TONY Azevedo (21-XI-1981, Río de Janeiro) disfruta de una notable carrera deportiva. Considerado como uno de los mejores jugadores de waterpolo en la historia de Estados Unidos, los de Londres son los cuartos Juegos Olímpicos que disputa, habiendo conseguido en Pekín'08 un hito para este deporte en el país de las barras y las estrellas al conquistar la medalla de plata. Pese a representar a un país que vuelca sus pasiones en el béisbol, el pasatiempos nacional, el fútbol americano, el baloncesto y el hockey sobre hielo, Azevedo, apodado The Savior (El Salvador) ha logrado también que su figura sea reconocida más allá de lo estrictamente deportivo. Posee un buen número de patrocinadores y su presencia en todo tipo de publicaciones, deportivas o no, acostumbra a ser habitual. Su trayectoria a nivel de clubes, desarrollada íntegramente en Europa desde que en 2004 se licenciara en la Universidad de Stanford, tampoco ha sido desdeñable y hace varios años llegó incluso a figurar entre los diez jugadores mejor pagados del planeta. Pero todo eso estuvo muy cerca de no ocurrir nunca.

A los cuatro años, Azevedo sufrió un accidente que a punto estuvo de costarle la vida. Mientras jugaba en su casa de Long Beach, Tony sufrió una caída mientras intentaba acceder a una jaula metálica en la que sus padres guardaban sus juguetes, rompiéndose la tráquea y sufriendo también lesiones serias en el esófago. Fue trasladado de urgencia al hospital local y de allí viajó en helicóptero, entre la vida y la muerte, a otro centro médico más avanzado. Cuando entró en quirófano, su corazón se paró. "Estuve más de un minuto y medio muerto", reconocía recientemente en una entrevista televisiva. Finalmente, los médicos fueron capaces de reanimarle y comenzó un largo proceso de recuperación que le mantuvo en la UVI durante seis meses, entrando y saliendo del estado de coma. Cuando los galenos decretaron que su vida ya no corría peligro, sus padres recibieron otro mazazo: según los diagnósticos médicos, Tony no iba a ser capaz de llevar una vida normal. Probablemente iba a tener que vivir conectado a un respirador y la posibilidad de practicar deporte, aunque fuera a nivel amateur, era por aquel entonces una quimera.

Sin embargo, Azevedo desafió todos los dictámenes médicos y consiguió recuperarse completamente. Un milagro, según los propios doctores que le atendieron. "Fueron mis padres los que más sufrieron, ya que yo apenas guardo recuerdos de mi estancia en el hospital. Solo guardo imágenes inconexas. Hace años, mi madre me contó que un día le dije, aún convaleciente, que me había encontrado con una mujer que me había dicho que todo iba a salir bien. Yo no lo recuerdo, probablemente lo soñé. Tengo muy presente la dura experiencia que me tocó vivir y la he utilizado cada vez que alguien me ha dicho que no iba a poder alcanzar algún reto", señalaba en febrero en una entrevista concedida a Sports Illustrated.

Genes de waterpolista En más de una ocasión, Azevedo tuvo que echar mano de esa fe en sus posibilidades para abrirse paso en el mundo del waterpolo. "En el instituto llegaron a decirme que era demasiado pequeño, también que no era lo suficientemente rápido. Y ya ves...", recuerda. Azevedo nació con genes de waterpolista. Su padre, Ricardo, fue un destacado jugador brasileño y guió los primeros pasos en este deporte de Tony, que, de hecho, nació en Río de Janeiro aunque, cuando tenía menos de un mes, se trasladó a vivir a California con el resto de su familia. Una vez que decidió que su deporte iba a ser el waterpolo, su pasión por los Juegos Olímpicos nació en Atlanta'96, certamen en el que, con 15 años, actuó como voluntario. "Me tocó estar sentado detrás del banquillo de la selección española, ayudando en todo lo que necesitaran. Cuando su selección ganó el oro en waterpolo me di cuenta de la trascendencia que aquello tenía para este deporte y lo que supone representar a tu país", recuerda.

Cuando le tocó dar el paso a la universidad, eligió Stanford, centro al que lideró a dos títulos de la NCAA. Posteriormente, llegó una notable carrera profesional que, pese a no tener el reconocimiento de otros deportes mayoritarios, le ha permitido acumular experiencias vitales. "Es, sin duda alguna, lo mejor que me ha proporcionado el waterpolo. No ganamos millones de dólares como los que compiten en otros deportes y no vamos a poder vivir toda la vida de nuestros salarios, pero lo que he vivido todos estos años ha sido fantástico. He entrenado con compañeros que se han convertido en mis amigos, he conocido muchísimos países, he aprendido otras lenguas y he conocido muchísima gente. He acumulado experiencias que jamás podré olvidar porque soy una persona que disfruta viajando y empapándome de la cultura y la comida de los lugares que visito. Todo esto me lo ha dado el waterpolo", recalca. Probablemente, Tony Azevedo lo ha disfrutado todavía más porque, supuestamente, estaba llamado a perderse todo eso si aquellas predicciones médicas se hubiesen acabado cumpliendo.