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Iker Iturbe, de Olabide a Nueva Jersey

Uno de los mayores talentos que ha dado el basket alavés, vive y trabaja en USA aejado del deporte

Vitoria - El deporte profesional está lleno de juguetes rotos. Rutilantes estrellas en el pasado que el tiempo y la soberbia se han encargado de colocar tiempo después en la más absoluta indigencia económica y popular. Es indiferente la modalidad que se aborde porque el efecto es universal. Y la historia cuenta este tipo de dramas por centenares. En la ampulosa NBA, sin ir más lejos, no hace mucho tiempo que un par de compañeros de Michael Jordan en los Bulls de Chicago contribuyeron a engordar esta penosa lista con sendas carreras dignas del peor de los guiones. Jason Caffey se encontraba en busca y captura en todo el país por una deuda de 200.000 dólares a una ex novia por la manutención de su hijo -tuvo diez con ocho mujeres distintas-, un caso por el que ya había sido detenido años antes. También el legendario Scottie Pippen, escudero de lujo de Air Jordan y uno de los 50 mejores jugadores de la historia, lo perdió casi todo a pesar de los continuos consejos en materia de formación financiera sobre todo, que el alto comisionado de la NBA pone a disposición de sus peones. Entre otras cosas, para evitar despilfarros sonoros, y reales, como el de disponer de una flota de hasta catorce vehículos propios, dilapidar diez millones de dólares jugando al black jack en apenas seis horas o destinar ingentes cantidades de dinero a la manutención de mascotas tan excéntricas y absurdas como un tigre de bengala.

Ejemplos de carne y hueso para marionetas perdidas a las que el dinero llevó por oscuros precipicios. Y aunque pudieran parecer hechos aislados, lo dramático es que no es así. Un estudio elaborado al respecto por el Toronto Start ya advertía hace bien poco que el 60% de los jugadores de la NBA perderían la mayor parte de su dinero a los cinco años de retirarse, un dato revelador con conexión directa a cualquier otro deporte de masas.

Enfermedad de lyme Afortunadamente para las futuras generaciones, existe al menos otro 40% de deportistas de elite con la cabeza bien amueblada. Sujetos privilegiados que han sabido construir su futuro a partir de una habilidad deportiva con la que supieron prosperar en vida antes de que los focos mediáticos se apagaran y el teléfono dejara de sonar. Uno de esos miles de ejemplos es el del vitoriano Iker Iturbe Martínez de Lecea (10 de julio de 1976), un chaval que se forjó en Olabide, fue moldeado después en la prestigiosa Universidad de Clemson (NCAA) y definitivamente consagrado en la liga ACB, donde militó durante varias temporadas en equipos como el Real Madrid y Estudiantes antes de retirarse en el club colegial por problemas de salud. Fue 27 veces internacional absoluto, medalla de oro en los Juegos del Mediterráneo (1997) y probó suerte en Italia (UPIM Bologna) aunque nunca, curiosamente, pudo vestir la camiseta del Baskonia. "Digamos que nunca se juntaron los astros", resuelve con cierta ironía ahora desde New Jersey (Estados Unidos), donde vive y trabaja desde hace tres años.

Su caso es un ejemplo de manual para poner en valor la importancia de una transición "sosegada" cuando uno apura sus últimos coletazos como profesional. Ya antes de poner el punto y final a su carrera, que certificó en Estudiantes tras sufrir una enfermedad conocida como Lyme - afecta varios órganos y se contrae a través de la picadura de algún insecto propio de climas húmedos-, Iturbe preparó el terreno para evitar el shock del día después. "Ése en el que no tienes nada que hacer", explica a este diario por teléfono.

En esta ocasión, la casualidad quiso que cierto día se reencontrara con un viejo colega de universidad con el que compartió tarde, café y agenda. A su bolsillo fue a parar un contacto de una compañía sustancial en Nueva Jersey dedicada a la fabricación de material quirúrgico. También para entonces había madurado ya la opción de regresar a Estados Unidos con su mujer -de origen norteamericano- y sus tres hijos dada la delicada situación que entonces, y ahora, continúa atravesando la economía europea. "Estados Unidos siempre es un país de oportunidades, de mucho trabajo y enorme competencia, pero de oportunidades al fin y al cabo para quien sabe buscarlas", justifica el vitoriano. Y así fue. Al mes de completar la mudanza ingresó en Depuy Synthes, una multinacional que diseña aparatos médicos orientados a la ortopedia, al cuidado de la espina dorsal y la neurociencia, según explica en su página web. Con inusitada rapidez, Iturbe pasaba del parqué a la moqueta sin el "mayor de los problemas", consciente del paso dado y sorprendido por el "tremendo nicho de mercado" que el sector en cuestión ofrecía. De eso hace ahora ya tres años. Una etapa en la que no ha tenido tiempo de mirar por el retrovisor. Ni ha vuelto a Vitoria ni sigue la actualidad de los que un día fueron sus equipos oficiales y sentimentales -léase Baskonia-. "No tengo mucho tiempo, es la verdad. El trabajo es muy absorbente y la familia necesita de uno, así que no hay muchas más opciones. Acaso alguna vez entreno a chavales al basket con los mismos ejercicios que en su día me enseñó Txema (Capetillo)", apura al otro lado del Atlántico. El que fuera estrella en ciernes del baloncesto alavés en los lejanos 80 -aún hay quien recuerda aquellos derbis entre su equipo, la ikastola Olabide, y los conjuntos de categorías inferiores del Baskonia- se especializó en su nueva función durante casi dos años. Fue un training "brutal pero necesario" para poder estar a la altura de las expectativas, que no eran otras que asistir y ayudar en todo lo que se pueda a los cirujanos que están operando en el quirófano. Junto a ellos pasa desde entonces la mayor parte de sus días, "ayudándoles y respondiendo a tantas dudas como surjan en una operación", que puede alargarse durante horas.

Se trata de un puesto de trabajo aún en ciernes en Europa, donde quizá la desconfianza suponga un freno que en Estados Unidos, desde luego, hace ya tiempo que se superó. "Aquí es habitual que gente como yo, con mucho conocimiento de este tipo de placas, tornillos, tuercas y demás, esté presente en operaciones de rodilla, tobillo o pelvis . La competencia es brutal, así que debes estar siempre ahí, listo", advierte. Cuando Iturbe no se calza el uniforme verde trabaja desde casa. Es de las pocas ventajas que ofrece un trabajo que apenas concede tregua. A lo sumo, cuatro o cinco días seguidos al año. "Si te ausentas más, tu cliente lo nota, lo asume y actúa: llama a tu competencia y adiós". Aquí nadie baja la guardia, pero ¿se acostumbra uno a un tipo de vida tan competitiva?. "Digamos que no te quedan muchas más opciones", resume el vitoriano, un experto a estas alturas en resonancias magnéticas, rayos y fracturas de todo calibre, incluidas las que tuvo que asesorar no hace mucho tras un tiroteo que se llevó por delante varios huesos de un paciente.

"Hay negocio en las neVadas" Nieva al otro lado del cristal, cuenta ahora. En realidad nieva en Nueva Jersey, la cuna del Boss, con quien suele hablar en el modesto gimnasio que ambos frecuentan, desde hace un mes y medio. Nevadas acompañadas las que suceden por la noche unas bajadas de temperatura "brutales" que convierten las aceras en una "peligrosísima" pista de hielo para los ciudadanos. Una circunstancia donde, tristemente, hay negocio. "Ya se sabe, caídas múltiples y fracturas de huesos en personas mayores, sobre todo...", reconoce uno de los últimos vestigios del baloncesto de cantera alavés.