Hubo un tiempo, no hace tanto tiempo, que la lucha contra el tiempo provocaba dolor en Mikel Landa, que tuvo que tomarse un tiempo y un montón de horas para no ser rechazado por el crono, el juez del tiempo. Paradójicamente, lo que peor llevó durante mucho tiempo, significó ayer ponerle en hora con un Giro que a punto estuvo de descabalgar a destiempo Mikel Landa por culpa de una un moto. Sin apenas tiempo de recuperar la musculatura tras la caída del domingo, el alavés se midió al tiempo, tal vez no el mejor amigo, pero sí al menos un conocido, y este le sanó el ánimo en una crono sólida del murgiarra, que partía desde la rampa del parte médico.
“He intentado no relajarme demasiado porque si no perdería esa dinámica de carrera”, estableció Landa tras una crono que le sirvió a modo de test. Su buena actuación, dada las circunstancias, fue, según Landa “consecuencia de una mezcla de la buena condición con esa rabia del percance que tuvimos el otro día, espero tener un papel importante en la carrera”. La exigente contrarreloj confirmó su mejoría física tras la incertidumbre provocada después de la dura caída camino del Blockhaus y que le apartó de cualquier opción para la general.
Asumido el descalabro para la púrpura de la carrera italiana, Mikel Landa mira con optimismo lo que resta de Giro de Italia, con esa última semana extraordinaria que apila hojas como el otoño, una montaña de montañas, un ecosistema ideal para el murgiarra si su organismo continúa evolucionando favorablemente en los próximos días. “Creo que seguirá existiendo el mismo Mikel Landa, quizá no mañana o pasado pero la semana que viene seguro que sí”, argumentó el murgiarra.