Una azotea con privilegiadas vistas, en cinemascope, servirá como pasarela para la próxima edición de la Vuelta al País Vasco, abrupta, cosida de puertos. Ese territorio, el de las cumbres, tan de la tierra, tan del ciclismo, tan de la cuneta, tan de los aficionados, servirá de escaparate para una ronda que se disputará entre el próximo 6 y 11 de abril. Un paisaje escarpado, que exige el cuello estirado y la mirada al cielo, será el crupier que repartirá 33 puertos puntuables en los seis de competición, si bien la última de las etapas es una contrarreloj en Aia que no sumará ninguna cota. Los ciclistas afrontarán un collar engastado con decenas de montañas a modo de perlas en cinco jornadas, una cordillera: un Himalaya a pequeña escala.
Que el recorrido pellizque las piernas de los ciclistas o que las muerda con saña dependerá, en buena medida, de la propia energía con la que se empleen los protagonistas. Como en cada primavera, la estación de las clásicas, los habrá que opten por testar sus piernas mirando el calendario que viene y otros que prefieran descerrajar la caja de caudales para apuntar una muesca en el palmarés. El marco, plagado de ascensiones, es el trampolín ideal para lanzar un carrera de lija, de desgaste. El maridaje de un trazado repleto de aristas, lo completará la meteorología, un asunto de Estado por estos lares, -la lluvia suele causar estragos en la Vuelta a País Vasco-, y que puede significar la revitalización o la pesadumbre de unos u otros dorsales.
La Vuelta al País Vasco se quitará las legañas en Bilbao, que acogerá la jornada inaugural de la ronda sobre un trazado de 167,5 kilómetros. El Alto de Vivero de 2ª categoría, por el que deberá transitar en dos ocasiones el pelotón, (Kms. 117 y 149) además de la cota de Morga, servirán para calentar la carrera. El segundo día de competición: Bilbao-Gasteiz; (175 Kms), en la que se mostrará la subida a Urduña (Km. 49), un alto de primera categoría. A partir de ahí, y tras dejar en el retrovisor el tercera de Salinas de Añana (Km. 75), la etapa estará regida por un sube y baja constante que alcanzará su máximo apogeo entre el kilómetro 113 y el 166, donde, uno tras otro, los ciclistas deberán afrontar cuatro puertos de tercera categoría San Martín de Zarra (Km. 113,4), Zaldiaran (Km 130,4) Vitoria (Km. 146) y nuevamente Zaldiaran (Km. 166,4). Aunque el terreno es propicio para las escapadas, el sprint es uno de los clásicos que se repite en los finales de etapa en Gasteiz.
Atracón montañoso Después de dos jornadas que se pueden considerar de aclimatación en el campo base, la explosión montañosa de la Vuelta al País Vasco, su altivo perfil aparecerá el tercer día de carrera trenzado por ocho cotas puntuables hasta Zumarraga. Condensados en 170 kilómetros, se acumulan los puertos de Azazeta, Iturrieta, Urbasa, Urkillaga, Gabiria, Atagoiti y dos pasos por La Antigua, una pared que no desentonaría entre los practicantes de la escalada y el alpinismo. Aguarda un muro de casi 800 metros al 16 % aderezado de escalofriantes rampas, con desniveles del 20 %, el último a 3 km de meta. Una visita al averno.
La cuarta etapa se posará sobre Arrate, santuario del ciclismo vasco. El pelotón enlazará con la estación de Arrate previo paso por los apeaderos montañosos de Asentzio, Karabieta, Ixua, Gontzagaigana, Santa Eufemia, San Miguel y Uzartza, otras cumbres reconocidas del genoma ciclista, que salpicarán de espectacularidad una etapa de altas pulsaciones. Después del durísimo tercer día de competición, probablemente la prueba esté jerarquizada y solo un puñado de corredores dispondrá de galones y fuelle para poder optar a la general.
Toda fortaleza será necesaria para acometer la homérica quinta etapa, reina entre las reinas, una jornada diseñada para titanes, que demandará héroes a pedales. El agonístico muro de Aia, algo así como el Rubicón, el punto de no retorno, de casi kilómetro y medio al 14,4 % y con puntiagudas rampas que merodean el 25 % de desnivel, se espera demoledor, una dolorosa visión, un potro de tortura para el umbral de la resistencia y la fatiga. Ese Everest en miniatura lo tendrán que escalar por triplicado los ciclistas en los últimos 18 kilómetros de la jornada. Antes de abrir las puertas del infierno, las ventanas de Calbario, Itziar, Garate, Urraki, Alkiza y Andazarrate. La Vuelta al País Vasco bajará la persiana con una contrarreloj de 18,3 kilómetros en la que sobresalen un par de repechos.