vitoria - Hace casi dos años Roberto Olabe comenzó a predicar en el desierto. O, en su caso, a enseñar a amar el fútbol a los chavales de Catar. Tras una larga trayectoria profesional en campos como portero, banquillos como entrenador y despachos como director deportivo a lo largo y ancho del mapa ibérico, el vitoriano recibió la llamada que le cambió la vida. En el deporte de élite hacer las maletas está a la orden del día. No tanto llevarse la casa entera a cuestas. Y así lo hizo Olabe cuando decidió asumir el reto de asumir la dirección deportiva de la Academia Aspire, el proyecto que se ha creado en Doha para potenciar la práctica del fútbol entre los jóvenes del emergente país y subir varios escalones en su nivel balompédico de cara al Mundial de 2022 que se disputará en su territorio. Un país pequeño, de escasa población y con una nula tradición deportiva. Un cambio de vida radical para el vitoriano, que desde la capital catarí cuenta su experiencia a lo largo de los últimos meses en lo que califica como "una gran aventura profesional y vital en todo el sentido extenso de la palabra".

Aspire es un centro de alto rendimiento que busca la excelencia deportiva -hay más disciplinas, pero el fútbol es en estos momentos su buque insignia- que trabaja al amparo de la Federación en el que están enrolados chavales de entre 6 y 18 años que a lo largo de la semana trabajan con los técnicos de la academia y los fines de semana disputan partidos con sus clubes. El objetivo es reclutar y formar a los jóvenes talentos del país con el objetivo de formar una selección competitiva de cara a la gran cita de 2022, pero la continuidad del proyecto se extiende mucho más allá y se pretende consolidar el fútbol en Catar. Y en él, de la mano del director general, Iván Bravo, desembarcó hace casi dos años Olabe para encarar el gran reto más peculiar de su carrera.

"Hace dos años crean un departamento de fútbol fuera del de deportes y el director general se pone en contacto conmigo porque me conocía de haber coincidido en un proyecto en Bolivia y cuando llegó el momento de seleccionar un director del departamento de fútbol pensaron en mí para esta academia de alto rendimiento. Es el proyecto de un país para que su selección pueda tener un gran nivel en 2022 e ir consolidando por el camino procesos formativos y que el objetivo no se quede en un momento determinado sino que después tenga continuidad. Después de darle muchas vueltas, porque no era solo una decisión personal sino un cambio de ciclo vital, decido dar el paso adelante y comenzar a trabajar en un contexto diferente a todo lo que conocía", recuerda.

En un país construido sobre la nada, la nueva estructura del fútbol también partía de cotas muy bajas. Y es que ni hay tradición ni cultura ni tampoco un excesivo deseo por parte de los jóvenes de dedicarse a dar patadas a un balón. Y es ahí, en transmitir la pasión por el balompié, donde el vitoriano y sus colaboradores centran sus esfuerzos: "Nos esforzamos en preparar un programa en el que, básicamente, lo que hacemos es estimular y motivar a los chavales para que encuentren en el fútbol una razón por la que pelear. No es fácil porque hablamos de una sociedad con una renta per cápita muy alta, que no necesita del fútbol para vivir y hay que plantearse estrategias diferentes".

No existe en Catar "hábito deportivo ni de competitividad" porque la riqueza de la población autóctona invita a tomar otras metas vitales más allá del fútbol. Si a eso se le añade que la cultura de balón es muy diferente a la de Occidente -en la calle no se puede jugar por las altas temperaturas- y que el censo demográfico es muy limitado -alrededor de 400.000 personas son nacidas en el país, cerca de un millón extranjeros-, el trabajo se recrudece. "El fútbol no es una vía para vivir. Aquí los chavales no sueñan con ser futbolistas cuando sean mayores. Existe poco hábito deportivo y de competitividad y con nuestro programa tratamos de estimularles para que encuentren en el fútbol una razón para pelear", asevera.

Pese a ello, en Aspire han detectado que en el país hay bastantes chavales con talento para eso de darle patadas a un balón con clase. Y con esos jóvenes son los que trabajan a la hora de insuflarles una cultura de esfuerzo que no tienen interiorizada. Es decir, entrenar duro todos los días para seguir mejorando. Coger el hábito de esforzarse por mejorar. Y ahí los logros conseguidos con las selecciones inferiores -la sub'16 y la sub'19 se han clasificado para la Copa de Asia- suponen un acicate para esos jóvenes que tienen que ser la base del combinado catarí en el Mundial de 2022.

Para un país que quiere situarse en todos los apartados entre los más avanzados del mundo, la organización de semejante evento es el gran reto para los próximos años. Y Olabe tiene claro que Catar va a contar con una selección competitiva de cara a la magna cita. Que el fútbol se convierta en otra parte más de su cultura y que perviva más allá de ese año es el reto que se impone este vitoriano que se fue al desierto a enseñar su pasión.