciones. Entonces se dieron una sucesión de vibrantes adelantamientos que hacían augurar alguna baja involuntaria. Al abrirse el abanico de candidatos brotaron las ansias de gloria. Los intercambios de posiciones se alojaron como rutina; si bien, Rossi conservó el liderato. Mientras, Zarco, cuyo rendimiento se fue apagando, vio que se le escapaba la posible victoria y visitó el garaje para montar la moto de agua. Como no llovió tanto ni hubo un gran número de paradas, su papel quedó hipotecado. Acabó 14º. La cosa era de cinco: Rossi, Petrucci, Márquez, Dovizioso y Crutchlow.
petrucci puja; márquez cesa Il Dottore encontró un tesoro en las necesidades ajenas. Encontró alianzas en aquellos que menos tenían que perder un día como el de ayer, o sea en Petrucci o Crutchlow. Los adelantamientos que se sucedían a su rueda le protegieron de amenazas. Solo Petrucci fue capaz de intimidarle. De hecho, el compatriota de Rossi, con una Ducati vestida de satélite pero con entrañas de oficial, llegó a cazar la punta de la carrera. Pero inmediatamente Rossi impuso su autoridad para rescatar la privilegiada posición. Cierto es que Il Dottore también se vio beneficiado por el cepo que fueron para Petrucci los pilotos doblados. Le estorbaron en la pugna definitiva y quién sabe si decidieron al ganador. El único piloto del quinteto de vanguardia que dio sensación de guardarse algo de potencial para eludir una caída fue Márquez, que ha madurado y ahora sabe lo que es reprimirse en pro del campeonato. Con la caída de Viñales, había que sumar. Y debido a esa preocupación, la clasificación general del campeonato se ha encogido y ha encumbrado a un nuevo líder, Andrea Dovizioso, quinto ayer, pero inteligente por no besar el asfalto. Márquez, entretanto, fue tercero y se afinca a 11 puntos de Dovi.