EL dolor es un pegamento poderosísimo. Une. Aunque sea por Whatsapp. Tras la muerte de Tondo en aquella trágica mañana de mayo en Sierra Nevada, a Beñat Intxausti le llegó uno muy intenso. Palpitaba. Decía: "Cuando te vea te voy a decir dos cosas que me dijo mi madre tres minutos antes de morir". Era un amigo. Los testamentos orales exhalados junto al último aliento se quedan tatuados en el alma. Son imborrables. Sin saberlo, Tondo le dejó al vizcaino un legado aquellos días de mayo que pasaron por los tejados de Granada afilando las piernas para el Tour. "Me dijo que tenía y que podía ganar el maillot blanco al mejor joven. Y que cuando lo ganase le tenía que dar uno para que lo llevase cuando entrenara por su pueblo". El legado es ahora el faro de Beñat. Su motivación. Debutó ayer en el Tour y lo único que quiere es llegar a París. Pero sueña con el maillot blanco que le pidió Tondo.
Fue antes de que el cuerpo del catalán se quedara inerte, sin vida, en el suelo frío del garaje del bloque de apartamentos de Sierra Nevada. Sacaban el coche, una Renault Space, marcha atrás cuando escucharon un ruido, probablemente un golpe con la puerta metálica, y ambos salieron. Ocurrió todo en un instante. Apenas pasaron diez segundos desde que Tondo abrió la puerta del coche y sacó la cabeza. En el siguiente fotograma estaba tendido en el suelo, muerto. La histeria, la llamada a José Joaquín Rojas, que esperaba abajo en Granada junto a Valverde, la incredulidad, el desconsuelo, dio paso, minutos después, a una escena delicadísima. Beñat subió a la habitación que compartía con Tondo, se sentó en la cama y observó a su alrededor. Vio la ropa de Xavi, sus zapatillas, sus cosas, su maleta, su vacío y le entró una congoja insondable. Sentía que se asfixiaba. Quiso salir de allí. Huir. Telefoneó a un amigo y por la noche estaba en su casa de Amorebieta. Lejos de Sierra Nevada. Pero cerca. Con él había viajado la pena. La imagen del cuerpo de Tondo tendido en el garaje.
paralizado Esa visión le paralizó. Durante dos semanas no tocó la bici. Ni siquiera se movió. Vacío. "No tenía ganas de nada. Me pasaba el día y la noche pensando en lo que había ocurrido. A veces me quedaba quieto, como ido. Estaba pero no estaba". Hundido. En el pozo. Allí no hay luz. Ni ganas de verla. Dos días antes de la Dauphiné Liberé llamó a Eusebio Unzue y le dijo que no estaba para correr. "No puedo Eusebio". El navarro le insistió. Pensaba, por un lado, que Beñat necesitaba ponerse un dorsal, meterse en la rutina, distraerse para empezar a salir del bache; por otro, quería que corriese en Francia antes del Tour. Pero en el Tour no pensaba entonces el vizcaino. Ni siquiera se veía con fuerzas para correrlo. "No quería ir. No fue hasta que llegué de Dauphiné cuando volví a pensar en ello". Quedaban dos semanas y se había perdido todo el trabajo hecho. "Pero había recuperado la motivación. Fue algo espontáneo. Nadie ni nada me forzó. Cuando tuve que estar abatido lo estuve. No quería ir contra natura".
El tiempo es la mejor aspirina para el dolor del alma. "Yo me convencí poco a poco", dice Beñat. "Aún está en el camino", sostiene Unzue, a quien le hablan de la dureza del Tour, la carrera que hace de los hombres ciclistas o de los ciclistas hombres, y piensa que, quizás, eso no sea nada con el momento que atraviesa Intxausti. "El puerto más duro del Tour", señala, "es esta época que vive Beñat en la que lucha por poder convivir con aquella imagen tan horrible que se le ha quedado grabada en la mente. Eso marca de por vida, y más a alguien como él, que retiene mucho los recuerdos, que es sensible".
la familia movistar Del pozo nadie sale solo. Beñat tampoco. "Tanta desgracia -la muerte de Tondo, las caídas, la grave situación de Mauricio Soler tras su accidente en Suiza- ha hecho que el equipo esté más unido". La familia. "La implicación y la actitud me maravillan. Los ciclistas, todo el equipo, han sabido sobreponerse y responder en una situación complicada en la que la gloria y la miseria conviven demasiado cerca", expone Unzue, que cree que Intxausti dio un paso enorme de autoconfianza con el buen Campeonato Estatal que realizó el pasado domingo en Castellón. "Aquello demuestra que está avanzando. Ya comienza a ser él. ¿El Tour? Estos días nos van a descubrir hasta dónde puede llegar, pero para él ahora todo es nuevo. No tiene experiencia. Ni siquiera como espectador".
Intxausti no fue aficionado de cuneta. "Jamás he ido a ver el Tour". Pero se pasaba las tardes de julio pegado al televisor. "La imagen que más recuerdo es la de Armstrong y el amarillo". Él ahora quiere el blanco de mejor joven. "Pero como mínimo están por delante Gesink y Urán. Es un sueño". Una ilusión. Se lo pidió Tondo.