Arrate - "Ha sido la subida a Arrate más lenta que recuerdo", dijo Contador al poner el pie sobre el santuario. Por el viento. "Pegaba en contra". De cara, el aire es un freno. El muro invisible. Por eso, el ganador en Arrate debía ser alguien acostumbrado a ir a la contra. Alguien a quien una vez le dijeron no se puede y no hizo caso. Wouter Poels dejó de ser ciclista en el Tour de Francia de 2012. En la quinta etapa, cerca de Metz, le arrolló una caída masiva de la que salió hecho un cromo. Se rompió tres costillas y perdió uno de sus riñones. Eso le dijo el médico en el hospital. Que se quedaría sin él. O que eso parecía. El mismo doctor le advirtió de que si eso llegaba a pasar empezase a pensar en otro deporte, en ser otra cosa. De lo primero que preguntan los ciclistas cuando sufren un accidente grave es si podrán volver a andar en bicicleta. La flaca es su vida. Si la pierden? Le entró el pánico. Una bofetada del destino. El viento en contra. No hizo caso. Le plantó cara. Cogió el teléfono y llamó a su hermano. "¿Se puede ser ciclista con un riñón?". Tardó media hora en obtener una respuesta. Cuando le devolvió la llamada, supo que Maarten Tjallingii y Christophe Brandt corrían con un solo riñón. Entonces, se puede. Se lo dijo al médico con una mirada de venganza. Luego, el riñón no le dejó tirado. Se le murió un 25% y el 75% restante asumió su trabajo. Así corre, con un riñón y tres cuartos. "Pero tuve que aprender a caminar de nuevo". Tardó 90 días en volver a entrenar. Y 200 en volver a competir. Fue un regreso lento. Como la subida de ayer a Arrate. Por eso, solo podía ganar él.

Un ganador diferente para una subida diferente. La más lenta y la menos selectiva que se recuerda. "No ha sido como otras veces", valoró Contador. No lo dijo con sorpresa. Lo sabía. En la primera inspección Ixua asomó la nariz y sintió la bofetada del viento en la cara. Volvió a agachar la cabeza. A esconderse. Eso pensó que pasaría cada vez que atacara. Que se refugiarían todos a su rueda. ¿Cómo evitarlo? Vio que en las curvas de derecha donde la carretera se pega a la roca, el viento dejaba de soplar. Esa era la respuesta.

Contador quería comprobar su teoría del viento. Mandó a Roman Kreuziger, sus muletas en la montaña de cualquier carrera en la que coinciden, partir el aire en los primeros kilómetros de la subida definitiva y cuando quedaban cinco, en una curva a la derecha, lanzó su primera ataque contra el viento. Salió desde atrás y cogió a todos descolocados, menos a Valverde, que se colgó de su dorsal y se quedó ahí, paciente y serio. La fotografía invertida de hace unos días en Gaintza. Esta vez, el impaciente era Contador; la sangre fría la puso Valverde.

Dos segundos Es complicado pensar cuando el corazón palpita tan deprisa. Aún así, Contador pensó. "Era una locura". Seguir así. Con Valverde a rueda. "Él lo ha decidido", comprendió el madrileño la postura inamovible de su rival. Levantó el pie y esperó a que llegara el resto. El rebaño volvió a juntarse para protegerse del viento. Contador pasó revista. Contó una a una las ovejas que regresaban al redil. Y vio una coja. El terrible Kwiatkowski sufría. Se queda, pensó el madrileño. Teme que el polaco sea el lobo con piel de cordero que se quite el disfraz en la contrarreloj de mañana, cuando ya no hay solución. Por eso quiso ponerle remedio en Arrate. De ahí a meta hubo otras tres curvas a la derecha. Tres ataques de Contador, tres respuestas de Valverde y tres silencios. El del Movistar no contestó a las invitaciones del madrileño para tirar y distanciar al polaco. Llamada perdida. "No me fiaba", aclaró luego. La lección de Gaintza. Allí perdió media Vuelta. La otra media se gana en la crono. Lo sabe Contador, intranquilo con solo 14'' de ventaja. Y Valverde. Se lo dijo al oído a Samuel cuando ambos cruzaron la meta de Arrate. "Quería picar segundos". Le comió dos a Contador en el revoltijo de curvas cuesta abajo que llevan hasta el santuario y que tan bien conoce el asturiano, que ha ganado tres veces bajo ese cielo. Ayer fue tercero, tras Valverde. "Prefiero que esté detrás que delante", encajó el golpe el madrileño. Ahora le tiene a 12. ¿Tanto valen dos segundos? "Tiene un gran valor psicológico y era parte del objetivo", descubren en el Movistar; "el resto, lo veremos en la crono". Allí piensa ganar Valverde su primera Vuelta al País Vasco.

La respuesta al valor de dos segundos la podría haber dado también Poels. Valen el doble que el que le bastó a él para inscribir su nombre en Arrate tras desafiar al viento en contra -primero se marchó con Peraud y Spilak y luego les soltó a dos kilómetros de meta- casi dos años después de que el médico le dijera que se dedicase a otra cosa. Se cayó, pero se ha levantado bien.