ESPAÑA Pau Gasol (26), Rudy (2), Navarro (14), Calderón (8) y Marc Gasol (20) -equipo inicial-, Reyes (4), Ricky (2), San Emeterio (2), Llull (2), Claver (2), Sada (1) e Ibaka (1).

SERBIA Teodosic (6), Tepic (8), Keselj (3), Krstic (12) y Macvan (6) -equipo inicial-, Paunic (3), Bjelica (4), Markovic (1), Savanovic (11), Perovic (5) y Marjanovic.

Parciales 23-14, 20-18, 27-17, 14-10.

Árbitros Fabio Facchini (ITA), Spyridon Gontas (GRE) y Apostolos Kalpakas (SWE). Sin eliminados.

Pabellón Siemens Arena de la capital lituana ante unos 4.000 espectadores.

La selección española de baloncesto se encuentra desde ayer un paso más cerca de la medalla de oro que todo el mundo le había adjudicado antes de que arrancara el Eurobasket y algunos han querido después poner en entredicho. No existe ningún equipo en este torneo, ante la ausencia de Estados Unidos, que pueda plantarle cara. El principal rival de España, como ha quedado claro en los primeros diez días de competición, es España. Cuando los pupilos de Sergio Scariolo quieren, cuando afrontan las citas con la motivación suficiente, siembran las cunetas de cadáveres. Lo hicieron ante el anfitrión, Lituania, y lo repitieron ayer ante Serbia, otro de los combinados que habían presentado candidatura a luchar por todo. Guiada por los hermanos Gasol, tiranos bajo los aros, imparables, la selección española recobró su mejor versión y mandó un mensaje al resto de meritorios.

Atrás quedan ahora las dudas que generó su juego en los primeros partidos y en la derrota frente a Turquía. Este equipo necesita oler sangre, vislumbrar un contrincante de nivel, para elevar la intensidad y sacar las garras. Ayer lo hizo desde el salto inicial. La pujanza de esta prometedora Serbia, un equipo con un esplendoroso futuro por delante, despertó el instinto asesino del actual monarca europeo, que tenía cuentas pendientes por saldar y se apoyó en la insultante tiranía de los Gasol bajo los aros para hacerse con una ventaja que ya no haría más que crecer.

Dos canastas consecutivas de Pau, seguidas de dos robos que presagiaban la espectacular actividad defensiva que iba a mostrar el equipo de Scariolo, fijaron las coordenadas que iban a regir los designios del duelo. Poco importó que el pívot de los Lakers cometiera su segunda personal cuando apenas habían transcurrido tres minutos de juego. España tenía claro el guión. Ayer quería ganar. Y ganó. Así de fácil.

Da lo mismo que el rival, su verdugo en el pasado Mundial, dispusiera de un interesante y polivalente elenco de jugadores, que el lanzamiento exterior siga ofreciendo menos réditos de los esperados y que pueda gustar más o menos la gestión del banquillo. Todo eso importa poco cuando a este grupo irrepetible de jugadores, seguramente una de las mejores selecciones de la historia del baloncesto europeo, se le despierta el apetito. Sobre todo si al frente de todos ellos se encuentra un jugador como Pau Gasol, que ha sido capaz de ganarlo casi todo, que va de cabeza hacia el MVP del campeonato y que se divierte jugando junto a su hermano menor.

El Eurobasket de Lituania se ha convertido en territorio de los Gasol. Ayer se bastaron para arruinar cualquier esperanza de victoria serbia. No puede negarse que tácticamente el equipo sigue dejando mucho que desear, sobre todo en los ataques estáticos. Lo que pasa es que goza de un dominio tan abrumador cerca de los aros, donde de verdad se deciden los partidos, que el resto queda un tanto eclipsado. Y más aún si, como sucedió ayer, la defensa funciona y aumentan las posibilidades de correr la cancha.

España remató a Serbia gracias a la letal efectividad ofensiva de Pau y Marc, con la siempre inestimable colaboración de un Juan Carlos Navarro que reserva sus mejores actuaciones para los duelos definitivos, como casi siempre. Entre los tres anotaron 60 de los 84 puntos que sumó el equipo. Pero la realidad es que el partido, como tantas veces en este deporte, quedó sentenciado atrás, con el espectacular despliegue coral que realizaron los pupilos de Scariolo en defensa.

España asfixió a Serbia. Con enormes dosis de intimidación en la zona y una excelente lectura del juego para controlar las líneas de pase, el equipo se amoldó al plan inicial de su técnico. Por fin se vio lo que quiere Scariolo y lo que puede llegar a ser. Sólo queda comprobar si la motivación se convierte definitivamente en una seña de identidad del gran favorito o si aparece de manera discontinua en función del rival de turno.