Donostia - Sonreía Juan Martínez de Irujo sin reservas mientras saludaba en rueda de prensa a su derecha. Mientras la alababa. Hablaba de una diestra de campanillas, merecedora de una txapela. Magia y martillo. A mordiscos con ella volvió a poner su nombre en la historia el manista de Ibero, volvió a ganarse el colorado, se emocionó, se graduó y se coronó con una txapela que le acompañó desde que pisó el podio hasta que alcanzó el último centímetro del frontón. La derecha, pura dinamita, tapó los problemas y las circunstancias adversas de la zurda. Tocada y con problemas, sujetó la izquierda como pudo ante el arrojo de Julen Retegi, rival en el despliegue, pero que no llegó a encontrarse. Después, explicó que no había sido capaz de procesar la tensión. Sí Irujo y el TNT de su mano derecha, utilizándola como GPS, mapa, brújula y guion de la final ante el delantero eratsundarra y durante todo el campeonato Manomanista, incluyendo las últimas jornadas del Parejas. Los problemas que arrastra en la zurda han derivado en un pelotari especial, tanto como antes, de carácter más reflexivo, pero que tiene un cañón en el flanco derecho que le hace ser temible. Ayer movió fácil la pelota en el Atano III de Donostia y a Julen le tocó frenarle de recadista, dominado, sin resuello y con unos problemas abismales. Abocado a defender de aire, la txapela amaneció escarlata de salida y murió colorada, con Retegi Bi desbordado físicamente y defendiendo lo imposible, incluido un rebote estratosférico de Juan que llevó el de Era-tsun con la izquierda en un debate no menos espectacular. Al final, un Irujo sobrio, concentrado y con las ideas claras fue superior en todas las facetas a su contrincante, que bastante tuvo con plantar cara. La pegada del iberoarra fue cimiento y obra de una txapela que sabe al azufre de la diestra de Juan, endiablada. Huracán.
Diez dentelladas casi de salida pusieron una distancia demasiado holgada para el colorado. No pudo Retegi Bi afanarse en el camino que traía trazado desde casa. Quería buscarle la izquierda, esperar que fallara y que se rompiera después de la incertidumbre, pero no la encontró. Juan solo cruzó prácticamente una vez la pelota, no utilizó el gancho y se mantuvo cauto, escondiendo la zurda. El primer gancho fue en el segundo tanto. No hubo más. Tampoco lo necesitó. Sin la obligación de exprimirse con su lado débil, explotó la derecha y esta se llevó un trozo del pastel enorme. A Julen le tocó correr. No le ayudo restar a bote durante casi todo el partido. Solo fue al aire en cuatro ocasiones, la primera de ellas en el undécimo saque de su contrincante. La herida ya estaba hecha. 10-1. En ese tramo, Juan golpeó cinco veces con la izquierda. Todo lo demás fue un despliegue de brutalidad atado a una derecha impresionante. El poder de Irujo superó a Retegi por los cuatro costados, desbordado por el oxígeno que tenía el de Ibero en la mano.
Naufragó el de Eratsun, sometido, porque no podía hacer más. Efervescente estaba el buque insignia de Aspe en el Atano III y reventó el frontón. Una tacada tan grande dejó a Julen rodilla en tierra y a Juan el alma en el aire. Era el poder de Irujo más martillo que seda, más poder descontrolado que otra cosa. Azufre y gasolina. Roca y plomo. Fuego y volcán. Hambre y ganas de comer. Fue una explosión. Nada más que eso. Y Retegi, espectador en la sangría, un sacrificado rival: arrojo y valentía. Agarrotado en ataque, el finalista primerizo no aprovechó los pocos regalos que hubo y lo acabó pagando.
reacción y tacada A pesar de las distancias, el joven manista de Eratsun se abrazó a la épica. Parecía casi rota la final, despedazada por el espíritu de un Irujo antitodo, pero Julen resucitó tras arrimar una buena pelota. El iberoarra no respondió y empezaron las dudas. Pudo castigar más el flanco izquierdo Retegi porque el saque le daba cierto poder. Aun así, no se achicó el de Ibero. No repitió la historia de la semifinal, en la que no entró de aire al saque hasta el 10-6 y pasándolas canutas, sino que alternó restar a bote y de volea o de sotamano, para que los nervios de Retegi cotizaran al alza. A pesar de ello, honesto con su juego, Julen continuó con el patrón que le había dado réditos hasta ahora. Y le salió bien. Se colocó a rebufo de Irujo buscándole las cosquillas y haciéndole emplearse con mayor intensidad. Llegó al 10-6.
Sin embargo, tal y como se habían mostrado antes, las distancias aún parecían enormes. Daba la sensación de que si el huracán de Ibero tenía pelota iba a volver a tener la iniciativa. Tardó cinco tantos. La encontró. Castigó con un derechazo y volvió a tomar el saque. Cambió la pelota de Julen, algo más muerta, por una de las suyas, que con el ambiente se calentó y alcanzó más viveza para volver a ponerse por delante y abrir una brecha imposible de cerrar.
Directo hasta el 15-6 y al 21-7, Irujo fundió los plomos a base de pegada a Retegi Bi, quien continuó con su plan de restar a bote. En ese tramo, no obstante, Julen respondió a un rebote magnífico de Juan con la izquierda y se ganó el favor del respetable, que alabó su despliegue. No obstante, el pelotazo más largo y fresco de Juan, su modo de reinar en el frontón y las razones de la diestra, segura y potente, fueron las que le hicieron merecedor de la txapela. La quinta de su carrera. Repóquer para el de Ibero, que acariciará el colorado de su camiseta todo el año después de dos finales del Manomanista consecutivas quedándose en siete frente a Aimar Olaizola. Juan vuelve al Olimpo, mirándose a la derecha, arquitecta de sus ilusiones y santo y seña de un estilo de juego que le ha vuelto un camaleón. Irujo se ha adaptado a las inclemencias físicas amoldando su patrón de juego a ellas y poniéndolas al servicio de la chispa de su derecha. Un cañón. Un tsunami en el que se ahogó Julen. Irujo es dinamita.