EN el hogar de Eli Pinedo, en Irun, el despertador suena lo más tarde que sea posible, aunque no siempre es posible que suene como a ella le gustaría. La tranquilidad es algo que se le escapa como el agua entre las manos a una de las caras más reconocibles de las guerreras del balonmano estatal, ya que vive con la maleta hecha y muchas veces ni siquiera sabe en qué latitud se despierta. Es la vida del deportista profesional de éxito, del que juega competiciones nacionales, europeas y acude perennemente a las llamadas de la selección, como la de la pasada semana para el Mundial que se jugará en Serbia el próximo mes de diciembre. El modus vivendi del que muchas veces no sabe si se despierta en su propia cama o en la de un hotel perdido por el orbe. Por eso, porque madrugones son los que le sobran cuando los largos desplazamientos por mapas de aquí y allá lo exigen, cuando el guión se lo permite prefiere que el tiempo se pase entre el calor de las sábanas.
"No me gusta madrugar". Tajante. Lo tiene que hacer muy a menudo para uno de esos largos viajes que el Bera Bera tiene que afrontar en la Liga estatal o en la Champions. Autobuses, aviones, hoteles y aeropuertos se convierten entonces en paisajes comunes. Por eso le gusta la tranquilidad del hogar. "Me encanta estar en casa más de dos días seguidos", asegura.
Así, entre las 9.30 y las 10.00 horas comienza su jornada en uno de esos pocos días en los que está en Irun y, encima, no tiene que entrenar por la mañana. Es el momento de un "desayuno tranquilo", con todo el tiempo del mundo y con la radio puesta para escuchar las noticias. Le gusta estar empapada de lo que ocurre por el mundo y una de sus herramientas preferidas son las redes sociales. No en vano, Facebook y, sobre todo, Twitter, le comen no pocos minutos. "Está todo el día sonando el móvil porque me citan o hablan de mí, pero lo cierto es que me entretiene".
Las mañanas libres las aprovecha para las tareas domésticas. Las asume todas sin problemas, pero si hay una que no le agrada es "limpiar los cristales". Cambia entonces el sonido de la radio por el de la música, que le acompaña allá donde va. No en vano, ella es la encargada de la banda sonora del vestuario del Bera Bera, donde no falta el dance para entonar a sus compañeras.
Precisamente esas migas que se hacen en un vestuario se mantienen fuera de los mismos y cuando tiene una mañana libre no duda en recorrer los pocos kilómetros que separan Irun de Donostia para citarse a mediodía con la que hasta hace nada era su compañera de fatigas, capitana y vecina de cama en los viajes del Bera Bera, Eider Rubio. Un café, un paseo, unos cuantos cotilleos, unas pocas anécdotas de los partidos y del equipo... De todo un poco, que confidencias llevan muchas a las espaldas.
Eider, como su hermana Patricia, son espejos de cara al futuro, cuando el balonmano se acabe. Aunque eso, a los 32 años, aún lo ve lejano. "Ahora mismo no me lo pienso. Mi hermana lo dejó porque había tenido muchos problemas con las lesiones, en el Itxako pasó un año malo, tenía la posibilidad de empezar ya a trabajar y estaba muy preparada para el mundo laboral... Yo estoy a lo que salga hoy sin pensar en lo que puede venir mañana", explica, a la vez que asegura que a estas alturas lo que tiene claro es que cuando llegue el momento no va a seguir jugando por amor al arte. "Hay mucha gente que juega por pasión, sin contratos profesionales ni nada, pero para mí es mi medio de vida y tengo la suerte de vivir de lo que me gusta".
Enganchada a las redes Lo poco que queda de mañana le da de sí para completar los recados. Entre ellos, "cada vez más entrevistas". Cuestión de fama, de haberse convertido en una referencia mundial en su deporte y de levantar siempre el teléfono sin poner nunca ningún impedimento. Así llega hasta la hora de la comida. Un momento con el que disfruta. Cocinillas declarada, siempre con música de fondo, aunque afirma que le gusta más preparar platos para muchos que para ella sola. La especialidad de la casa, al menos la que más agradece su paladar, el arroz bomba con hongos y foie. En todo caso, lo que sea escaparse de los deportivos pasta y pollo siempre le viene bien. "Pasta y pollo ya comemos en todas las concentraciones y lo dejo para los días de partido, que cansa mucho. Me cuido y soy de comer cosas limpias, pero pasta y pollo ya comemos demasiado como para tener que hacerlo también en casa".
Después de quitar el hambre, descanso y estudio. Nunca una siesta, pero casi siempre un libro o unos apuntes acompañados de café. Ahora está con el inglés a través de la Universidad a Distancia, pero antes fueron Pedagogía y Peluquería. Eso sí, reconoce que la conciliación no resulta sencilla: "Cuando empecé con Pedagogía no se entrenaba tanto como ahora y tenía tiempo para ir a las clases presenciales, hacer los trabajos, presentarme a los exámenes... Ahora no es tan fácil compaginar, pero aunque me cueste un poco más voy a seguir estudiando porque así me voy abriendo puertas para el futuro". Y es que el balonmano le da "para vivir, pero no para pensar en que no va a haber que trabajar en la vida".
Muchas en su mundo tienen que congeniar deporte y trabajo y durante una etapa de su vida también a Eli le tocó desdoblarse, cuando hizo prácticas en una peluquería: "Trabajaba unas horas y el jefe se adaptaba a mis partidos, a los entrenamientos, a los viajes. O estás a cargo de alguien que sea flexible y que lo entienda o es imposible hacer las dos cosas a la vez".
Para los estudios también hay espacio en los viajes, aunque reconoce que no es sencillo concentrarse cuando se está en diversos puntos del globo. En casa, una vez aparcados los libros, toca preparar la mochila para poner rumbo al entrenamiento vespertino, que comienza a las 17.00 horas. "No soy de llegar muy pronto porque suelo ir cambiada de casa y solo me tengo que poner las zapatillas".
Cañas que nunca faltan Llegan a continuación las horas laborables del día. Entre una y media y dos, dependiendo de la jornada. Vídeo, entrenamientos sobre la cancha, paso por manos de la fisioterapeuta para mitigar dolores, ducha relajante y quedada grupal con las compañeras que se apunten a esas cañas a las que Eli nunca renuncia. "Un grupito somos fijas y algunas depende del día. Se charla de todo, porque al final somos como una pequeña familia y nos contamos las vivencias y los problemas, lo que nos ha pasado o los planes que tenemos".
Con la oscuridad ya sobre Donostia, pone rumbo de regreso hacia Irun, donde le esperan la cena, una nueva visita a las redes sociales y alguna serie televisiva, ya que echa de menos programas de calidad. "Homeland, Scandal y series de ese tipo. La verdad es que por las noches en la tele hay pocas cosas interesantes y hay que echar mano de Internet". Así hasta que el sueño gana la batalla -asegura dormir bien con algunas excepciones cuando ha jugado un partido- y se acaba la jornada de esta guerrera alavesa.