Pocos momentos más especiales puede haber en la carrera de un deportista que subir al podio en unos Juegos Olímpicos, escuchar el himno de su país mientras ve ascender a los cielos su bandera y colgarse al cuello uno de esas codiciadísimas medallas. En Londres'2012, además, la ceremonia de entrega de preseas del torneo de fútbol se llevó a cabo en un marco histórico, en Wembley. México se bañó en oro, Brasil rumió la plata y Corea del Sur ocupó el tercer escalón convirtiéndose en el segundo combinado asiático en conseguir semejante éxito. Probablemente, entre las más de 80.000 personas que poblaban la grada del histórico recinto inglés muy pocos, puede que ninguno, repararon que la representación surcoreana la componían 17 jugadores en lugar de los 18 esperados. Faltaba uno. Faltaba Park Jong-woo.

Su ausencia, evidentemente, no fue voluntaria. Nadie se pierde algo así, un recuerdo para toda la vida, una imagen digna de archivar, si no existe una razón de peso, una prohibición. Así fue en el caso de este centrocampista que actualmente, a sus 25 años, milita en el Guangzhou chino y que repite en un gran evento del universo deportivo tras entrar en la lista definitiva de Corea del Sur para este Mundial. Los hechos ocurrieron en la víspera de la ceremonia de entrega de medallas, en otro escenario de importante alcurnia: el Millenium Stadium de Cardiff. Japón y Corea del Sur se enfrentaban en el partido que ponía en liza la medalla de bronce. El duelo acabó con 0-2 a favor de los surcoreanos, que lo celebraron como la ocasión merecía, como si hubiesen ganado el oro. En un momento dado en el que los jugadores se acercaron a la zona que ocupaban sus aficionados, Park Jong-woo recogió una pancarta y, despojado de su camiseta, la elevó al cielo con gesto triunfal. Pocos repararon en un primer instante en la importancia del gesto, pues su lema estaba escrito en la grafía propia de su país (hangul), pero el escándalo no tardó en saltar a la palestra. Lo que el centrocampista había mostrado y los fotógrafos de todo el mundo habían captado era un eslogan político: "Dokdo es nuestro territorio".

La pancarta hacía alusión a lo que internacionalmente se conoce como las Rocas de Liancourt, unos islotes de apenas 0,18 kilómetros cuadrados ubicados en el mar del Este por cuya propiedad han pugnado históricamente Corea del Sur (las denomina Dokdo) y Japón (les da el nombre de Takeshima). Pocas días antes del partido, el presidente de Corea del Sur había realizado una visita sorpresa a estos islotes, donde apenas viven un puñado de oficiales de la Policía Nacional de su país, lo que había soliviantado a Tokio, hasta el punto de que el primer ministro japonés calificó el desplazamiento de "inaceptable". En ese clima de tensión, el gesto de Park Jong-woo fue duramente criticado por el Comité Olímpico Internacional y la FIFA, cuyos reglamentos prohíben taxativamente a los deportistas mostrar lemas políticos, y el jugador tuvo que esperar seis meses para saber si iba a recibir la medalla que se había ganado sobre el césped. Curiosamente, el torneo de fútbol de Londres'12 ya había vivido otro momento polémico días atrás, aunque esta vez en categoría femenina. En el choque entre Corea del Norte y Colombia, las jugadores de la primera selección fueran recibidas por error sobre el césped con la bandera de Corea del Sur, lo que hizo que amenazaran con no jugar y que el choque, tras las pertinentes negociaciones y disculpas oficiales, arrancara con más de una hora de retraso.

En el caso de Park Jong-woo, el Comité Olímpico de Corea de Sur actuó con rapidez y prohibió a su jugador asistir a la ceremonia de entrega de medallas, mientras que la FIFA le sancionó con dos partidos de suspensión y una multa de 3.500 francos suizos. El caso levantó bastante polvareda en su país, hasta el punto de que el Parlamento creó una comisión para estudiar si había habido premeditación o intención manifiesta de realizar propaganda política. El centrocampista se mantuvo callado y siguió jugando con normalidad con el que entonces era su club, el Busan Ipark, pero las autoridades políticas y deportivas de Corea del Sur tuvieron que pedir disculpas formales a sus homólogos nipones en varias ocasiones para que la polémica no pasara a mayores. Finalmente, en febrero de 2013, seis meses después del partido, la comisión ejecutiva del Comité Olímpico Internacional anunció que el jugador podía recibir su medalla de bronce al considerar que su gesto fue espontáneo, fruto de la algarabía del momento, y que no había por su parte deseo premeditado de publicitar ningún lema. Aunque fuera con retraso, Park Jong-woo por fin pudo presumir de su presea, aunque jamás podrá disfrutar de esa inigualable imagen, de ese indescriptible momento que debe ser subir a un podio olímpico.