LA NBA todavía se sonroja cuando recuerda lo ocurrido el 19 de noviembre de 2004 en Auburn Hills, la cancha de los Detroit Pistons. Una dura falta de Ron Artest, por aquel entonces en los Indiana Pacers, sobre Ben Wallace desembocó en una trifulca entre los jugadores de ambos equipos que, posteriormente, se extendió a la grada cuando el propio Artest subió al patio de butacas para ajustar cuentas con un aficionado que le había lanzado un vaso lleno de bebida. Un total de nueve jugadores fueron sancionados y la peor parte se la llevó el alero de los Pacers, que no pudo volver a jugar ese año siendo víctima así del castigo más severo decretado en la historia de la Liga por una infracción cometida en una cancha.

Éste es, sin duda alguna, el cortocircuito más sonoro sufrido por un jugador cuya trayectoria profesional ha transcurrido íntimamente ligada a la polémica. En sus once años en la Liga, Tru Warier (el guerrero verdadero) ha dado tanto que hablar por su juego como por el hecho de haber reconocido sus problemas con la bebida (admitió que en su año de novato en las filas de los Bulls bebía cognac Henessy en los descansos), por sus broncas con jugadores y técnicos rivales, por pedir un mes libre en Indiana para promocionar su disco de rap o por las denuncias de violencia doméstica sufridas en 2007, cuando jugaba ya en Sacramento. En su último año en los Lakers, su fuerte carácter se atemperó y se convirtió en pieza principal en la conquista del anillo (se lo dedicó, entre otros, a su psiquiatra) y hace unos días Artest, el guerrero, decidió quitarse la coraza y se sinceró en una entrevista concedida a ESPN en la que habló sin tapujos sobre su polémico pasado, su ya superada adicción a la bebida y sus supuestos problemas mentales.

"¿Qué es estar loco? Si me lees en mi Twitter puedes pensar que estoy un poco loco o que simplemente tengo un peculiar sentido del humor. En la cancha puedes pensar que estoy un poco loco o que simplemente juego realmente duro. Fuera de la cancha puedes pensar que estoy un poco loco o simplemente que vengo del ghetto. Tienes que decidir. Ha habido veces que he hecho cosas locas, pero no creo que esté loco, simplemente crecí en un mundo loco", asegura como declaración de intenciones antes de introducirse en los complejos vericuetos de su extrema personalidad.

"Hay un historial de enfermedades mentales en mi familia. Mi tía está ingresada en un hospital ahora mismo y ha tenido sus mejoras y sus recaídas. Yo también he tenido lo mío. La primera vez que visité a un doctor tenía trece años y me estaba metiendo en muchos problemas. Cada vez que veía que yo o cualquier otro era víctima de una falta de respeto empezaba a pelearme. Creo que todos mis problemas son fruto de lo que viví de niño, como el divorcio de mis padres o el hecho de vestir ropa fea. Sufrí tanto maltrato por parte de otros niños entre los once y los doce años que luego fui yo el que me convertí en el maltratador, no quería que nadie se metiera conmigo nunca más. Y así ha sido".

ALCOHOL Y BALONCESTO Artest no rehuye ninguna pregunta y no duda en reconocer que durante muchos años tuvo problemas con el alcohol. "Empecé a beber con quince años y a los 16 ya se había convertido en un hábito. Cuando los Bulls me draftearon podía estar todo el día en casa bebiendo y por la noche ir a jugar el partido. Lo dejé mientras jugaba en Sacramento y estoy seguro de que no hubiera cometido muchos de mis errores si no hubiese bebido. La cuestión es: ¿estaba loco o era el hecho de no estar sobrio lo que me impedía tener la mente clara?", destaca, al tiempo que reconoce que su tabla de salvación fue la medicina y el toque de atención definitivo, sus problemas conyugales. "Empecé a darle la vuelta a la situación cuando estaba en Sacramento, justo cuando tuve un problema doméstico con mi mujer. No voy a especificar nada, pero el juez me dijo que tenía que tomar algunas clases, que tenía que cambiar mi vida. Al principio estaba furioso, pero tomé unas clases sobre el matrimonio y la profesora fue increíble, me convertí en mejor marido. Luego tomé otras sobre paternidad y me convertí en mejor padre. También me enseñaron a controlar mi ira y eso también mejoró. Me convertí en mejor persona, me convertí en un adicto del asesoramiento. Es por ello por lo que cuando me marché a Houston lo primero que hice fue buscar un psiquiatra, y es así como encontré a la doctora Santhi Periasamy. Ella es la doctora a la que le dediqué mi anillo con los Lakers. De ella aprendí que cada vez que hablábamos de mis problemas (en casa, en mi vida...), todo se originaba en el baloncesto. Es por ello por lo que empezamos a hablar de mi tiro, de mis movimientos y de cómo toda la presión que yo me imponía acababa interfiriendo en otros aspectos de mi vida. Me di cuenta de que una discusión con mi mujer tenía como origen un mal partido y que tenía un mal partido porque el entrenador me ponía nervioso. Al final me llevaba esos problemas a casa, era un círculo vicioso. Santhi me dijo: "Soluciona tus problemas en la cancha y solucionarás todo lo demás". Ahora puedo controlar la presión, la ansiedad, el calor de los aficionados y de los medios de comunicación, ya no me perturba nada de eso".

Destaca también Artest que "he madurado en la cancha, ahora soy capaz de controlarme. Si me hacen una falta, digo lo que tenga que decir y me marcho de allí. No me importa que me vuelvan a dar. Si me pegan en la cara, simplemente sigo con lo mío. En las finales Tony Allen me golpeó en el rostro, pero yo no tenía tiempo para él. Eso sí, si eres una estrella y optas por el trash talking, yo te responderé. Estoy acostumbrado a que me llamen psicópata".