Suena un tanto macabro, pero resultó lo más parecido a estar viviendo un funeral irlandés. Gente contenta, gente exultante, amigos, cientos de amigos, seguidores, todos seguidores y ausencia (sólo deportiva) en un par de horas. Abel estaba, como los últimos 19 años, pero pronto iba a dejar de hacerlo. Pronto se iban a apagar las luces, ésas que durante casi dos décadas han iluminado una carrera plagada de éxitos, honradez, compañerismo, profesionalidad y sonrisas, muchas sonrisas. En mi década como periodista especializado en pelota (en singular) Abel Barriola fue, sin lugar a dudas, uno de los pelotaris más cercanos, accesibles y humildes con los que me he encontrado. Ya no es hablar de títulos, es hacerlo de personas. Otros ganaron en la cancha más que él, pero fuera de ella nunca supieron ganarse nada parecido a lo que Abel ha sabido transmitir. El de Leitza ha sido siempre antes persona que pelotari. Nadie hablará mal de él, como cuando alguien deja de existir y sólo recibe parabienes. En este caso, Abel no se ha ido, sólo se ha apeado en la estación del anonimato. Y todos, todos sin discusión, se han volcado con su figura. Sonrisa perenne, ojos tiernos, mucho taco en sus manos que ha sabido amoldar a sus características, pundonor a raudales, pero primero gizona, gizon ona.
En su extensa carrera, kilómetros de sufrimiento, de aguante, de lucha, desde que aquel ya lejano 22 de febrero de 1998 debutara en el Beotibar tolosarra. Desde entonces, profesionalidad y cariño a raudales por parte de todo el mundo. Pocos pueden presumir de ello. También pocos pueden hacerlo de haberse calado las tres txapelas más grandes (4 y ½ en 2001, Manomanista en 2002 y Parejas en 2014). Abel sonreía hasta en la adversidad, como cuando el amargo sabor de las lesiones llamó a su puerta para obligarle a parar casi un acumulado de cuatro años. Pero siempre se sobrepuso, con una sonrisa enorme.Como él. Cumplió años, comenzamos a vislumbrar que su coronilla empezaba a clarear y Abel se planteó el siguiente paso. Último torneo de parejas y agur. Alguien tan querido se merecía muchos agures. Dicho y hecho. Parada, homenaje y fonda. Despedidas, salvas de aplausos, reconocimiento unánime. Y todo principio tiene un final, como la vida misma, con una sonrisa y alguna arrebatadora lágrima. Todo eso ocurrió el domingo en el Atano III, como los más grandes, con un guion definido, emocionante, vibrante, inmejorable. 2.000 pósters regalados por la LEP con su dedicatoria “Gracias de corazón”, el sentido aurresku de honor de un amigo, Josu Sagastibeltza, las palabras del campeón navarro de bertsolaris, Julio Soto, primo de su rival en el último apeadero, Joseba Ezkurdia, regalos de instituciones, entidades, empresa? Sus palabras, como siempre, sonaron a verdad. “Vosotros (los aficionados) sois mi txapela más bonita y preciada”, proclamó con la emoción en la garganta. Luego soltó el micrófono y cogió el fusil, la pelota, para ultimar su último calentamiento. Había que bajar el telón y lo hizo como las estrellas de Broadway, con una nueva demostración y un nuevo éxito. Su último bis fue un dos paredes con efecto que atropelló a Ezkurdia (21-22). Levantó los brazos, miró al público y se llevó la mano derecha al corazón. En el graderío, puesto en pie, 2 filas delante del palco, su ama, Serafina, poco asidua a los frontones pero que no podía perderse el cariño de miles de personas hacia su hijo. Abel ha sembrado y ha recogido. Ahora le toca vivir otra vida, convertirse pronto en aita y dejar en el recuerdo su gran trayectoria. Dentro y fuera, como los más grandes. Como él mismo.
Pelos como escarpias Si la sesión vespertina del Atano III resultó emotiva, la matinal en Mendizorrotza ante el Athletic fue, por decirlo claro, la hostia. Ambientazo, lucha sin concesiones, iniciativa y ocasiones visitantes en la primera mitad y misil de Theo (ojo, 19 años) a la escuadra en la continuación. Provoca orgullo el Glorioso. Se deja la piel y parece llegar a uno de los meses más importantes de su historia en una gran forma física. Seriedad, juntar líneas y salir al contragolpe. Victoria y 51 puntazos. Quién nos lo iba a decir en agosto? Y aún queda lo mejor. Lo dicho, el pelo como escarpias.