PAblo y yo nos empezamos a conocer en los entrenamientos de Asegarce y a raíz de ahí congeniamos. Hicimos una muy buena amistad, que ha ido creciendo hasta el día de hoy, en el que le considero mi hermano de sangre. Tenemos una gran amistad y para mí se ha convertido en eso, en mi hermano. Le considero mi mejor amigo dentro y fuera de la pelota, sin duda alguna, y es una persona muy importante para mí. Pablo es de las mejores personas que he conocido, nunca me ha fallado, jamás, y desde que nos conocimos siempre ha estado cuando lo he necesitado. Es un gran tipo.
Nos hemos ayudado mucho mutuamente y eso nos ha hecho llegar a ser grandes amigos y compañeros. De hecho, los dos hemos pasado épocas malas, él tuvo problemas y yo, también. Cuando salió lo de mi enfermedad, él no se quitó de mi lado y es ahí dónde está un buen amigo. Cuando tienes un problema, quieres que esté junto a ti y que te apoye, ahí están los amigos de verdad. Y él lo es.
De cara a la final, le veo que está con mucha confianza y que le llega en buen momento. Está claro que tiene la tensión competitiva que te viene en una situación como esta, pero también tiene mucha responsabilidad porque hay mucha gente que está encima de él. De todos modos, yo pensaba que iba a estar más nervioso, por ahora está bien y veremos cómo lleva esta semana que queda. La misión de los que estamos a su lado será la de reírnos un poco y hablar de todo menos de pelota. Pasar momentos juntos, ir a cenar, a comer o lo que sea, pero no tocar la pelota. Es lo mejor que podemos hacer ahora, hacerle desconectar y que lo pase bien. Además, nos toca disfrutar el domingo. ¡Aurrera Pablo!