Portugal2

Ghana1

PORTUGAL: Beto (Min. 88, Eduardo); Pereira (Min. 64, Varela), Pepe, Bruno Alves, Veloso; Carvalho, Moutinho, Amorim; Nani, Éder (Min. 69, Vieirinha) y Cristiano

GHANA: Dauda; Afful, Boye, Mensah, Asamoah, Rabiu (Min. 75, Afriyie), Badu, Waris (Min. 71, J. Ayew), A. Ayew, Atsu y Gyan.

Goles: 1-0: Min. 31; Boye, en propia puerta. 1-1: Min. 57; Gyan. 2-1: Min. 79; Cristiano Ronaldo.

Árbitro: El bahrainí Nawaf Shukralla. Amonestó a Afful, Waris, Jordan Ayew y Moutinho.

Incidencias: Partido de la tercera y última jornada del Grupo G, disputado en el estadio Nacional Mané Garrincha de Brasilia, frente a unos 67.540 espectadores.Eduardo Oyarzabal

El marcador proyectaba el minuto 80; aún duraba la resaca del reciente gol. Ronaldo acababa de abrir su cuenta particular en el Mundial de Brasil. El 2-1 que favorecía a Portugal ante Ghana estaba fresco en el luminoso. Pero la alegría estaba exiliada. A pesar de los minutos restantes, el portugués se personaba derrotado. Estaba triste, como demostró con su apatía. No celebró el tanto, que fue un regalo del guardameta ghanés, pero no para tanto como para no festejarlo; la razón era otra. Y es que ayer pudo él solo, de percha, colgarse a una selección a la espalda para colocarla en octavos de final de la Copa del Mundo. El gol representaba la capitulación de una actuación desastrosa, tanto en el plano colectivo como en el individual. El estandarte luso gozó de cuatro ocasiones claras para marcar, tantas como la diferencia de goles que necesitaba su selección para avanzar de la fase de grupos. Alemania, en este sentido, solo colaboró con una pírrica victoria frente a Estados Unidos (0-1) -si bien es cierto que no hubo síntomas de biscotto-, de modo que la tareas quedaban pendientes para los portugueses, que amasaron posibilidades, pero que también las cedieron a una Ghana con el corazón en la mano y que estuvo incluso más cerca que Portugal de rubricar el pase a octavos, concretamente, desde el minuto 57 al 80, cuando el marcador era de 1-1 en el Mané Garrincha de Brasilia y los africanos solo necesitaban un tanto para clasificarse.

El fútbol repartió sin embargo méritos. Los de estadounidenses y alemanes, mucho más firmes en la empresa, pues el Portugal-Ghana fue un intercambio permanente de voluntades, más corajudas que sesudas, sin un evidente dominador. Ninguno de los dos combinados trenzó con la pelota. Nadie la cosió. Solo el gol de Boye en propia meta a los 31 minutos de juego despertó las necesidades y los temores. Fue la voz de alerta para los 22 de campo. Pero entonces se desató el voy y vuelvo. Un vaivén que dejó oportunidades, una de ellas, a Ronaldo, que, de capa caída, alternando bandas en la búsqueda de la posesión, marró un testarazo a centímetros de la línea de gol. Golpeó contra Dauda, un imán para los disparos del portugués, que en el minuto 5 había estrellado un centro contra el larguero rival.

La inoperancia portuguesa, con el ineficiente recurso del balón largo, fue alentando a unos ghaneses que en la previa del encuentro parecían meros figurantes para la cita lusa. Al contrario. Se vinieron arriba como un espumoso recién servido y, ahijados de la anarquía, corrían en tropel, como una estampida, contra la meta defendida por Beto. Estirando las piernas al contraataque, solo las malas decisiones en el último pase privaron del empate. La zaga lusa se multiplicaba para retener las internadas de Atsu y Gyan, eléctricos en cada acción. La banda derecha ghanesa exprimía la ausencia de Coentrao.

A Ronaldo no le salía ni el amago de una sonrisa. La luz que iluminaba el camino portugués parpadeaba. Imperaba la desesperación, aliento africano. Ghana creció como el sudor. En el segundo acto, la insistencia dio el premio a Gyan, que conectó un centro impecable de Asamoah, de lujo con el exterior de la bota, para superar al colombiano Roger Milla como máximo goleador africano en la historia de la Copa del Mundo. Seis dianas amasa Gyan. Y así nutrió la esperanza de Ghana, que en el minuto 57 fijaba el empate a uno. La consecuencia inmediata del gol fue la condena portuguesa, que no encontró reacción, que se desesperó y comenzó a creer en lo que detestaba: la eliminación. La defensa lusa comenzó a descerrajarse. Los boquetes los ocupaban ghaneses, que con un gol, sumado al de Alemania, accedían a octavos. El animó del plantel de James Appiah empezó a chispear. De este modo se dio paso al ciclo más vistoso del partido, con dos equipos a la desesperada, yendo y viniendo, a pecho descubierto.

Pero en esa amalgama de acciones etiquetadas por el nerviosismo, por la precipitación, brotó el error de un portero que seguramente apareció en los sueños de Ronaldo esta pasada madrugada. Dauda, nada ortodoxo pero resultadista hasta entonces, erró de manera garrafal en un despejo que fue el servicio en bandeja para Ronaldo, que se encontró el regalo en sus pies y lo aprovechó. Fue uno de los goles más tristes para su memoria, con el único consuelo de erradicar el cero de la cuenta particular, y bueno, el de una victoria solo útil para la estadística. Para Ghana también fue el amargo postre del torneo. Ahí se fundió su actuación.