Buena parte de lo que representa el Chapu se puede vislumbrar en su acto de despedida con el Real Madrid. En las caras de tres generaciones como Felipe Reyes, Sergio Llull y Luka Doncic escuchando con admiración y respeto a uno di noi. Lo que es Nocioni se entiende con Randolph con el pinganillo de la traducción simultánea durante la rueda de prensa. Se termina de comprender con la naturalidad con la que reconoció en pleno palco del Bernabéu la incidencia capital de Baskonia en su carrera.

Nocioni me recuerda en significación a Xabi Alonso. Son deportistas que han dejado una huella tan grande donde han estado que ningún club puede reclamar su propiedad icónica por encima de otro. Hay pocos jugadores que hayan encajado tan bien en contextos tan dispares y aparentemente incompatibles en estos tiempos de polaridad creciente. Tanto Nocioni como Alonso lo han conseguido gracias a su habilidad para entender a la institución que representaban y su capacidad para hacerlo sin perder un ápice de su identidad ni doblegarse ante la impostura. No es casualidad que los dos sean hombres con una gran cultura sobre su deporte. Nocioni es de esos que no necesita besarse ningún escudo ni poner tuits populistas para mimetizarse con su afición. Es de los que se rige por esa frase de Mourinho que dice que “señorío es morir en el campo”. El destino ha querido que Nocioni y Alonso además se vayan en igual momento y similares circunstancias: anunciándolo con un par de meses de antelación, con serias posibilidades de ganar la Copa de Europa y con la sensación flotando a su alrededor de que todavía podrían dar una temporada más. Saber irse es otra característica común en deportistas que hace tiempo dejaron de ser exjugadores o jugadores de Bayern, Real Madrid, Baskonia o Argentina para convertirse en patrimonio de los buenos aficionados al fútbol y el baloncesto. Para los hinchas que se los quieran apropiar, hasta lo podrían considerar un one club man si olvidamos por completo el significado estricto del concepto. Estos tipos han sido one club man con el pequeño matiz de haberlo sido en varios.

Los valores del Chapu han encajado igual de bien en el Baskonia que en el Madrid porque son, por encima de todo, auténticos y puros y porque cualquier aficionado de cualquier equipo se identifica fácilmente con la nobleza y ganas de ganar del argentino. Se suele decir que ningún deportista está por encima del club, y es verdad. Pero no podemos olvidar que un club es un concepto etéreo que no es sino el resultado de la suma de todas las personas que han pasado por él sin creerse más que la institución. El Chapu es uno de esos atletas que ha mejorado todos los lugares por los que ha pasado gracias a su sobredosis de vida, a su colocón de corazón. En el Baskonia contribuyó a la transformación de un club que empezaba a asentarse en la élite. Lo hizo en el apartado baloncestístico y también en el identitario. Junto a otros actores clave, le inoculó un código vital que todavía perdura y hace enorgullecerse a los aficionados. El llamado Carácter Baskonia no pasaría de slogan marketiniano si hombres como Andrés Nocioni no hubieran enseñado a defender el escudo, tu pabellón y a tu ciudad, que no hay que rendirse hasta que el segundo marca cero o que por ganar se deja la vida.

Pese a las diferencia previas Precisamente ese decálogo vital es el que le ha valido el reconocimiento del madridismo como figura capital en la mejor época que ha vivido la sección en las últimas dos décadas. “He venido a su casa desde otra, con muchos de ustedes tuve muchas diferencias y me han aceptado como a uno más”, resumió Nocioni. El Madrid es muy grande, pero cualquier club te hubiera acogido. Tu dices que ‘como a uno más’. Yo digo que como a uno irrepetible. A jugadores tan perros como nobles. Tan líderes como gregarios. A esos se les quiere siempre y en todos los sitios, Chapu. Porque esos, que son muy difíciles de encontrar en cualquier deporte, siempre son de tu equipo aunque antes o después se pongan la camiseta de otro.