Cerró el año 2014 como número 1.210 de la pomposa clasificación de riquezas individuales elaborada por la publicación Forbes. Oleg Tinkov, magnate ruso del sector financiero, de 47 años, es un tipo díscolo, autoritario, imprevisible, histriónico, sediento de notoriedad y, como tal, frustrado desde el incumplimiento del sueño de un mediocre ciclista que vivió ansiando con desacorde mesura conquistar un día el Tour de Francia. “De joven, en Siberia, era un campeón del sprint. Hubiera ganado a Cipollini, pero a los 18 años me fui al servicio militar y lo dejé. Gané 40 carreras”, farda. Pero insatisfecho, buscó en una propiedad lo que no le trajo su persona. Compró emociones, un “juguete”, como lo tilda, jaccioso, el actualmente denominado Tinkoff-Saxo, el soporte de Alberto Contador en sus últimos tiempos como corredor. Un capricho para matar ratos libres.

Pero, puestos a pedir, quiere más. Ahora protesta alzando la voz a los cuatro vientos, reclamando rentabilidad para su “juguete”. En esa cruzada ha abierto un frente contra el Tour, contra el modelo del ciclismo en general. El entretenimiento, per se, no le colma, pues, proclama, es “un verdadero capitalista”. Ahora, quizás porque su “juguete” no viste de amarillo, pretende, pionero, cambiar la gestión de los organizadores del ciclismo mundial, a fin de amortizar su fantasiosa inversión.

Como una petición puede ser escuchada pero no atendida, plantea, instigador, forzar la reestructuración con “una revolución”. Pero reclama apoyo, la fuerza del colectivo. “Para hacer la revolución, los equipos tienen que unirse”, advierte, en declaraciones realizadas para la cabecera Le Journal de Dimanche. La diana de sus intenciones es la Amaury Sport Organisation (ASO), compañía propietaria del Tour. “Mi sueño es que la bicicleta sea un negocio” y, según desarrolla el billonario, para ello hay que cambiar la arquitectura que alza a la carrera, comenzando por los productos de promoción comercial, los que suponen, a su juicio, los escasos 2 millones de euros de los 27 millones del presupuesto global. En este anhelo de una nueva orquesta desea, además, “crear un verdadero sistema de traspasos” para que los equipos puedan ganar solidez financiera. “Los equipos ciclistas no pueden vivir únicamente con el dinero de los patrocinadores; eso no se aguanta. Hay que crear una liga profesional para establecer el reparto del negocio”, desarrolla. Trata sobre un modelo de gestión en el que se reparta el dinero de los derechos de televisión, de los patrocinadores del propio Tour o de los desembolsos que realizan las ciudades para hacer pasar por sus calles cada etapa. Reparto de pastel. En caso de no obedecer y de contar con un apoyo mayoritario, gozando de la unidad del pelotón a su favor en la batalla, está dispuesto a boicotear la próxima edición del Tour. O sea, es una amenaza que, por de pronto, respalda, según expresa, un grupo con algunos de los equipos más importantes.