BAHRÉIN - El Campeonato del Mundo de Fórmula 1 no deja de transformar su reglamento, persiguiendo que espectáculo y evolución viajen de la mano. Las consecuencias son los cambios que acontecen actualmente en pista, respecto a lo que sucedía hace un año. Ahora aplasta Mercedes en lugar de Red Bull u otrora BrawnGP. Pero en esta ocasión, los cambios para 2014 traían consigo un nuevo apartado que puede resultar crucial ante lo que se puede contemplar en las carreras: la congelación de las unidades de potencia, los nuevos motores híbridos que se han introducido para esta temporada. No se pueden desarrollar. El acierto de Mercedes en la creación de su novedoso proyector de potencia es evidente después de tres carreras, donde el recorrido está siendo glorioso y además sin obstáculos -éstos solo están brotando en casa-. Este punto de partida puede ser una lápida para la competencia, que, sin margen de maniobra, de retoques -ahora que ya se conoce por dónde van los tiros del éxito de Mercedes-, puede estar asistiendo al inicio de un fin anticipado.

Como en Australia, como en Malasia, en el Gran Premio de Bahréin ganó ayer un Mercedes. El equipo alemán solo ha dejado hueco en la primera y segunda posición en estas tres carreras disputadas hasta la fecha en la cita inaugural de la temporada, disputada en Albert Park, y fue por el abandono a causa de problemas mecánicos en el monoplaza de Lewis Hamilton, precisamente vencedor ayer -igualó a Fangio con 24 triunfos-. El inglés, señalado preferencialmente por su equipo, favorecido, sumó su segundo triunfo del curso después del obtenido hace una semana en Sepang. Y su compañero y ayer mayor enemigo -puede que lo sea también para el resto del curso- Nico Rosberg hizo posible el segundo doblete del año para el equipo alemán. "Ha sido muy difícil, pero muy divertido", ilustraba Hamilton; "Espero que hayamos sido capaces de dar una carrera fantástica, lo hemos pasado muy bien", añadía Rosberg. Sonrisas que pudieron ser lágrimas por la encarnizada lucha entre compañeros que se vivió en pista, ya desde la Curva 1, cuando el inglés ganó la posición al poleman germano. Una enhorabuena para el espectador, pues el concepto de equipo de la F-1 no cercenó la competencia, al menos, a ratos.

La búsqueda de la jerarquía Y es que la carrera en el circuito de Shakir trató de eso, de peleas entre compañeros. El fratricidio fue la moda. Luchas de egos por afianzar un rol en el seno de cada equipo. A lo largo de la carrera pugnaron entre sí los pilotos de Mercedes, Force India, Red Bull, Williams y Ferrari. Batallas enconadas. Una animación nada graciosa en los garajes, desde donde, en estos albores de temporada, todavía no afloran de manera explícita las órdenes de equipo. Se proyectan con camuflaje, con pasos obligados por boxes o permanencias extras en pista. En verso cifrado. Esto segundo hizo Mercedes con Rosberg para evitar el duelo con Hamilton. "Conserva neumáticos", exigían a Rosberg. O sea, cede. La escudería alemana erradicó una confrontación que se sostuvo durante dos vueltas (entre la 18 y la 19) y que posteriormente, para desgracia de Mercedes, solo hizo posible la entrada en pista del coche de seguridad, el cual anuló la diferencia motivadas desde el box entre Hamilton y Rosberg, que se estiró hasta los 13 segundos antes del percance entre Maldonado y Gutiérrez que acabó con el segundo haciendo una voltereta sobre el asfalto, coche incluido. Tanto Hamilton como Rosberg corrieron aparte, marginados de gloria, incluso olvidados por las cámaras de televisión.

Y es que, antes de la aparición del safety car, en la vuelta 41 de las 57 programadas, el Mercedes más retrasado sacaba cerca de 50 segundos de distancia temporal al tercer monoplaza. Diferencia que, reanudada la carrera a falta de 11 vueltas, un desenlace al sprint, fue de más de 22 segundos al ver la bandera ajedrezada, y aplicada sobre el bólido Force India de Sergio Pérez. El mexicano, que ganó la partida dentro de su equipo a Hulkenberg, resistió el acecho de un nuevamente excelente Daniel Ricciardo, que arrancó decimotercero y concluyó cuarto, a su vez superando el pulso en Red Bull al campeón Sebastian Vettel, sexto tras largar décimo y ver en Iceman un tapón.

Alonso, noveno sin esperanza En cuanto a Ferrari, Fernando Alonso y Kimi Raikkonen, llueve sobre mojado. La mejor ilustración de la actualidad que atraviesa la casa de Maranello la propició Luca Cordero di Montezemolo. El mandamás, reunido con Todt y Ecclestone para ejercer presiones sobre el reglamento imperante, abandonaba el circuito bahrainí mientras el coche de seguridad permanecía en pista, a falta de relanzarse la prueba y con más de diez vueltas para la consecución. "No quiero una Fórmula 1 de taxistas y electricistas", protestaba Montezemolo, mientras Alonso y Raikkonen únicamente aspiraban a defender posiciones y eran rebasados por cada bólido que se instalaba en sus rebufos. El asturiano terminó noveno y el finlandés, décimo. "El Campeonato se está escapando", lamentaba un Alonso con cara circunstancial, con esa incrédula sonrisa que era la única alternativa al llanto. Porque lo de Ferrari ayer fue para echarse a llorar. Con solamente tres carreras celebradas, el calvario parece acosador y prominente. Los ocho coches mejor clasificados montaron unidades de potencia Mercedes, con la excepción y alternativa planteada por ahora a la marca alemana por Red Bull, que rueda con Renault. Aunque esta ya pasada semana ya hubo amenazas sobre la posibilidad de cambiar de marca de motor.

Y es que ya hay cruces de declaraciones acerca de la posibilidad de cambiar la normativa durante la temporada. Modificación que pasaría por poder descongelar los motores y permitir el desarrollo. Si hay reclamaciones es porque hay ápices de esperanza por parte de las escuderías interesadas, que buscan antecedentes de cambios de normativa durante una temporada echada ya andar. Niki Lauda, excampeón del mundo de F-1 y actual directivo de Mercedes, ya ha abierto fuego contra los conspiradores. Tal vez las carreras se corran en los despachos. Si no, Mercedes puede tener ante sí una plantación de éxitos, con el único matiz de que el enemigo está en casa. Pero esto es algo que ocurre en cada equipo. Se vio en Bahréin, un hogar pare el fratricidio.