Vitoria. El Labrit se convirtió ayer en el escenario de una fiesta pelotazale de la que salió victorioso Oinatz Bengoetxea. El leitzarra se convirtió en el primer finalista de la presente edición del Cuatro y Medio de la LEP.M, un hito al que también aspiraba su oponente, un batallador Pablo Berasaluze que, como premio de consolación, se llevó el cariño de una grada abarrotada que se puso en pie en un par de ocasiones para ovacionar a los dos protagonistas de un choque eléctrico, igualado, muy duro y tremendamente atractivo para el espectador.
Los protagonistas de la primera semifinal de la jaula afrontaron el choque como si fuera el último de sus vidas. A pesar de ser dos veteranos, ninguno de los dos había llegado antes tan lejos en el acotado. Así que la final se presentaba como un objetivo más que goloso para el ganador. Y como había tanto en juego, tanto Pablo Berasaluze y Oinatz Bengoetxea disputaron un partido a tumba abierta en el que ninguno de los dos contendientes se guardó nada. Ni en lo físico y ni en lo técnico. La prueba de que ambos se mostraron fieles a su estilo agresivo y rematador llegó en la primera jugada. El leitzarra ejecutó el primer saque y se apuntó el primer tanto merced a un error de su rival al resto. El berriztarra trató de restar de aire y la pelota murió por debajo de la chapa. Fue el 0-1 y el presagio más que acertado de un enfrentamiento que no defraudó.
Vizcaíno y navarro se enzarzaron desde el comienzo en una guerra de remates y carreras del que nadie salió vencedor. Al menos hasta la igualada a 7. Al menos en lo que se refiere al marcador, ya que de este intercambio de golpes pareció salir más reforzado un Oinatz que se mostró superior en el aspecto físico.
De hecho, fue tras el empate a 7 cuando el leitzarra abrió brecha en el marcador. Lo consiguió después de encadenar seis tantos consecutivos que le dispararon en el electrónico (7-13). Se escapó merced a su acierto con el saque-remate, aunque también gracias a una polémica jugada en la que Berasaluze y su botillero reclamaron un pelotazo de Oinatz al segundo bote. Con 7-9 en el marcador, el vizcaíno ejecutó un gancho que la repetición televisiva desveló que Bengoetxea VI había levantado al segundo bote. Pero la jugada siguió y el tanto cayó del lado del leitzarra. Protestó su rival. También su asesor. Pero la decisión de los jueces no varió. A pesar de la polémica, Berasaluze VIII reconoció al término del choque que la jugada no le descentró. Y lo hizo, seguramente, para no desmerecer en absoluto la victoria de su rival.
El berriztarra parecía agotado, pero se repuso con una jugada antológica, un cruce de remates que finalizó con una dejada al txoko que concluyó con la grada del Labrit en pie. El público aplaudió durante un minuto para rendir tributo a dos pelotaris metidos a gladiadores. Fue el 8-13 y parecía que Berasaluze se agarraba al partido. Pero no fue así. Al menos en ese instante. Bengoetxea VI volvió a meter la directa. Lo hizo sin cometer errores. Con regularidad, buena defensa y mejores piernas. Se escapó otra vez (9-17), pero su rival no se rindió y probó fortuna hasta el 16-18. Arriesgó y le salió bien hasta que una dejada se le escapó a la contracancha. Y con ella también se le marchó el tren del triunfo. Y el de la final.