Vitoria - ¿No valía para el fútbol para tener que terminar en una cancha más pequeña?

-En Vitoria hay una corriente generalizada de que es así. El que no vale para el fútbol, ahí queda siempre el fútbol sala como alternativa para el tiempo libre. Y no es así. Antes se podía dar esa situación, pero ahora hay chavales jóvenes que lo practican por vocación. El fútbol sala está ganando poco a poco terreno, pero hace falta que algún club importante del fútbol, además del Barcelona, apueste por tener una sección y que sea un deporte olímpico.

¿Cómo ‘vende’ su deporte?

-En un partido de fútbol sala, hay 40, 50 ó 60 ocasiones y unos 8 goles de media por partido. Digamos que hay una gran diferencia en cuanto a espectáculo con el fútbol. Es un deporte minoritario pero que está consiguiendo llenar recintos.

¿Y cuál es la salud de la modalidad en Vitoria?

-Mala, no lo voy a negar. Somos el equipo de referencia de la provincia junto al Labastida y estamos sufriendo mucho. A ellos les está costando conseguir jugadores que se desplacen hasta allí y nosotros padecemos problemas económicos. Tenemos a quince chavales que están aportando en torno a 600 euros, algo menos que el año pasado, y nos debemos pagar una competición de 20.000. No hay ninguna ayuda institucional y es una pena.

Precisamente por este hecho, ¿tiene una manga ancha con sus jugadores?

-Trato de que todo el mundo tenga su espacio en el equipo y que todos se sientan importantes, aunque a veces es difícil conseguirlo. Han puesto dinero para competir y estamos en Segunda División B, no en Liga Vasca o Regional. Hay gente que juega menos y debo lidiar con ello.

En Vitoria, Dusko Ivanovic patentó una filosofía casi castrense como técnico del Baskonia. ¿Es de ese tipo de técnicos?

-No, ni mucho menos. Somos un equipo amateur y debo ayudarles a que consigan los objetivos. Para nada, me he planteado alguna vez utilizar sus métodos. Lógicamente, me cabreo en muchos entrenamientos cuando preparo las cosas en casa y luego no salen las cosas. Hay que entender que es gente que, en algunos casos, trabaja desde las 8 de la mañana hasta las 6 de las tarde y que desde las 7 tiene que entrenar hasta las 9.30. Merecen todo mi respeto y no les puedo exigir a mis jugadores lo mismo que si se dedicaran exclusivamente a eso y, además, estuvieran cobrando por ello.

¿Tiene espejos en este mundo?

-Luis Aragonés ha sido desde siempre la persona en la que más me he fijado. Era muy cercano a los jugadores y todos hablaban bien de él. Eso será por algo. Me gusta su exigencia y el hecho de que fuera estricto. Además, tenía un don para enseñar las cosas y los éxitos de la selección española se iniciaron con él.

A usted no le ha dado ni le da de comer el deporte, ¿verdad?

-Trabajo desde hace un año en una empresa multinacional norteamericana de reparto de paquetería urgente. Antes, estuve ocho meses en el paro en una situación en la que se pasa mal cuando tienes responsabilidades en cuanto a vivienda. Con anterioridad, también trabajaba en FCC de limpieza, pero era un contrato para suplir vacaciones, festivos... Ahora estoy contento porque en UPS se me trata bien dentro de lo que podemos pedir. Todos mis trabajos los he desarrollado en la calle.

Pero lo que hace ahora no tiene nada que ver con lo que estudió. ¿Por qué?

-Sí, soy consciente de ello. Cuando acabé el técnico superior de Administración y Finanzas, también estuve haciendo prácticas tres meses en una oficina. En ese tiempo, me di cuenta de que me había equivocado eligiendo esta rama. Al final, yo quería trabajar en la calle. Eso de estar tres meses metido en una oficina no iba conmigo. No he sido nunca un cerebrito y el tema de las cuentas se me daba bastante mal.

Después de meter sus ocho horas, ¿no estaría mejor descansando en casa que entrenando a un equipo de fútbol sala?

-Pues sí. El entrenamiento empieza a las 8 y hay días que llego a las 8.10 sin pasar por casa. En mis condiciones, es muy difícil preparar adecuadamente un buen entrenamiento. Cuando estaba en el paro, había sesiones que me costaba prepararlas dos horas. Ahora no dispongo de ese tiempo, pero lo compenso con la experiencia que he adquirido con los jugadores en estos cinco años. Lo que quiero, lo tengo en la cabeza y cuando llego trato de plasmarlo. Me gustaría visionar vídeos, elaborar un cartel para buscar patrocinadores, fomentar la página web que vamos a abrir enseguida... Pero no me llega para todo.

¿Qué dice la gente de su entorno de este estrés en su vida?

-No quiero dejarlo, pero me gustaría dentro de un tiempo retirarme a un segundo plano para hacer otras cosas dentro del equipo. O, por el contrario, dedicarme exclusivamente a la parcela deportiva y entrenar. Cuando intentas abarcar tantas cosas, ninguna la haces al cien por cien y ninguna sale del todo bien.

¿Le queda entonces algo de tiempo para hacer otras cosas?

-Sí, por descontado. He estado en México, República Dominicana o en varios países europeos porque me encanta conocer otras culturas. Me gustaría seguir viajando y darme caprichos cuando el bolsillo lo permita. Sobre todo, a Colombia, el país de mi pareja. Con 17 años, empecé a coleccionar postales de campos de fútbol tras un viaje a Valencia hasta tener hoy en día unas 3.000. También me gusta ver películas de cine las dos o tres horas que tengo libres del fin de semana.

Su vida también ha estado marcado por una grave lesión. ¿Cómo fue aquello?

-Sí, con 32 años me rompí el tendón de Aquiles jugando a fútbol. No había tenido nada importante hasta ese momento más allá de una tendinitis rotuliana en la rodilla. Fue de la forma más tonta entrenando a los chavales y estuve seis meses de baja, primero en el trabajo y luego en la vida normal. Tardé mucho tiempo en recuperarme y me tocó trabajo de terapia en Mendizorroza. Lo pasé mal y debía invertir cuatro horas al día para fortalecer la zona. Me dediqué en cuerpo y alma a ello.

Es del Atlético en fútbol y del Joventut en basket. ¿Posee un punto de ‘loco’?

-Sé que es duro ser de los dos, pero es que también es muy fácil ser del Barça o Madrid. La afición al Atleti me viene de mi padre, que también es rojiblanco y se fue de joven a Madrid a trabajar. El primer campo que pisé fue el Calderón y, desde ahí, me enganché. Y, en baloncesto, el Joventut me ha marcado desde crío. Recuerdo la época de Villacampa, Margall, los hermanos Jofresa... Aquella Euroliga con el triple de Corny Thompson en el año 94 fue un momento inolvidable.

Para acabar, una curiosidad sobre las redes sociales. ¿Cuándo escribirá su primer ‘tuit’ que no sea sobre el Aurrera?

-Sí, trato de tuitear únicamente sobre el fútbol sala porque somos un deporte minoritario que necesita cariño. Las ayudas se van para otros barrios y a nosotros no nos llega nada. Ponemos 600 euros para competir en la tercera categoría nacional cuando el Alavés estaba en ella hasta hace poco.