Usobiaga se aleja de la escalada con la bicicleta, que le relaja de su frenética actividad mental, "me sirve para ordenar las ideas", lo mismo que en la cocina y amasando distintos tipos de pan.
Pedales y fogones
Para entrar en trance, justo antes de encararse a la competición, atrona "música chumbeta" en el Mp3 de Patxi Usobiaga. Es un ritual, una liturgia que colecciona cuatro canciones "que me estimulan", pero que cambiará para la próxima campaña. Acudirá a ella tras reponerse de la lesión que padece en el hombro derecho y que rebajó sensiblemente sus opciones, a pesar de ser tratada durante la competición con alta tecnología, de medirse en plenas facultades con los mejores en la última prueba de la Copa del Mundo.
"Ahora la prioridad es recuperar el hombro derecho lo mejor posible y estoy trabajando a fondo para conseguirlo". La dolencia ha virado la cartografía de Usobiaga, que pretendía perderse por las paredes catalanas en días sin reloj, "si un día me despierto a las 2.00 del mediodía no pasa nada", con la autocaravana, su pequeño lujo. Partirá a tocar la piedra, "porque necesito sentirla, es como una droga", durante menos tiempo, pero aún así su plan "es recorrer todo lo que se pueda" a partir de la próxima semana cuando haga el petate para trepar. Amigo de la luz, que le recarga el ánimo, "me gustaría vivir en una primavera continua", el escalador eibartarra argumenta que "no tengo una pared favorita, o un lugar preferido; depende de muchas cosas, no se puede elegir. Lo que si te puedo decir es que en Argentina descubrí unos paisajes increíbles. Cada día tenía algo especial. Fue una pasada".
Está "enganchado" Patxi a la escalada porque es donde su dicha es completa, pero el año pasado descubrió los beneficios de andar en bicicleta como método "para despejar la mente". "Me doy una vuelta y ordeno las ideas. Es como si fuera una terapia", revela el deportista eibartarra.En la misma dirección, en la del relax, sitúa Usobiaga su hábil manejo en el fogón. "Me gusta cocinar, experimentar. Me entretiene mucho y le pongo mucho esmero". De hecho, no le pierde el rastro al recetario catódico de Karlos Arguiñano, al que califica como un "gran comunicador", y se entretiene amasando pan "con una panificadora que me han regalado. Hago varias clases de pan". Tanto mima sus platos Usobiaga que cuando sale a comer fuera le sucede algo curioso: "Pienso que en casa podría haberlo hecho mejor. Pero me gusta compartir una cena o una comida, ése es el motivo".
A Usobiaga también le "motiva" compartir sus pensamientos, descargándolos en el blog de su página web. "Está bien comentar cosas de la escalada, de los campeonatos y esas cosas, pero prefiero contar otras cosas que considero más interesantes o algo diferentes". Cree imprescindible para completar su vida, su ying-yang, voces alejadas de los pies de gatos. "Digamos que me muevo en dos ambientes diferentes, por un lado en el de la escalada y por el otro en el de la gente de la calle, amigos que no forman parte del mundillo y a los que no ves todo lo que quisieras porque la escalada te absorbe mucho, con continuos viajes, y para los que la escalada es algo accesorio. Te animan y te preguntan por esto y por lo otro, pero no es el tema central y se agradece", desgrana.
Su madre, Blanki, también le agradecería a Patxi que abandonara la escalada, la competición. "Me dice que lo deje ya, pero no tanto por el miedo a que me caiga y esas cosas sino por todos los esfuerzos y dedicación que requiere". Pero hasta que ese día, que Patxi "ve muy lejano aún", tanto que no le alcanza la vista ni con una mirada telescópica, Blanki se ha convertido en su mayor seguidora. "Había que verles a ella y a mi padre cómo me animaban en China. Creo que gritaban más que yo", agrega con humor Usobiaga, al que su amor, la escalada, le deja un pequeño jirón en el ánimo. "Hay veces que de tan reventado que acabo por los entrenamientos no puedo jugar con los sobrinos de lo cansado que estoy, y me da un poco de pena porque no puedo disfrutar tanto como quisiera de ellos".