Colonia. El Atlético de Madrid se quedó nuevamente a las puertas de la gloria europea, y veintisiete años después de perder la final de la Copa de Europa ante la legendaria Metaloplastika serbia, volvió a caer en la final de la Liga de Campeones, tras caer por 26-21, en Colonia, ante otro equipo de leyenda como el poderoso Kiel alemán.

Pese a su reacción final, fruto más del carácter ganador de sus jugadores que de una mejoría de su juego, el Atlético nada pudo hacer por evitar el triunfo del Kiel, que evidenció una vez más su condición de mejor equipo de Europa, en una temporada en la que los de Alfred Gislason tan sólo han perdido un encuentro en competición oficial.

La irrupción del portero francés Thierry Omeyer, dispuesto a reclamar su cuota de protagonismo en la gran final, resultó letal para el conjunto de Talant Dujshevaev. Lo mismo que el checo Filio Jicha, que despertó de letargo en el que vivió durante toda la primera mitad con dos goles casi consecutiva que elevaron la renta de los alemanes a unos ya casi insuperables cinco goles (19-14) a poco más de diez minutos para el final. Mención especial mereció un arbitraje casero.