río de janeiro - Bradley Wiggins es aquel hombre que dejó la pista para ganar el Tour de Francia. Es el ciclista británico que, después de conseguir la ronda gala, regresó a los velódromos. El líder del equipo de persecución, el sir, que conquistó el oro de los Juegos de Río. Así que, desde ayer, Bradley Wiggins es leyenda. Porque el corredor sumó su octava medalla olímpica y, de esta forma, se convirtió en el deportista británico más laureado de la historia. Debutó en Sydney con un bronce en la misma modalidad, despuntó en Atenas con un oro en 4.000 metros individuales, una plata en la competición por equipos y un bronce en madison; y se coronó en Pekín con dos oros, uno en grupo y el otro logrado él solo. Después llegó Londres, pero Wiggins no participó. Se le había metido entre ceja y ceja ganar el Tour de Francia, así que sacrificó las medallas londinenses por un sueño que muchos creían imposible.

Pero Wiggins lo consiguió. Firmó con un Sky que por aquel entonces no había ganado nada y se vistió de amarillo en el año olímpico. El sir inició un camino de rosas para el equipo británico. Wiggins dio la primera pelada del equipo invencible en la montaña, aquel que convirtió el pasado mes de julio a Chris Froome en tricampeón del Tour.

Con el objetivo cumplido, el corredor británico regresó a los velódromos. Su casa. Lo hizo en Brasil, donde conquistó la medalla de oro en la prueba de persecución por equipos junto a sus compañeros Edward Clancy, Steven Burke y Owain Doull. El cuarteto de persecución, además, batió por dos veces el récord del mundo. Y es que en la segunda serie pararon el crono en 3:50.570, con el que mejoraron los 3:51.659 que lograron hace cuatro años en Londres. Y no contentos con ello, en la final ante Australia lo rebajaron hasta 3:50.265 para revalidar el título olímpico ante un conjunto aussie que plantó batalla y fue por delante hasta el último kilómetro.