IMARKOAIN - Rodeado de chavales, Juan Martínez de Irujo trata de apurar las últimas semanas de curso regular de ElkarPelota, la escuela de tecnificación que puso en marcha junto a Fernando Goñi, Patxi Eugi y Peio Martínez de Eulate. El de Ibero recibe a DNA en el frontón de Imarkoain tras su agur a la pelota a mano profesional. Mientras, los pelotaris se fajan en la cancha y él no pierde ojo.

Han pasado unas semanas desde que anunció en rueda de prensa que no podía volver a jugar a pelota a mano. ¿Cómo se encuentra?

-Estoy más tranquilo. Ya conoce todo el mundo la noticia y me he quitado un peso de encima. Todavía, internamente, estoy asimilándolo.

¿Cómo gestiona estas semanas, en las que ha vuelto al candelero?

-Ahora hago las entrevistas hasta más a gusto que cuando estaba en activo. En esa época, te encuentras centrado en los partidos, en los entrenamientos y en el día a día y, ahora, con menos ocupaciones, hago estas cosas con más tranquilidad. Respecto a la gente, todo el mundo me está dando mucho cariño. No me esperaba tanto.

Siempre que conseguía algún título se le preguntaba sobre si pensaba que estaba haciendo historia. Generalmente, contestaba que cuando llegara el momento pensaría en ello. ¿Toca mirar atrás?

-No. Todo el mundo me dice que tengo que estar orgulloso de la carrera que he hecho y de lo que he conseguido en el frontón, pero eso no me va a dar de comer. Los títulos están ahí y los he conseguido a base de trabajo diario. Siempre lo he dado todo. Es bonito tener ese palmarés y estoy satisfecho con esta carrera corta.

Trece años jugando...

-Se me ha frenado la carrera por una lesión, pero creo que podía haber jugado unos años más.

Por supuesto, es negativo retirarse por una cardiopatía, pero, quizás, el aspecto positivo es que se la hayan detectado y pueda controlarla, ¿no?

-Cuando tienes una enfermedad, no hay nada positivo. Está detectado y me han dicho qué pautas tengo que seguir. Eso es lo más importante. Más allá del deporte está mi vida. Espero adaptarme a ello.

¿Cómo ha vivido todo este proceso la gente de su alrededor?

-Cuando se enteraron de lo que iba a suceder, no fue plato de buen gusto para ellos. Creo que si me vieron aliviado después del anuncio, ellos también se sintieron así. Es como cuando ves a un amigo que está fastidiado y lo sientes. Saber que para mí la pelota era lo más importante y que no iba a volver a jugar fue un chasco.

Se vio acompañado por mucha gente en el Labrit.

-Fueron a apoyarme cerca de quinientas personas. Levantaba la mirada y había mucha gente y muchos conocidos. Les miraba y sabía que estaba en casa.

¿Cómo ha sido este último año?

-Ha sido muy malo. Cuando salta la primera alarma y después te dicen lo que tienes, no lo quieres creer. Tomé una segunda, una tercera y una cuarta opinión y todas vinieron a decir algo similar. No lo quieres asimilar. No te quieres rendir. Había ratos en los que pensaba que no iba a poder jugar más. Por otro lado, en otras ocasiones se me pasaba por la cabeza que podría superarlo. Ha sido un año malo para todos.

Ha intentado exprimir al máximo sus opciones.

-Eso es. He tenido la suerte de estar rodeado de los mejores especialistas a todos los niveles.

¿Da miedo esta nueva vida que se despliega ante usted?

-Por supuesto. Esto acaba de empezar. Llevo apenas unas semanas y por ahora todo son cosas bonitas. Tenía ganas de empezar a trabajar en ElkarPelota, porque al estar de baja no podía venir a entrenar. Ahora, me toca adaptarme. Lo que quiero este verano es disfrutar de la familia, sabiendo que ya no soy pelotari. Toca amoldarme. Veremos si sale algo o no.

Uno es pelotari siempre.

-Eso sí. Uno nace y muere pelotari. Uno puede dejar de vestirse de blanco, pero nunca se deja de ser pelotari.

La mayoría coinciden ello.

-Ya habrá alguno que no le guste, pero para el 98% el frontón es lo que más nos llena. Hemos pasado la vida entre estas paredes.

¡Ya habrá metido horas en la cancha!

-Bastantes más que estudiando, por desgracia (risas). Mal no ha ido, pero, si no me llega a ir tan bien, no hubiera tenido una preparación grande para trabajar.

¿Con qué fotograma se queda de estos trece años?

-Ahora mismo, que sé que no voy a jugar más, me quedo con los momentos buenos y con los malos. Con todos. Los instantes en los que disfrutas vienen de otros en los que no los pasas tan bien. Si tengo que quedarme con algo sería con el apoyo de la gente cuando han venido malas.

Ha sido un delantero sufridor, con un umbral del dolor muy alto.

-Todos los deportistas, o la mayoría. Pocas veces sales al cien por cien a la cancha.

¿Y si tuviera que recordar un partido?

-El 22-1 a Aimar Olaizola en el Manomanista -fue en 2004, un 9 de mayo en el Ogueta-. Sin lugar a dudas. Fue mi primer mano a mano. Menos mi primer saque, me salió todo bien.

Un duelo mágico.

-Por todo, además. Fue el segundo partido de semifinales de la liguilla del Manomanista, contra Olaizola II y no hice ningún fallo. Es un partido para poner de vez en cuando, aunque no lo he vuelto a ver. Creo que la cinta estará en casa, porque me lo grababan todo.

Es el momento de hacer balance y poner una nota a su carrera.

-Estoy contento con lo que he hecho y con lo que me he esforzado por conseguir llegar hasta este punto. Los títulos están bien, eso está claro, y tengo trece txapelas, que no es moco de pavo, pero la nota me la tienen que dar los otros. Conmigo mismo estoy tranquilo.

Muchos firmarían la mitad de títulos?

-¡Y yo si vuelvo a nacer! Si regresara, me conformaría con una txapela solo. Cuando te subes al podio, ahí arriba, te sientes increíble, a gusto. Es una sensación inexplicable.

En una entrevista comentó que si naciera ocho veces, en todas sería pelotari.

-Sin duda. Sin pensarlo. Es el lugar en el que más feliz me siento. Quizás puede ser una obsesión, pero todos los que jugamos lo sentimos así. La pelota a mano es un deporte muy duro, porque hay que golpear con la mano una piedra y, o te gusta, o lo dejas. Más aún siendo de un pueblo pequeño, en el que ni siquiera había escuela de pelota.

Su llegada al campo profesional fue tardía, porque no tenía demasiadas oportunidades en los torneos privados aficionados.

-No tenía padrino. Entonces, los torneos funcionaban a dedo. Son épocas que ya pasaron, pero que me vinieron bien para sacarme las castañas del fuego y esforzarme aún más en cada entrenamiento. Estoy contento, porque a todos los sitios de los que me han llamado he ido a darlo todo. Iba con mi estilo de juego y a veces salía y a veces, no. Al fallar, hay ocasiones en las que no gustaba y no me llamaban.

Se habla de su carácter, pero le ha dado más de lo que le ha quitado.

-Yo, si veía una jugada en la cancha, no tenía miedo a fallar. Lo intentaba. Era mi modo de jugar. Muchos me dicen que si hubiera tenido otra cabeza, habría ganado menos. Seguro que si hubiera pensado distinto, no me la habría jugado. Hay que estar en el momento y el lugar. Me pasa a mí también, desde fuera lo veo más fácil.

¿Ha visto muchos festivales durante este tiempo?

-He ido con Joseba Ezkurdia de botillero, porque es un amigo, pero prefiero ir a entrenamientos que a partidos. Todavía me pica un poco. En el Parejas he visto algún partido puntual. No he seguido mucho la pelota profesional.

Poco a poco se va apagando una generación increíble, ¿no cree?

-Es ley de vida. Nadie es eterno. Se le está dando demasiada coba a eso. Es normal. Yo tengo 35 años, Aimar tiene 37, Oinatz, 32? Para aguantar hace falta mucho carrete. Olaizola II, con la clase que tiene, estará ahí. Hay veces que parece que le quieren jubilar, pero hay que tener cuidado con él.

Ha habido una categoría increíble de pelotaris.

-Nos hemos hecho mejores los unos a los otros. Contra manistas de esa talla, más te tienes que preparar y exprimir. Xala, Gonzalez, Bengoetxea VI, Aimar, Titín III, Pablito, Eugi? Contra estos había que salir a darlo todo. Con esta rivalidad hemos ganado todos: las empresas, los pelotaris y el público.

¿Y las nuevas generaciones?

-Las veo bien. Están destacando desde muy jóvenes. Altuna es un artista. Irribarria y Rezusta son unos atletas con una pegada impresionante. Para mí, la pelota está viva.

¿Irribarria le suelta más que usted?

-Sí, sí. Sobre todo, en momentos como el del año pasado, en los que está con toque. Ahí, es único. Parece que tiene una pala.

El carácter de Iker, su forma de ser valiente, ¿le recuerda a usted?

-No. Yo iba a todos los partidos acojonado. Él, no. Yo iba con un respeto tremendo a todos los rivales. A Iker le veo más tranquilo y más confianza en sí mismo de la que tenía yo.

Tiene la mirada puesta en el proyecto de ElkarPelota, que echó a andar junto a Patxi Eugi, Fernando Goñi y Peio Martínez de Eulate.

-Cuando empezamos con este proyecto, estaban bajando las licencias. En Nafarroa cada vez jugaban menos chavales. Entre todos, poniendo nuestro granito de arena, estamos trabajando un poco por nuestro deporte.

¿Cuántos chavales tienen?

-Alrededor de cincuenta durante todo el año, pero normalmente hacemos muchas actividades puntuales durante el curso. En verano hacemos unos campus en los que meteremos 120 pelotaris; también hacemos jornadas de puertas abiertas, en los que conseguimos meter a cien personas en el Labrit; hacemos obra social por los barrios y pasamos por colectivos que lo solicitan? Un poco de todo.

¿Quieren devolver a la pelota lo que les ha dado?

-Claro. Aquí respiramos pelota al cien por cien. Trabajamos todos para la pelota y ese es el objetivo.

¿Cómo se ve como entrenador?

-Me gusta estar con los chavales. Además, todos los que vienen aquí quieren jugar porque ellos lo han decidido. El año pasado nos sacamos el título de entrenadores y lo hacemos muy a gusto.

¿Le choca dar el paso del profesionalismo a la enseñanza?

-No, porque me gusta. Siempre trato de aprender. Cuando estoy con Jokin Etxaniz siempre le escucho porque trato de aprender cómo entrena y como enseña la técnica. Al final, la pelota es lo que me gusta. Si lo que me apasiona hubiera sido la ingeniería, igual habría tenido dos carreras (risas). Yo quiero aportar lo que sé.

¿La puerta está abierta para seguir en la mano profesional?

-Sí. Aceptar al cien por cien que no voy a volver a vestirme de blanco, me va a costar. Es un giro de 180 grados. Me gusta la pelota y, cómo no, me gusta la mejor.

Si le llaman para un trabajo desde las empresas?

-Depende de lo que me ofrezcan. No voy a negar que si me gustara lo que me ofrecen, estaría encantado de ayudar. Siempre para ayudar.

Mire hacia atrás y recuerde al Juan que estaba en el frontón de Ibero y vea todo lo que ha conseguido: txapelas, éxito, gente que le quiere? ¿Qué se le pasa por la cabeza?

-Que soy un privilegiado: primero, por hacer lo que me gusta; segundo, por vivir de lo que me gusta y, tercero, por ganar. Más no se puede pedir. He tenido que currar, que trabajar y he tenido un gran apoyo de los de mi alrededor, que sin ellos no lo hubiera conseguido. A ver si en la próxima vida me encuentro un frontón por el camino.

Es un hombre agradecido.

-Cuando lo pasas mal, se pasa muy mal. Hay gente que me ha ayudado mucho y lo agradezco. Lo que he sentido este último año no lo había sentido en los otros 34 anteriores.