vitoria - Después de varios días de expectación mediática, por fin ayer, a las 20.10 de la tarde, Pablo Prigioni saltó a cancha. Lo hizo en penúltimo lugar, enfundado en la elástica verde que viste Baskonia en Euroliga, con el 5 a la espalda y directo a la sesión de estiramientos. Tumbado en el suelo saludó al ayudante técnico del Barça y recibió después las primeras indicaciones del preparador físico del equipo antes de empezar a botar la bola y fijar las primeras selecciones de tiro. Parecía, al menos por fuera, el mismo Prigioni de siempre. Mientras tanto, el Buesa iba cogiendo temperatura, las gradas se teñían de color y el speaker advertía a la afición lo que estaba por venir, y que muy a pesar del protagonista, era la presentación minutos después del propio pibe argentino. Y así fue cuando a las 20.25 horas se fundieron las luces del pabellón, prendieron los móviles y tronó el baskonismo cuando la figura del de Río Tercero se asomó por la bocana del vestuario para la emoción general. Cuatro años después, Prigioni pisó de nuevo el viejo parqué del Buesa con las mismas sensaciones de siempre. Para entonces, el homenaje ya había comenzado en el videomarcador, que le recordaba con imágenes de su pasado baskonista saludadas por mensajes como “Ongi etorri” o “Ahora y Siempre”. Llegó después el momento careta cam con el que la afición clonó la figura del jugador y el argentino, como estaba previsto, se acomodó en el banquillo, entre Rafa Luz y Voightman.
Y por ahí arrancó el partido. No tardó tiempo en animar a Diop cuando éste se cargó con una segunda falta, escuchó las indicaciones de Sito Alonso en las pausas y trató de contener sus nervios aleteando sus piernas y chasqueando sus manos. Porque aunque no lo mostrase públicamente y aunque su experiencia en la élite es bárbara, Prigioni era ayer un manojo de nervios que no paró hasta que Sito se volvió y le dijo: “Pablo, te toca”. Y fue ahí, precisamente ahí, donde el pasado y el presente se fundieron en uno solo. Cuatro años que parecieron un suspiro y el mismo Pablo de siempre tratando de gobernar el timón baskonista con el mismo temple, las mismas miradas, el mismo manejo del tempo... Todo el pabellón pendiente de él. Presión de la buena, de la que a un argentino como él le hace encarar límites insospechados... Sin embargo, avanzaban los minutos y las rotaciones de Sito, incluida la del base, no se detenían en la casilla de Prigioni. Las cosas no marchaban bien y el técnico madrileño parecía no tenerlo claro, así que el base argentino pasaba el mal trago apurando una bebida isotónica. Con Rafa Luz en el timón se cerró el primer cuarto (9-16). El esperado debut, por tanto, se hacía esperar.
Con el comienzo del segundo cuarto se abrió otra oportunidad y ahí sí, a los pocos segundos debutó por tercera vez en su carrera en Vitoria. Tardó poco en tocar su primer balón y también en tirarlo fuera. “¡Qué hasés loco!”, le espetó un aficionado con cierta sorna. En la siguiente jugada ya estaba por el suelo tratando de rebañar un balón perdido y a la tercera pidió pausa, la pausa con la que disfruta en el juego. Compartiría después minutos con Larkin y se atrevería con dos tiros fáciles que no entraron antes de regresar al banquillo, de donde nunca más ayer volvería a salir. Firmó un discretísimo balance de 4:21 minutos disputados, 0 puntos, 2 rebotes y una pérdida, quedando en cruda evidencia que la leyenda baskonista es humana y que después de varios meses sin competir -cabe recordar que renunció incluso a jugar los pasados Juegos Olímpicos de Río de Janeiro con su selección- la realidad es tozuda: al baskonismo le toca tener paciencia con Prigioni.