OCHENTA y dos millones de personas contra Boateng". Así se llama el grupo de Facebook abierto por los aficionados de la selección alemana después de ver cómo el pasado 15 de mayo, en la final de la Copa inglesa entre el Chelsea y el Portsmouth, Michael Ballack, su gran capitán, abandonaba el césped de Wembley cojeando y con los ligamentos del tobillo derecho destrozados, lo mismo que sus sueños de disputar el Mundial. Clamaban los incondicionales de la Mannschaft contra la brutal entrada de Kevin Prince Boateng, que para más inri había sido hasta hace bien poco uno de los suyos, un jugador que pese a haber anunciado su decisión de disputar el Mundial con Ghana nació en Berlín y se formó en las categorías inferiores del combinado germano, donde fue una de sus mayores estrellas. Aquel 15 de mayo, este centrocampista de 23 años se convirtió en el enemigo público número uno de 82 millones de alemanes y de una selección a la que se enfrentará hoy con un puesto en los octavos de final en juego. Además, para añadir más pimienta al asunto, Kevin Prince se encontrará en el otro lado del cuadrilátero con su hermanastro Jerome, con el que apenas tiene relación desde aquel 15 de mayo.
La de los hermanos Boateng no es una historia aislada en la Alemania de hoy en día, cuya selección absoluta se nutre de descendientes de inmigrantes como Mesut Ozil o Sami Khedira. Ambos son hijos de un ghanés que llegó a Europa en busca de mejores condiciones de vida aunque sus madres son distintas, lo que hizo que sus infancias fuesen diametralmente opuestas. Pese a nacer los dos en Berlín, Jerome creció en Charlottenburg, un barrio acomodado, mientras que Kevin Prince, cuyo abuelo materno es primo del mítico Helmut Rahn, el hombre que marcó para Alemania el gol decisivo en la final del Mundial de 1954, lo hizo en Wedding, un suburbio pobre en el que, como a él le gusta reconocer, "sólo se puede ser traficante de drogas, gángster o futbolista". Esa juventud en un barrio marginal cinceló el carácter temperamental de Boateng, al que le gusta que le llamen The Ghetto Kid (el chico del ghetto), imagen que ilustra con sus trece tatuajes, al tiempo que comenzó a forjar la carrera de un centrocampista de gran técnica y amante de las florituras con el balón que no tardó en llamar la atención del Hertha de Berlín, que le incorporó a sus categorías inferiores, lo mismo que hizo con Jerome, dos años menor, pocos meses después.
Carácter complicado El prometedor Kevin Prince no tardó en despuntar. Se hizo un habitual de las categorías inferiores de la Mannschaft y pese a protagonizar varios actos de indisciplina -se dice que sus ex técnicos sugirieron que no fuera convocado por la absoluta por su complicado carácter, lo que le hizo decantarse por Ghana- también logró acceder al primer equipo del Hertha, el cual decidió abandonar el verano de 2007 por discrepancias con el cuerpo técnico. Con 20 años recién cumplidos, Boateng fue fichado por el Tottenham, pero apenas contó para los entrenadores que le tuvieron a sus órdenes, lo que hizo que cayera en una depresión. "Estaba solo en una enorme ciudad como Londres, no jugaba y todo ello cambió mi personalidad. Abría la boca demasiado a menudo y no aceptaba la más mínima crítica. Me salí del camino y hubo un momento en el que lo único que me preocupaba era ser conocido en los clubs nocturnos y ahogar mi ansiedad gastando grandes cantidades de dinero. Hubo un día en el que me compré tres coches, un Lamborghini, un Hummer y un Cadillac Oldtimer. Todavía tengo 200 gorras de béisbol, 160 pares de zapatos y veinte chaquetas de cuero que adquirí en aquella época y gasté muchísimo dinero en la noche londinense. Reconozco que aquel traspaso me llegó demasiado joven", recuerda.
Tras una breve cesión al Borussia Dortmund, Boateng fichó el pasado verano por el Portsmouth y su trayectoria futbolística se recuperó. Pese al descenso de su equipo, Kevin Prince brilló a gran altura y el hecho de haberse casado y haber tenido un hijo le han dado la madurez necesaria para ser un profesional en toda regla. "Vendí aquellos coches y tengo mucho cuidado con el dinero que gasto. No quiero ser uno de esos jugadores que se arruinan una vez retirados", apunta. Todo marchaba bien para él hasta el fatídico 15 de mayo en el que lesionó a Ballack, se ganó el odio de todo un país y acabó incluso distanciándose de su hermano, al sentirse traicionado y considerar que no salió en su defensa.
Jerome, fichado recientemente por el Manchester City, reconoció antes del Mundial que "en estos momentos no tenemos nada que decirnos, entre nosotros reina el silencio; Kevin es mi hermano y seguirá siéndolo, le deseo lo mejor pero ahora las cosas están así", pero el pasado lunes salió a la palestra para tratar de apaciguar las aguas. "También Kevin es una persona que comete errores. No lo hizo con intención, no quería dejar a Ballack sin Mundial. No puede ser que tanta gente cree páginas webs y se vuelva racista", señaló. La respuesta del Boateng ghanés llegó ayer. "Me da lo mismo si Alemania queda eliminada. Jugamos para ganar. Después de un gol les ofreceremos un lindo bailecito". Por algo es el enemigo público número uno.