MADRID. Con 75 años recién cumplidos, Blatter demostró su fuerza en una organiación a la que pertenece desde hace 36 años y en la que ha sabido manejar profundas crisis de credibilidad como esta última, que ha dejado en el camino al catarí Mohamed bin Hamman, el único dispuesto enfrentarse a él en estas elecciones.
Octavo presidente de la FIFA, Blatter llegó a la presidencia el 8 de junio de 1998, como relevo del brasileño Joao Havelange después de 23 años. La experiencia junto a éste y los 36 años que lleva en la casa le han convertido en uno de los directivos más influyentes, que desde 1999 es miembro del Comité Olímpico Internacional (COI).
Futbolista aficionado, entrenador, atleta y licenciado en Economía y Administración de Empresas por la Universidad de Lausana y con grado de coronel del ejército suizo, "Sepp" Blatter (Visp, 1936) cumplió 75 años el 10 de marzo.
Gran diplomático y dominador de 5 idiomas -inglés, francés, español, alemán e italiano-, Blatter inició su carrera profesional en 1959 en la Oficina de Turismo de Valais -su región natal-, y en ella incluye la secretaría general de la Federación Suiza de Hockey Hielo y el ejercicio del periodismo.
Fue relaciones públicas de Longines y director de Sports Timing (1968-75), puesto por el que participó en la organización de los Juegos de Munich'72 y de Montreal'76.
En verano de 1975 tuvo su primer contacto con la FIFA tras la llegada a la presidencia de Joao Havelange. En poco tiempo logró su confianza y en 1981 el brasileño le designó secretario general.
Aunque pensaba salir de la FIFA junto a Havelange, varias federaciones le animaron a optar a la presidencia contra el sueco Lennart Johansson -entonces presidente de la UEFA-, al que ganó.
Antes de ser reelegido hoy en Zúrich, Blatter ha superado momentos difíciles y otras dos elecciones. La primera, en vísperas del Mundial 2002 en Seúl, inmersa en otra enorme polémica en la que chocó con la oposición de cinco de sus vicepresidentes.
La inició quien hasta entonces fue su hombre de confianza, el secretario general, Michel Zen-Ruffinen, declarado recientemente persona non grata para la FIFA en el escándalo creado por la elección de los mundiales de 2018 y 2022, que le acusó de corrupción.
Blatter respondió con autoridad en las urnas y conservó la presidencia con 139 votos de los 197 posibles frente a los 56 de su único rival, el camerunés Issa Hayatou, aún vicepresidente de la FIFA.
El resultado le permitió gobernar sin oposición, retrasar un año la fecha de las siguientes elecciones para no coincidir con el Mundial de Alemania 2006 e iniciar en 2007 su tercer mandato.
El éxito de su arriesgada apuesta por Sudáfrica para el Mundial de 2010 y el crecimiento y la solvencia de la FIFA frente a la crisis económica mantuvieron calladas las pocas voces discordantes hasta la elección de las sedes de los mundiales de 2018 y 2022.
Las sospechas de corrupción sobre los que debían votar, aireadas por la prensa inglesa, llevaron a la suspensión de dos miembros del Comité Ejecutivo que optó por Rusia y Catar, en desprecio a países como Inglaterra, España/Portugal o Estados Unidos y en clara opción por un orden mundial con más peso del dinero que del fútbol.
Hace dos meses Blatter conoció que el catarí Mohamed bin Hammam, hombre fuerte de Catar 2022 y miembro del Ejecutivo de la FIFA, se atrevía a pugnar con él por la presidencia.
Tras una campaña electoral normal en apariencia, el Comité Ético de la FIFA suspendió provisionalmente a Bin Hammam hace tres días ante la denuncia de otro integrante del Ejecutivo, el estadounidense Chuck Blazer, por posible compra de votos del catarí.
Bin Hammam pidió que se investigara también a Blatter, por no hacer nada para evitar posibles sobornos, pero el Comité Ético, creado por el propio Blatter, no encontró evidencias de ello. Su cuarto mandato acaba de empezar.