vitoria. "Si ganamos, será un milagro", largó para los cuatro vientos el poleman Lewis Hamilton en la jornada previa al Gran Premio de Hungría. El inglés vive una época de transición hacia tiempos propensos para la gloria. Atraviesa un periplo pasajero en Mercedes, un lapso antes de esperadas grandes conquistas, un tiempo para la adaptación antes de un 2014 con nuevos motores que no se sabe a ciencia cierta qué marcas fabricarán, aunque sí se conoce que Mercedes lo hará. Por eso se toma con calma, paciencia y humor el presente, porque no hay todavía gran exigencia. Más allá, no es el chico consentido que todo quería abarcarlo, no es su momento y lo acepta. Ha madurado, sin duda. De ahí su discurso: relajado y escéptico. Sin problemas por no ganar a pesar de partir con ventaja. Sin complejos.

Y finalmente el milagro al que apelaba Hamilton se obró. Acostumbrado el inglés a ascender a los cielos de la parrilla de la Fórmula 1 en los ejercicios sabatinos y descender a los infiernos en los dominicales, condenado por un monoplaza que es tan veloz como voraz con sus neumáticos, asumido el lastre que ello supone, protagonizó sin embargo un giro radical a la cruda situación de la fábrica alemana, a pesar de las siete poles en diez carreras.

Mercedes hizo de un contexto paradigmático en cuanto a temperatura, con la consecuente importancia de la gestión del consumo de neumáticos, una oda a la adaptación de la situación, con unos 55 grados centígrados en el asfalto que eran brasas para los calzos. La escudería alemana fue camaleónica y se enfundó al contexto como nunca antes este año. En la carrera más exigente para las gomas, el bólido que más venía acusando el excesivo consumo rindió como ningún otro coche. Lo que hace pensar más allá de la victoria de ayer, la primera de Hamilton en Mercedes, en un horizonte idílico en caso de sostener los domingos el brutal ritmo que es capaz de imponer el bólido a una sola vuelta. Esta sorpresa general para el paddock -la tónica era un descenso de posiciones del Mercedes de Hamilton, que suma cuatro poles esta temporada y quién sabía si por fin ganaría- llegó, para más inri, en un momento que surte efecto anímico, motivacional, por ser antes del parón veraniego, antes de aparcar la competición, la undécima prueba una vez superado ayer el ecuador del curso, el 25 de agosto con el Gran Premio de Bélgica.

Hamilton no obtuvo contraposición a su propuesta, la de implacable. Despegó como un cohete para situarse en la órbita del triunfo desde el primer suspiro. Nadie le intimidó. En el horizonte se presentaba la barrera de la incógnita acerca del desgaste de neumáticos; detrás, en orden, Vettel, Grosjean, Alonso, Massa, Raikkonen, Webber y Button. Mientras Hamilton engordaba las diferencias paulatinamente, en progresión sobre sus perseguidores, Alonso se descolgaba de la estela del Lotus de Grosjean. Ahí quedaban enterrados parte de sus sueños más ambiciosos.

De hecho, el francés anunciaría poco después de dispararse la carrera: "Soy el más rápido en pista". Lo hacía cuando lamía el alerón de Vettel, que acusó problemas de sobrecalentamiento. "Refrigera el coche y los frenos", le exigían desde su garaje al líder del Mundial. "Apaga el KERS", añadían. Sin DRS ni KERS, el motor y los frenos mermados y el alerón delantero dañado, se defendió como gato panza arriba para sostener el pulso de Grosjean y defender la posición, lo que frenó el ritmo del galo y permitió a Alonso volver a aproximarse, avivar unas expectativas que terminarían siendo pobres para la liza por el título.

De hecho, Raikkonen, en detrimento del asturiano, es ahora segundo en el campeonato. Iceman le sonreía a De la Rosa cuando éste le preguntaba sobre las paradas que realizaría en Hungaroring. El finlandés sabía que serían menos que las de sus rivales, en este caso, dos en lugar de tres. La estrategia le valió para ser segundo, sobreviviendo pero segundo, y erigirse a partir de ahora como la competencia más directa de Vettel, quien, sin embargo, amplia fronteras con su inmediato rival. Dos tipos felices como cara para la cruz que era Alonso, que ya exilia las esperanzas de Mundial. "La superioridad de Red Bull es aplastante. Pero no solo es superior Red Bull, también Lotus o Mercedes", pronunció, como quien iza con palabras la bandera blanca, al sellar el discreto quinto puesto.

Otro que buscó la dos paradas fue Webber, que, a tres finalmente, pudo ser cuarto a pesar de haber largado décimo. El australiano brilló como lo suele hacer cuando parte enfurecido, espoleado por la ira hacia su propio equipo. Incluso llegó a amenazar desde la tabla de tiempos a Vettel y su tercera plaza, aunque no materializó la cacería. Es más, Vettel también se exprimió en las postrimerías y durante los tres últimos abrazos al trazado magiar presionó a Raikkonen, quien lo antepuso todo al posible adelantamiento. El finés es, quizá, el único que verdaderamente tiene motivos para pensar en que puede arrebatarle el título a Vettel, porque su máquina Lotus es competitiva y ostenta una mayor virtud que el resto, la economización del consumo de neumáticos, lo que ayer le hizo clasificar ante el líder.

Si bien, en esta ahora más abierta batalla por resultados, que no por el título -la sangría de puntos en la primera mitad del año ha sido excesiva e irremediable a estas alturas-, ya se puede decir que está inmersa la firma Mercedes, testigo y puede que juez en la segunda mitad del curso.

El intento de Vettel de ser segundo rebasando a Raikkonen, no obstante, pudo ser incluso descerebrado por asunción desmedida de riesgos. Pero es que tal vez el alemán no contempla su situación como lo hacen el resto, quienes ya residen a una distancia más que considerable. Seb copa el Mundial con 172 puntos, 38 más que Iceman y a 39 de Alonso, el rendido o con un optimismo irremediable fundamentado en la ilógica de "si conseguimos ganar tres o cuatro carreras seguidas, el campeonato se pondrá muy de cara". Esto se antoja como más que un milagro.

A la izquierda, Lewis Hamilton abre con su Mercedes la carrera del Gran Premio de Hungría celebrada en el circuito Hungaroring. Foto: afp

El inglés Lewis Hamilton celebra su primer triunfo con Mercedes. Foto: efe

El Mercedes, el coche que más acusaba la degradación de los neumáticos, venció en la carrera más calurosa

Raikkonen realizó dos paradas en boxes, una menos que el resto, y le permitió ser segundo para desplazar a Alonso