Bogotá - El destino, que es muy puñetero y para el que no existe oráculo ni soborno, quiso clavar otra fecha trágica y otro lugar en la memoria colectiva del fútbol, sacudida ayer por la peor de las pesadillas en lo que se suponía un vuelo a la alegría, a un sueño. Llora el fútbol, enlutado y sobrecogido, fundido a negro desde que se conociera el accidente aéreo que en la noche del lunes acabó con la vida de al menos 75 personas en las montañas de Medellín (Colombia). En el avión estrellado viajaba la expedición oficial del Chapecoense, un modesto equipo de fútbol brasileño que iba a disputar contra el Atlético Nacional el partido de ida de la final de la Copa Sudamericana. Se asomaba a la ilusión el Chapecoense, por vez primera vez ante un evento magno, una final internacional, equivalente a la Europa League. Nunca en su breve historia, el modesto club, que nació en mayo de 1973, había accedido a semejante escaparate. Entonces la vida giró de forma brusca, de mala manera. De repente, todo se hizo añicos y la tragedia, escalofriante, siempre dispuesta a aparecer, dejó su hiriente y devastadora huella como antes lo hiciera con el Torino en la colina de Superga en 1949 o con el Manchester United en Múnich en 1958. La muerte agarró por las solapas al Chapecoense y encogió el alma del mundo de fútbol por la magnitud de la tragedia. El vuelo a Medellín marcará otro hito macabro y el tañido de campanas en la biografía del fútbol. Réquiem por el Chapecoense.
En la aeronave siniestrada, de la compañía boliviana LAMIA, volaban un total de 81 personas: 22 futbolistas; 28 acompañantes, entre equipo técnico y directivos; 22 periodistas y 9 miembros de la tripulación. Del total de pasajeros, 75 fallecieron -a última hora de la tarde habían sido recuperados 64 cadáveres- en el impacto del avión en una zona montañosa, en las inmediaciones de los municipios de La Ceja y La Unión, ambos en el departamento de Antioquía y cercanos a Rionegro, cuando el aparato intentaba llegar al aeropuerto José María Córdova de la ciudad colombiana de Medellín se estrelló. Son varias las hipótesis que se lanzaron sobre los motivos del accidente, si bien serán las cajas negras del aparato, que ya han sido localizadas, las que contribuyan a determinar con exactitud las causas del siniestro.
Cambio de planes El Chapecoense había previsto realizar un vuelo directo a Medellín, pero la Agencia de Aviación Civil (ANAC) no le otorgó el permiso por problemas de índole burocrático. Ante esa situación, el equipo varió la ruta y cambió el plan de vuelo. Optó por embarcarse en un pasaje regular desde Sao Paulo (Brasil) hasta el aeródromo de Viru Viru, en Santa Cruz (Bolivia), donde realizaron el correspondiente transbordo para emprender el viaje que les debía llevar a Medellín, donde el conjunto brasileño tenía que enfrentarse al equipo colombiano en su mayor reto en la escueta historia del club, que apenas respiraba su segunda campaña en la máxima categoría del fútbol brasileño.
La Copa Sudamericana era para el Chapecoense algo así como El Dorado. “En la liga brasileña podemos ser como máximo octavos, por eso ahora estamos concentrados en el título (de la Sudamericana), en entender al rival. Me voy a concentrar en eso”, afirmó la víspera Caio Júnior, técnico del Chapecoense, donde jugó Cléber Santana, exfutbolista del Atlético de Madrid y el Mallorca, uno de los numerosos fallecidos en el siniestro, al igual que el entrenador del Chapecoense. Del total del pasaje, solo seis personas sobrevivieron al accidente. El Atlético Nacional, el rival del conjunto brasileño, honró a todos los fallecidos y decidió otorgar la copa al Chapecoense a título póstumo. Larga vida al fútbol.