vitoria - Hoy jueves 17 de noviembre se cumplen diez años del fallecimiento de una de las mayores leyendas del fútbol mundial, Ferenc Puskas, Pancho para los amigos, nacido un 2 de abril de 1927 en Budapest y recordado por todos los que convivieron con él a lo largo de su carrera como “una persona tremendamente bondadosa” y un futbolista “mágico” y “talentoso” que acostumbraba a tratar por igual a quien tuviera de frente, ya fuera el mismísimo Santiago Bernabéu, el genial Alfredo Di Stéfano o el utillero del Deportivo Alavés. Porque sí, el bueno de Pancho, de forma casi inexplicable, llegó a dirigir al Glorioso durante un par de temporadas una vez que abandonó en 1966 el todopoderoso Real Madrid con el que alcanzó definitivamente estatus de leyenda tras ganar, entre otros, tres Copas de Europa y anotar nada menos que 242 goles. Como estrella rutilante que continuaba siendo, su fichaje y su ficha estuvieron a la altura de un equipo que entonces militaba en Segunda División. “Su llegada fue increíble. Era una persona sensacional y su fichaje fue un acierto por la categoría que dio al club, que económicamente estaba muy bien y nos permitimos ese lujo”, explicaría años después Juan Gorospe, el presidente que gestionó la llegada del jugador magiar.
Puskas aterrizó en Vitoria con la temporada 68/69 ya comenzada. Corría el mes de febrero y el gélido invierno de la capital alavesa saludó la llegada del que, en un primer momento, sería su nuevo secretario técnico, ya que entonces no poseía la documentación necesaria para hacer las veces de entrenador. Su estreno no pudo ser más desalentador. En un desplazamiento hasta el Molinón, el Alavés perdió por un contundente 6 a 2 frente al Sporting, presagio de una negra temporada donde dirigiría 14 partidos más con el fatal desenlace del descenso en un play off fraticida con el Bilbao Athletic. Aquel año, la Federación decidió que bajarían cuatro equipos y otros tantos jugarían la promoción. Como quiera que la escuadra albiazul terminó el campeonato octavo por la cola, se jugó la temporada a un carta frente a sus vecinos bilbaínos. Para su mala suerte, en los días previos al partido de ida falleció en accidente de tráfico Sarasola, uno de los líderes de aquel vestuario, lo que minó la moral de un Alavés que ya no levantó cabeza. Perdió 3-0 en la ida y se impuso por la mínima (1-0) en la vuelta en Vitoria.
una zurda para la historia En la siguiente campaña, descendidos pero con los permisos ya en regla, Puskas se pudo sentar en el viejo banquillo de Mendizorroza. Seguía viviendo entonces en el hotel Canciller Ayala y disfrutando, según crónicas de la época, de los aperitivos que ofrecían los locales de moda de la calle Dato como el mítico Ilo-Ilo. Ese segundo curso dirigió un total de 21 partidos (incluidos dos de Copa ante el Logroñés, que terminaría eliminándole) y fue destituido el 11 de enero de 1970 tras perder 0-1 ante el Indautxu.
Pancho fue un hombre muy popular y querido en Vitoria y aún hoy se recuerda una de sus muchas anécdotas cuando sus discípulos Ramón Búa, Bernal o Encontra, el eterno suplente de Los Cinco Magníficos del Real Zaragoza, no lograban batir al portero Modesto Tobalina en los entrenamientos. Desesperado por la incompetencia de sus pupilos y con voz firme, les regañaba siempre con la misma frase: “¿So bobos? ¡Más que so bobos, que el fútbol va por goles!”. En otras ocasiones era él mismo quien rememoraba sus tardes de gloria y sacaba a relucir esa portentosa zurza que maravilló al mundo -por algo se le conocía también como Cañoncito Pum- y que dejó para la historia goles como el que una noche anotó para el Real Madrid en el Santiago Bernabéu. Su compañero Santamaría fue testigo directo: “No señalaron una falta a favor a casi 40 metros de la portería. Puskas tiró a portería y marcó un golazo por la escuadra. Pero el árbitro lo anuló. Así que Pancho volvió a lanzar la falta y colocó de nuevo el balón en el mismo sitio. Miró al colegiado y le preguntó: ¿La repito otra vez? Ponía el balón donde quería”. Así era Puskas.