BILBAO - El Manomanista es el alfa y el omega. Es el todo. El Manomanista es la llave a un curso de colorado, en el que todos los focos están puestos en el mismo pelotari. Iker Irribarria y Oinatz Bengoetxea ya lo han notado en sus carnes. Los dos vivieron situaciones muy parecidas, aunque, quizás, la del aramarra, campeón en curso, fue más especial y sorpresiva. Aun así, hubo extrañeza en dos victorias separadas por ocho años de diferencia y similitudes. El desempate se produce hoy en el frontón Bizkaia de Bilbao, a partir de las 17.00 horas.

El guipuzcoano y el navarro impulsaron los triunfos de 2016 y 2008, respectivamente, en la efectividad del sotamano, que cada uno utiliza como un arma de distinto pulso. Para el zurdo es una manera de abrir brecha natural y potente. “No recuerdo a nadie con un sotamano de izquierda tan potente”, confiesa Oinatz, quien recurre a ese golpe con la intención de meter velocidad al juego y, así, tratar de atropellar a los rivales. Dos versiones muy diferentes de una misma acción.

También se encargaron de tumbar por el camino a campeones. El leitzarra se deshizo de Olaizola II y Barriola; Irribarria también superó a Aimar, al propio Bengoetxea VI y a Urrutikoetxea. Dos caras de una moneda, que se crecen en momentos de brega y exigencia. Dos almas volcánicas.

Ocurre que en la explosión de uno y otro entraron en liza factores que se destacan en el ADN de cada pelotari y que suponen una hoja de ruta fija en el asalto a cualquier partido. El encanto de Irribarria residió en un golpe especial, imponente, que se le destapó muy pronto. Su ascenso, desde entonces, ha sido imparable, aunque en las distancias cortas sufre. El de Bengoetxea VI reside en el enredo y en la facilidad para no claudicar. La rendición nunca es una opción.

Así las cosas, en el caso de Irribarria, después de ganar el colorado ante Mikel Urrutikoetxea en mayo de 2016, Aspe volcó todos sus intereses en él, dándole rol de estrella en una empresa necesitada por la baja indefinida de Juan Martínez de Irujo. El gerriko rojo y la txapela se transformaron en una responsabilidad importante y en un gran traqueteo de partidos veraniegos que no había vivido en sus carnes. “Lo pasé mal esos meses”, define el zurdo de Arama. Y, con la velocidad, el Cuatro y Medio se le vino encima y los focos le quemaron la espalda. Las cosas no salieron del modo que esperaba y no tuvo la oportunidad de lucir. La imposibilidad de romper el partido con su martillo secuestró su imaginación en la jaula.

El Parejas como campeón le llegó mejor y la empresa le ayudó, situándole con el mejor guardaespaldas de su empresa, Beñat Rezusta, en un guion marcado por el músculo y la superioridad sobre todos los rivales. Junto al bergararra, Irribarria se llevó su segunda txapela profesional.

En el presente Manomanista, la buena ola del Parejas no alumbró al pegador absoluto del curso pasado. Aun así, superó fácil a Iñaki Artola en cuartos. No obstante, tuvo que sufrir de lo lindo ante Rezusta, que le puso las cosas muy complicadas en semifinales. Iker observa la eliminatoria como un “examen” que superó con sufrimiento y problemas. El látigo no abre tantas distancias, pero el crecimiento es claro en otras lides: el trabajo y la capacidad defensiva de aire.

Enfrente, Oinatz Bengoetxea, en el perpetuo arte del sainete en los cuadros alegres, electricidad de movimientos y espectáculo a raudales, está viviendo su particular año de oro a los 32 años y después de muchos disparos en el ala. Sobre todo, tras un verano para olvidar en el que Asegarce no contó demasiado con él. La victoria en el Cuatro y Medio depositó la Triple Corona en sus vitrinas y las finales del Parejas y del Manomanista redondean la jugada de una temporada prácticamente perfecta.

De nuevo, el navarro asume su confianza como principal arma para las citas, en las actúa como péndulo del partido. Oinatz es metrónomo e impone con su juego de aire, no tan largo como el de su rival de hoy, un ritmo frenético, en el que se encuentra de cara por sus virtudes de pelotari de plaza. Bengoetxea ha encontrado la regularidad fuera de la pelota más industrial, marcada por la llegada de nuevos aires a la mano profesional, marcados por pelotaris explosivos y de fortaleza física destacada. Oinatz es otra historia, si bien posee una rapidez increíble en distancias cortas y una capacidad de reacción muy veloz, en su ADN se encuentran la lámpara de los efectos y la virtud del camaleón, que le hace adaptarse al envite.

Duelo de estilos Con todo, la final del Manomanista vibrará con la pelea de dos estilos de juego, que, en la elección de material, el pizpireto navarro calificó como “un David contra Goliat”. Él, claro, es el primero y, según cuenta la historia, el vencedor.

Irribarria dispondrá de la confianza de la cátedra de su lado. Desde las tablas de contracancha se cantarán momios de 100 a 30 por el pelotari guipuzcoano, al que su carácter de campeón coloca de favorito en todas las apuestas. Si bien el dinero saldrá de forma clara por el aramarra, Bengoetxea VI está considerado un auténtico peligro. Su partido pasa por el delirio.

Así, la cancha puede quedar partida en dos parcelas, en la que cada contendiente se ve más poderoso. Iker manda del cuadro seis hacia atrás y el frontón Bizkaia le favorece porque es poco agradecido a los efectos y al muñequeo y deja tiempo al pegador para ponerse al cuero. Oinatz, enfrente, domina del cuadro cinco en adelante por su inventario de torturas, pero cuenta con el hándicap del escenario y considera que “hay una pelota excesiva”.

Con pocas fisuras, Irribarria tendrá que hacer frente al saque del leitzarra como primer problema a solucionar y reponerse para el castigo atrás. El riesgo en el disparo inicial está dando buenos réditos al de Asegarce, que castigó con cuatro a Olaizola II y con seis a Urrutikoetxea, un gran restador. Después, la defensa de aire se torna un problema o una solución. Hay una fina línea entre ambos. Y está situada en el cuadro seis. La moneda se pondrá en el aire a partir de las 17.00 horas en busca de un patrón que marque los próximos doce meses.