Vitoria. "Un abrazo para todos los alaveses desde aquí en lo alto del Annapurna". Con voz ronca y sin fuerzas, Juanito Oiarzabal desataba su euforia desde la cima de la Diosa Madre de la Abundancia. El gasteiztarra reconquistó ayer el coloso nepalí, el décimo monte más alto de la tierra, pero el más peligroso de todos ellos sin lugar a dudas.

No en vano, con sus escasos 8.091 metros es el que más porcentaje de muertes acumula. Hasta el 31 de Agosto de 2004, el Annapurna contabilizaba sólo 137 ascensos... pero también 55 muertes, es decir un 40,15% de coeficiente de peligrosidad. El K2, popularmente conocido como el más peligroso, es el que sigue al Annapurna con un 22,49% (249 ascensos y 56 muertes). Lejos de la montaña asesina, el Annapurna. La montaña maldita por culpa de sus continúas avalanchas y temibles seracs. Por eso, los montañeros rehuyen de él y si tienen que afrontarlo al estar inmersos en la lucha por completar los 14 ochomiles lo suelen dejar para el final. Era la idea de Edurne Pasaban, que por culpa del gobierno chino tuvo que cambiar de planes.

La surcoreana Oh Eun-sun también cerró ayer con su ascensión a la Diosa Madre de la Abundancia las 14 cimas más altas. El Annapurna fue el último. Para Juanito Oiarzabal, en su momento también lo fue. Hace ya tiempo de eso. Mañana se cumplirán once años.

Fue un ya lejano 29 de abril de 1999 cuando el gasteiztarra holló el más peligroso y temido de los ochomiles, completando así los 14. El alavés se convirtió entonces en el sexto hombre en alcanzar las 14 cimas más altas del planeta por detrás del tirolés Messner, el polaco Kukuczka, el suizo Loretan, el mexicano Carsolio y el también polaco Wielick.

Pese a completar entonces los 14 cimas más altas del planeta, Juanito Oiarzabal no se quedó ahí. El montañero alavés tenía ya en esos momentos una espina clavada. Ascender el Everest sin oxígeno artificial, ya que la primera vez que piso el techo del mundo había contado con ayuda extra. Eso no quiere Juanito. El alavés decidió entonces ir de nuevo a por los 8.848 metros de la montaña más alta de la tierra. Lo consiguió en 2001. El decimoquinto. La mitad del reto que se ha marcado. Llegar a los 30.

Y es que como años después siguió acumulando las cumbres más altas del planeta se replanteó tener al menos dos veces los 14. En ésas está. El pasado año se quedó en la cima central del Shisha Pangma (8.030 m). Muy cerca de la cima principal (8.046m). Pese a esta pequeña decepción, Juanito siguió adelante con su reto y este año le tocaba el Annapurna. El temido y peligroso Annapurna.

Pues bien, ayer lo subió por segunda vez, agrandando aún más su leyenda. Junto a Carlos Pauner y Tolo Calafat, el alavés pisó la cima a las 12.15 hora española, ya las cuatro de la tarde hora nepalí. Era su 24º ochomil. El hombre que más tiene del mundo. Con un gran margen sobre sus perseguidores. Lo suyo le había costado.

Buena prueba de ello es que el alpinista gasteiztarra, Pauner y Calafat emplearon 14 horas para alcanzar la cima del Annapurna. Fue un ascenso duro, muy duro. Dejaron las tiendas poco antes de las dos de la mañana y comenzaron un titánico camino hacia la cumbre en el que se tuvieron que emplear a fondo. Fueron de los primeros en salir y les tocó abrir huella. Más carga de trabajo. Por eso sufrieron lo suyo y llegaron agotados a la cima. "Estoy cansado, muy cansado", comentó tras completar con éxito la ascensión al alcalde gasteiztarra Patxi Lazcoz en una conferencia mantenida a través de la cadena Ser. El fuerte viento, con rachas de más de 70 kilómetros por hora, y el intenso frío, con temperaturas de 30º bajo cero, les habían dejado vacíos. "No puedo más. Ha sido muy largo y muy duro", aseguró. Eso sí, Juanito estaba pleno de felicidad. "Estoy en la cumbre, en la cumbre, celebrando el 30 aniversario de la capitalidad de Euskadi", repetía eufórico el gasteiztarra.

Pese a todo, no había mucho tiempo para las celebraciones. El grupo de Oiarzabal, que llegó poco después de Oh Eun-sun, fue el último en hacer cumbre y lo hizo un poco tarde. Eran las cuatro hora local y por eso comenzaron rápidamente el descenso, conscientes de que la noche se les iba a echar rápidamente encima. Con cuidado y completando parte del descenso sin luz, Juanito y Pauner tardaron ocho horas en llegar hasta los 7.100 metros del campo IV tras un agónico descenso y se metieron a descansar en sus tiendas cerca de la media noche local a la espera de Calafat, que venía más retrasado. Hoy esperan proseguir con la bajada hasta el campo base para celebrar la cumbre del Annapurna.