Bilbao. Por un día Bilbao cambió sus colores. Sin que la capital vizcaína renuncie a su amorío con el Athletic, las calles del Botxo se inundaron desde primera hora de la tarde con los colores de Euskadi. El Casco Viejo presentó su versión más ruidosa hasta que la muchedumbre enfiló hacia San Mamés, gran parte de ella en la marcha que demandaba la oficialidad de la selección vasca.
El nuevo campo no consiguió heredar el éxito de su predecesor en cuanto a asistencia. A falta de quince minutos para la hora de comienzo del partido, ya quedó claro que el lleno sería una quimera. Desde la Federación Vasca y desde los cuerpos de seguridad se había pedido insistentemente que los aficionados acudieran con tiempo para poder realizar un control de acceso más intensivo. A pesar de la advertencia, en las puertas se crearon colas importantes hasta cinco minutos después de la hora del inicio del encuentro.
San Mamés no pasó de la media entrada, pero eso no impidió que el campo recibiese a los dos equipos con una sonora ovación. A partir de ahí llegó el episodio más ridículo de la noche. Con los dos equipos alineados junto al trío arbitral, los dos mejores bertsolaris quisieron deleitar al respetable con sus versos. Tan solo Amets Arzallus lo consiguió. Los micrófonos dejaron de funcionar y Maialen Lujanbio se quedó sin poder participar. La vergüenza se impregnó en los asistentes al ver cómo transcurrían los minutos y la megafonía seguía sin funcionar, ni siquiera se pudo escuchar los himnos de los dos equipos. Cuando lo que se pretende es enseñar al mundo que Euskadi tiene algo que decir en el fútbol internacional, sin duda también hay que cerciorarse de mejorar en este tipo de detalles. En el descanso se pudo reaccionar y enmendar el error y, una vez que los jugadores saltaron al verde para disputar el segundo tiempo, se desarrolló el acto protocolario como es debido. Cabe destacar que en el palco de autoridades acompañaron a Luis María Elustondo, el presidente de la Federación Vasca, el lehendakari Iñigo Urkullu, el diputado general de Bizkaia, José Luis Bilbao, y la presidenta del parlamento vasco, Bakartxo Tejeria, entre otros.
Una vez que el balón echó a rodar, la grada quiso involucrarse en el partido desde el primer suspiro. No tardaron en escucharse los cánticos pidiendo la independencia y el clásico Ikusi Mendizaleak. Con la sombra de los incidentes del año pasado en Anoeta todavía en la cabeza, los guardas de seguridad reforzaron el perímetro de la grada tras un movimiento masivo de público en el minuto diez. Fue una falsa alarma, ya que solo se hizo hueco para despegar una gran ikurriña con el lema Gurea da garaipena.
En el césped, Perú no tardó en derrumbarse y Aduriz supo pronto cómo levantar al público de sus asientos. La grada disfrutó con la sucesión de goles sobre el terreno de juego. La comunión entre público y equipo fue evidente. Había ganas de festejar goles y Euskadi no escatimó en ambición.