Tyler Farrar (Garmin)4h.40:21

Romain Feillu (Vacansoleil)m.t.

José Joaquín Rojas (Movistar)m.t.

GENERAL

Thor Hushovd (Garmin)9h46:46

David Millar (Garmin)m.t.

Cadel Evans (BMC)a 1''

Etapa de hoy, 4ª: Lorient-Mûr-de Bretagne, 172 kms. ETB-1, Teledeporte y Eurosport, 15:00 h.

redon. Cada día empieza un Tour. Pero hay días que nunca acaban. El del sábado, por ejemplo. En Olonne-Sur-Mer, donde suda el suelo y el aire es irrespirable, Contador y Samuel Sánchez son los que peor pasan la resaca del fin de semana. El sol les pica más que a nadie, las avispas les incordian más que a nadie y los periodistas les preguntan más que a nadie. De momento, son los derrotados. Un campeón acorralado y un aspirante desorientado. Carnaza. "Hay que pasar página y pensar en lo que viene. No estamos en la etapa 18, sino en la tercera. Y yo no me rindo, eso no es propio de los deportistas", dice Samuel. "Estos días se hablará de muchas cosas", responde el madrileño cuando le preguntan si está ya pagando los excesos del Giro; "y lo entiendo porque son etapas llanas en las que no hay muchos temas y algo hay que escribir". Sugirió Contador que se hablara de un Tour diferente para él, que nunca había empezado de esta manera, desde la retaguardia, vencido, lo que, aparte de novedoso, es también una motivación para el ciclista del pelotón que más se crece ante la adversidad, al que mejor le sienta eso de los retos . Ahora tiene uno bueno: ganar un Tour que muchos creen que tiene perdido. Emocionante. Puede, incluso, que así reconquiste el difícil corazón de la Francia ciclista.

Se podría escribir sobre un Tour diferente si no fuera porque hay cosas que nunca cambian. Porque cada día el Tour tropieza con los mismos tópicos. Mientras sea ciclista, siempre habrá un Cavendish que llene de entretenidas letras negras las aburridas hojas blancas de los comunicados del jurado. Ayer le volvieron a sancionar. "Me siento perseguido", dice. Claro. Tiene imán para las broncas. Le persiguen. Y si no, las monta. Como la del sprint intermedio de Saint-Hilaire de Chaleóns, a casi cien kilómetros de meta y luchando por los puntos para el maillot verde.

Cavendish es un gallo de pelea. No se arruga. El sprint es su corral. Ayer le sacó los espolones a Hushovd, el maillot amarillo y campeón del mundo que le saca tres cuerpos. Enfrentaron sus codos y salieron chispas. Y como eso no era suficiente para apartarle de su camino, acabó propinándole un cabezazo al noruego. Eso sí le amedrentó. Así se disparó para ganar el sprint del pelotón. Luego los jueces escribieron lo de siempre en la hoja blanca: Cavendish descalificado. Hay quien dice que tienen un sello con esas dos palabras. Hushovd, quizás por repartir las culpas, también fue sancionado.

La etapa subía hacia Bretaña, la tierra de Hinault y los tipos duros, pasando por el puente de Saint-Nazaire, una maravilla arquitectónica que vuela en parábola por encima del Atlántico. Hace años, Armstrong casi hace descarrilar allí al US Postal en la crono por equipos cuando soltó gas en la subida y sus chicos tuvieron que rogarle que levantara el pie. Es un lugar peligroso. Abierto por las cuatro esquinas, lo gobierna el viento musculado del mar. Todos los sabían. Y todos iban con las orejas tiesas. Contador al frente, bien colocado y arropado, y Samuel muy atento, como si a ambos les hubiesen leído la cartilla. Madrileño y asturiano no tienen ya margen de error y los demás no quieren perder lo ganado. Un tesoro. Pero siempre hay alguno… Basso esta vez. El italiano salió de Saint-Nazaire rezagado. ¿Un despiste? ¿Iván no está bien y le desvistió hasta un puerto de cuarta? No, lo de siempre en el Tour; una caída antes de subir hacia el puente le castigó. Al otro lado del río, volvieron las aguas a su cauce.

Saint-Nazaire es un puente majestuoso y un puerto de referencia. Allí atracaron algunos de los barcos vascos que huían de la guerra con las bodegas llenas del llanto de los niños, las mujeres y los ancianos. Rubén Pérez, también escapaba del fuego que el fin de semana casi calcina a su equipo, Euskaltel-Euskadi. "Hemos empezado mal el Tour y había que intentar darle la vuelta porque ese no es nuestro sitio". Se embarcó junto a José Iván Gutiérrez, Maxime Bouet, Niki Terpstra y Michael Delage en el primer kilómetro. A dar la cara. Pero se encontró con el enemigo indeseable: el viento. Silbaba de frente. "Es lo que nos ha matado". Cuando las cosas se tuercen… Resistieron hasta que quedaban diez kilómetros de meta. "Tratamos de jugar con el pelotón; así que cuando ellos apretaban, nosotros levantábamos el pie. Y cuando ellos bajaban el pistón, nosotros apretábamos". Ni así.

el htc se descuadra El pelotón lo había enfilado el HTC, un engranaje tan preciosista que si una pieza falla la maquinaria salta por los aires. Los cálculos decían que Eysel, una de las piezas clave, tenía que cortar el viento hasta cruzar el puente sobre el Loira, a tres kilómetros de meta. Se retiró antes y descuadró al equipo. Tony Martin le reprendió. Inútil. Eysel había sacado el intermitente y ya no escuchaba. Un ataque de Hondo y un repecho a dos kilómetros hurgaron en la herida. El HTC se desarmó. Le sacó de la pista el Garmin, que ha encontrado el camino. El domingo ganó su primera etapa en el Tour, la crono por equipos que anhelaba su patrón, Jonathan Vaughters, y ayer catapultó a Farrar, el amigo de Wouter Weylandt, en el primer sprint de la carrera francesa. Hushovd, líder del Tour, hizo de liebre. "Qué lujo ¿eh?", le dijeron a José Joaquín Rojas, el murciano del Movistar, que fue tercero y eso le condujo hasta el maillot verde. "¿Lujo? Yo tengo a Ventoso, que es un monstruo, y con él me sobra". Sobrado está Hushovd. Tanto, que espera retener el maillot de líder, pese a Gilbert o Evans, en el Muro de Bretaña, el Alpe d'Huez bretón, dos kilómetros que no llegan al 7% de desnivel donde hoy acaba otro día y, quizás, empiece otro Tour.