vitoria. Nuevo récord del mundo batido. Con un tiempo de 14:34.14, el nadador chino Sun Yang consiguió rebajar ayer, en la final los 1500 metros libres de los Campeonatos del Mundo de Shanghai, el récord de 14:34.56 que ostentaba el australiano Grant Hackett desde los Mundiales de Fukuoka (Japón) el 29 de julio de 2001, y que tenía el honor de ser el más antiguo en la tabla de la Federación Internacional de Natación (FINA).
En la final de la modalidad disputada ayer, Sun Yang logró tocar el muro en primera posición, seguido del canadiense Ryan Cochrane, que lo hizo en segundo lugar con 14:44.46, y del húngaro Gergo Kis, que acabó tercero con un tiempo de 14:45.66. De esta manera, el nuevo récord mundial rebajado por el nadador asiático se convierte en el segundo que se logra batir desde que en enero de 2010 entrara en vigor la nueva normativa de la FINA, que decidió prohibir los bañadores fabricados con derivados del plástico. El objetivo de esta modificación fue claro y contundente. Se intentó de este modo limitar y reducir, en la medida de lo posible, los más de cien récords mundiales batidos durante los años 2008 y 2009. Aún así, y a pesar de los numerosos récords rebajados durante esos dos años, hubo uno que resultó inexpugnable, el de los 1.500 de Hackett, que siguió en lo alto de la tabla sin que, hasta el día de ayer, nadie pudiera con él.
otros récords Después de los dos años de continuas nuevas marcas que rompían con prácticamente todo lo cosechado hasta entonces, el primer récord batido a partir del cambio de normativa en enero de 2010 fue el de los 200 estilos. El artífice fue el estadounidense Ryan Lochte en estos mismos campeonatos del mundo celebrados hasta el día de ayer en Shanghai, y en los que el de Nueva York ha logrado cinco medallas de oro.
Por otro lado, cabe destacar que la última mejor marca mundial antes de la prohibición la cosechó el brasileño César Cielo el 18 de diciembre de 2009. Ahora, la amable sombra del honor acompañará a Sun Yang, quien tras su éxito de ayer, ocupa ya un lugar en la historia reciente de la natación.
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Con Ryan Lochte, como ocurre con muchos de los genios del deporte, uno nunca sabe a lo que atenerse. Sobrado de condiciones y aptitudes para la natación, su actitud hacia la competición ha sido muchas veces, según los expertos, demasiado disoluta. Es duro decir esto de una persona que entrena seis horas al día durante seis días a la semana, pero ni él mismo lo niega. "Mentiría si dijera que soy una persona seria, porque no lo soy. Me encanta divertirme. Recuerdo que cuando era más joven me saltaba los entrenamientos de natación si veía que en la playa había buenas olas. Yo soy así y las cosas no me han ido mal con esa filosofía. Si estuviera todo el díapensando en la natación me volvería loco", ha dicho alguna vez este neoyorkino afincado en Gainesville (Florida). Sin embargo, él mismo acostumbra a añadir que "cuando entro a una piscina a competir me convierto en el Ryan Lochte nadador".
Pues bien, el Ryan Lochte nadador ha alcanzado, a sus casi 26 años (los cumple el miércoles), un nivel de madurez que le ha convertido en el monarca absoluto de los Mundiales de Shanghai que concluyeron ayer. Hasta su íntimo amigo Michael Phelps, siempre más pendiente de los Juegos Olímpicos que de los Mundiales, ha tenido que rendirse a la eclosión de un nadador que ha abandonado este evento con cinco oros (200 libre, 200 estilos, 400 estilos, 200 espalda y el relevo 4x200 libre) y un bronce, el del 4x100 libre. Con este botín, Lochte cuenta ya en su palmarés con 41 medallas en eventos mundialistas -22 de ellas en piscina corta-, algo nunca visto en ninguna modalidad deportiva. Además, con su plusmarca mundial en la prueba de 200 estilos, el estadounidense acabó con la sequía de récords en la que se encontraba sumergida la natación desde la controvertida decisión de la FINA de prohibir los bañadores fabricados con derivados del plástico.
Aseguran los que le conocen bien, esos mismos que creen que si en lugar de nadador fuera jugador de fútbol americano tendría su propio reality show en prime time en la televisión estadounidense porque rebosa carisma en cada una de sus apariciones públicas, que Lochte nunca se había preparado con mayor profesionalidad para un campeonato que, sin embargo, cerca estuvo de no poder disputar como consecuencia de un accidente de moto sufrido el pasado mes de junio, algo que no es un hecho aislado en su carrera. "Tengo la tendencia de sufrir accidentes en las vísperas de una gran competición, por lo que no fue un shock para mí. Además, acostumbro a recuperarme rápido", dijo a su llegada a Shanghai sin perder en ningún momento su sentido del humor. Y eso que su currículum en este apartado tiene miga. En 2007 sufrió otro accidente de moto antes del Mundial, en 2008 se torció un tobillo jugando con su perro poco antes de los trials estadounidenses previos a los Juegos Olímpicos de Pekín y apareció con heridas en ambas piernas en los Mundiales de piscina corta de Manchester tras caerse practicando skateboard, un año después tuvo que ser operado de una pierna por una lesión sufrida como consecuencia de su pasión por el break dancing...
Así es Ryan Lochte, un nadador distinto que, además, demuestra que se puede ser amigo de un rival deportivo. Su relación con Michael Phelps es íntima y cercana. Ambos comparten su pasión por el hip-hop, los coches caros y las mujeres y raro es el día que no comparten un buen puñado de mensajes de móvil, todos ellos con el mismo arranque, young Jeezy says jeah (Young Jeezy dice sí), en honor a su rapero favorito, Young Jeezy. El genio de Baltimore, algo más tímido, disfruta con las ocurrencias de su compinche, que van desde escribir en su página de Facebook que "voy a sentarme en el bus" cada vez que necesita visitar el cuarto de baño a responder en una rueda de prensa sobre los bañadores mágicos que él estaba dispuesto a volver a la prehistoria de la natación y nadar como Dios le trajo al mundo, lo que provocó un ataque de risa de Phelps, sentado a su lado, que le llevó incluso a tener que tapar su cara con una toalla. Su amistad sólo se interrumpe cuando compiten en la piscina -"hay otros nadadores que cuando compiten contra Michael se limitan a luchar por la segunda posición. Yo no soy así, yo estoy seguro de que puedo ganarle, pienso así en cada carrera en la que tomo la salida y no me importa quién esté en el resto de calles"-, pero una vez que la prueba concluyese buscan para felicitarse sea cual sea el resultado.
Bromista nato Lo que ocurre con Lochte, hijo de un monitor de natación que ha sido el verdadero motor de su carrera deportiva, es que entiende el deporte y la vida desde el punto de vista de la pasión. "Si no disfruto de la vida, no estoy contento; si no disfruto de la natación, tampoco", ha dicho en más de una ocasión, demostrando, sobradamente además, con hechos que ambas facetas pueden coexistir. Fan incondicional de Los Simpson, del voley playa femenino y del rapero Lil Wayne, enganchado al skateboard y al surf, Ryan es un tipo peculiar, un maniático del orden -en sus armarios la ropa está dividida por colores, no por prendas- y, ante todo, un bromista nato. Así, Phelps ha necesitado tiempo para darse cuenta de que cuando su amigo le envía un SMS diciendo que "estoy bajando al Punto G" no es que esté disfrutando de la compañía de alguna chica sino que lo que está haciendo es dirigiéndose a Gainesville, su cuartel general de operaciones y lugar de entrenamientos.
Pocos se salvan de las ocurrencias de este joven que "de niño solo quería coger olas con una tabla de surf y meterme en problemas". Hace años, convenció a un grupo de amigos de la Universidad de Florida, lugar donde entrena y donde obtuvo una licenciatura en Dirección Deportiva, para atacar un concierto al aire libre que se celebraba en el campus. Todo salió muy bien hasta que la aparición de la Policía terminó con la juerga y Ryan y sus amigos tuvieron que arrojarse a unos arbustos para no tener que acabar dando explicaciones en alguna comisaría.
Ni su novia se salva de su pasión por reirse del prójimo. Así, meses antes de los Juegos Olímpicos de Pekín, Lochte no tuvo mejor idea que dejar una bolsa llena de excrementos frente a la puerta de su casa, le prendió fuego, tocó el timbre y salió corriendo. Aún tuvo tiempo para oir los gritos de su pareja, que intentó apagar las llamas y se encontró pronto manchada por algo que no olía precisamente a rosas.