Por si había dudas, por si alguien en el futuro, al desempolvar las crónicas del Giro de 2013, se encuentra con que Vincenzo Nibali se llevó el triunfo gracias a los recortes de perfiles y a la cancelación de una de las etapas más exigentes. Por si a alguien se le quedaba dentro la sensación de que el italiano llegaba a Brescia vestido de rosa sin que sus rivales hubiesen tenido oportunidad de apretarle las tuercas y encarecerle el liderato, el jefe de filas del Astaná quiso sacudir el asfalto de los Dolomitas, hacer saltar por los aires la nieve reposada en las laderas de Lavaredo y demostrar que sí, que ha sido el más fuerte, que no ha tenido rival en las últimas tres semanas y, por supuesto, que cuando hoy suba a lo más alto del podio será por pleno merecimiento, porque ha sido el que más ha deseado la victoria y el que más ha hecho por conseguirlo. En un Giro marcado por el agua, por las tormentas de nieve, finalmente no ha habido nadie capaz de seguir la estela del Tiburón.
La vigésima etapa volvía a estar modificada. Las complicaciones meteorológicas obligaron a los organizadores del Giro a modificar el recorrido inicialmente previsto. Era una de las etapas reinas, o al menos una de las que escondía más dificultades montañosas. Muchos de los grandes escaladores del pelotón la tenían marcada como la última ocasión de arañar un pedacito de gloria a la presente edición de la corsa rosa. Entre ellos, por ejemplo, los hombres de Euskaltel-Euskadi. A un día de poner punto final al Giro, Lavaredo era una ocasión perfecta para recolectar un triunfo de etapa que justificase su presencia en la carrera italiana. Pero el viernes se conoció que, finalmente, se suprimían los altos de Costalunga, de segunda categoría, San Pellegrino, también de segunda, y Giau, de primera. El único parecido con la primera propuesta era la llegada a las Tres Cimas de Lavaredo, la cota más alta de todo el Giro.
La versión descafeinada de la etapa hizo que los favoritos quemasen kilómetros sin especial tensión, esperando a subir las pulsaciones en el tramo final. Ahí nadie se atrevió a poner en jaque al líder. Con más de cuatro minutos como red, Nibali intimidaba a los Evans, Urán y compañía. Tan superior se veía el siciliano que en cuanto vio la oportunidad, atacó a falta de tres kilómetros para la meta de Lavaredo. Quería ganar. No le valía con ser el mejor del Giro. No le valía con ganar la cronoescalada. Nibali quería entrar en meta, mirando por encima de su hombro y levantando los brazos. Su momento de gloria.
La escapada del día la protagonizó un cuarteto formado por Ermeti, del Androni, Brutt, del Katusha, Hansen, del Lotto, y Popovych, del RadioShack. Saltaron a la aventura en el kilómetro 30 y consiguieron contar con una ventaja de hasta ocho minutos cuando se había disputado la mitad de la etapa. Su esfuerzo solo sirvió para acaparar planos de televisión hasta llegar a las rampas de Lavaredo. De ello tuvo mucha culpa Euskaltel-Euskadi. El equipo naranja tomó la responsabilidad en la cabeza del pelotón durante muchos kilómetros. El equipo de Igor González de Galdeano sabía que era la última oportunidad para hacerse con un triunfo de etapa y, después del buen papel de Samuel Sánchez en la cronoescalada del jueves, querían poner toda la carne en el asador para que el asturiano consiguiese una victoria que sacie las ambiciones del equipo.
Las ascensión del último puerto del Giro hizo honor a lo que han sido estas tres semanas de competición. Si la lluvia y el frío han sido una constante casi en cada etapa, en Lavaredo no podía faltar a la cita la nieve. Mientras los favoritos se vigilaban con respeto en los primeros kilómetros de subida, una intensa nevada dejaba para la historia una colección impresionante de imágenes.
Después de que sus compañeros del Astaná tensasen un poco la carrera, Vincenzo Nibali atacó sin contemplaciones. El envite pilló por sorpresa al resto de ilustres de la general, que se vigilaban entre ellos para terminar de definir el top ten, sobre todo Cadel Evans y Rigoberto Urán, quienes tenían en juego el segundo escalón por solo 10 segundos de diferencia.
El australiano sufrió. Después de defender el segundo puesto durante todo el Giro, en la última ascensión vio cómo era incapaz de seguir el ritmo, no solo de Nibali, sino de Urán, quién se alió con sus compatriotas Betancur y Duarte para revolucionar el final de la etapa. Una vez en meta, Evans explicaría por qué perdió minuto y medio: "Tuve un problema técnico a dos kilómetros hasta el final y me costó el segundo puesto".
Nibali alcanzó la meta en solitario. Buscaba a sus rivales a su espalda, pero no los veía. Su ataque bajo la nieve le dio una ventaja de 17 segundos sobre Fabio Andrés Duarte y dos más sobre Urán. Lavaredo se convertía en el escenario de su segundo triunfo, el que ponía la guinda a un Giro que le encumbra. Hoy pondrá la rúbrica a su segunda conquista en una grande después de la Vuelta a España de 2010. Queda claro que el Tiburón es un depredador que se desenvuelve bien en las largas distancias.
La etapa también sirvió para que Beñat Intxausti conquistase un escalón más en la general, por lo que el ciclista vizcaino terminará hoy el giro en octava posición. Por contra, Samuel Sánchez no encontró dentro de sí mismo sus mejores vibraciones y cedió terreno, el suficiente para perder el décimo puesto de la general. Ahora es décimo segundo.