Fenerbahce80

Olympiacos64

FENERBAHCE Dixon (8), Kalinic (17), Bogdanovic (17), Vesely (8), Udoh (10) -equipo inicial-, Sloukas (3), Nunnally (2), Antic (4), Bennett, Mahmutoglu, Duverioglu y Datome (11).

OLYMPIACOS Spanoulis (9), Birch (14), Printezis (7), Papanikolaou (3), Mantzaris (9) -equipo inicial-, Milutinov (10), Green (7), Waters (2), Young, Toliopoulos (3), Papapetrou y Agravanis.

Parciales 26-18; 13-16; 21-14; 20-18.

Árbitros Hierrezuelo, Ryzhyk y Latisevs. Sin eliminados.

Pabellón Sinan Erdem Arena, ante 15.671 espectadores.

vitoria - Adiós a la histórica sequía de los equipos turcos en la Euroliga. Tras acariciar la gloria durante los dos últimos años en Madrid y Berlín, a la tercera fue la vencida para un Fenerbahce implacable que reinó con suficiencia en su Final Four celebrada en Estambul. Sometió el viernes con contundencia al Real Madrid en semifinales y ayer también aplastó al Olympiacos, incapaz de repetir milagro en una final gobernada de principio a fin por el todopoderoso anfitrión turco y en la que secó a su estrella Spanoulis.

Otra muesca más en la laureada carrera de Obradovic, un devorador nato y con un imán en sus manos para conquistar Euroligas. Con la de ayer, ya ostenta la friolera de nueve, una auténtica barbaridad para un tipo que ha hecho de esta competición su cortijo particular. Al margen de disponer de plantillas espectaculares, nadie duda de que el grandioso Zeljko es un técnico sin parangón y, de largo, el mejor de su profesión.

Asociado al éxito desde el primer día que se sentó en un banquillo, Obradovic ha hecho posible lo que parecía imposible. Es decir, transformar el dinero turco en algo productivo, convertir a estrellas millonarias -algunas como Antic o Datome parecían de vuelta para más inri- en un colectivo de hormigón y, en definitiva, cambiar la mentalidad de un baloncesto tradicionalmente perdedor como el otomano. Hasta el sonado éxito de ayer con aroma a desquite para un país donde la inversión ha alcanzado de un tiempo a esta parte tintes escandalosos, el Efes Pilsen había conquistado una solitaria Korac en el lejano 1996. Solo alguien con magia, personalidad y obviamente conocimientos como el preparador nacido en Cacak podía obrar ese milagro.

un duelo sin historia El pletórico arranque de Kalinic, autor de tres triples en el cuarto inicial, puso de inicio en órbita a un Fenerbahce con un patrón de juego perfectamente definido. Continuos balones interiores a Vesely y Udoh -otra vez una muralla insuperable con una intimidación colosal- para dejar liberados a sus tiradores cada vez que el checo o el estadounidense recibiesen una ayuda griega en el poste bajo.

En un partido eminentemente físico y de trazos siderúrgicos donde no se repartieron caramelos en las inmediaciones del aro, el talento desbordante de Bogdanovic comenzó a dejarse sentir en el segundo cuarto. Antes de poner rumbo a la NBA, el galáctico serbio dejó su impronta de virtuoso. Suyos fueron los valiosos puntos que permitieron al Fenerbahce mantener a raya a los griegos, aunque su prematura tercera falta al filo del descanso constituyó un mazazo para el anfitrión.

Pese al caldeado ambiente en contra, acumular desventajas preocupantes o su inferioridad en casi todas las facetas, el Olympiacos consiguió llegar vivo al descanso (39-34) gracias a ese genuino espíritu de supervivencia que le abandera todas las temporadas. Spanoulis, más empeñado en los albores en alimentar a compañeros como Birch que en su propio lucimiento a nivel anotador, mostró su versión más humana y su equipo lo acabó pagando con una alarmante escasez de recursos. Aun así, tuvo arrestos la tropa dirigida por Sfairopoulos para no rendirse hasta casi el tercer cuarto sostenido por su célebre fortaleza mental.

Al tibio resurgir heleno contribuyó el silencioso pero siempre efectivo Mantzaris con su acierto desde la línea de 6,75. El espigado Milutinov también causó estragos en la pintura pese a tener enfrente a esa fuerza de la naturaleza llamada Udoh, al que Obradovic volvió a saturar de minutos sin que el fornido estadounidense -amo y señor de la zona- dejara algún síntoma de agotamiento. En un momento de máximas apreturas (49-44), el Fenerbahce halló un balón de oxígeno gracias a su infalibilidad desde el tiro libre, la dictadura de su bestia parda, la clase de Bogdanovic y el afilado puñal de Datome.

Empujados por su sexto jugador, los turcos pusieron tierra de por medio ante un Olympiacos todo pundonor pero esta vez intimidado en un escenario infernal como el del Sinan Erdem Arena que celebró por todo lo alto un éxito sin precedentes. Con la inminente entrada de grupo empresarial Dogus en su accionariado, el Fenerbahce amenaza con prolongar su tiranía en el futuro.