Adriano Ochoa fue el padre de Javier Ochoa. Cuando se fue, Javier apenas tenía veinte años y decidió estudiar enología y dedicarse al vino para hacerse cargo del negocio familiar. Años más tarde nació su primera hija, actual enóloga de la bodega, a la que llamó Adriana en recuerdo de su padre.
Adriana no ha conocido a su abuelo pero lleva orgullosa su nombre. “Un día encontré una vieja barrica en la antigua bodega que debió llenar mi abuelo. Creemos que era una mezcla de moscatel y garnacha. También me han contado siempre que le gustaba hacer vinos que pudiera compartir con sus amigos. Hay muchas fotos de él pasando tiempo con ellos” relata Adriana. Es precisamente una de esas fotos la que protagoniza la etiqueta de un vino que la propia Adriana creo inspirándose en esos vinos guardados por su abuelo y en su costumbre de elaborar vinos para compartir con la cuadrilla.
La Foto de 1938 mezcla 4 variedades; garnacha, graciano, tempranillo y merlot.
Un vino tinto que mezclara variedades, que fuera amable, cercano, que gustará a todo el mundo pero que dejara claro de dónde venía. Así lo imaginó y así lo creo Adriana. La Foto de 1938 mezcla 4 variedades; garnacha, graciano, tempranillo y merlot. Cada una aporta cosas diferentes y todas juntas crean su particular armonía, como un grupo de amigos de toda la vida. El nombre del vino, 'La Foto de 1938', hace referencia a esa imagen que ilustra la etiqueta, una foto de su abuelo con sus amigos fingiendo que arreglan un coche, conservando algo de alegría a pesar de los duros tiempos que les estaba tocando vivir. Una actitud que no deja de ser la que muchas veces tenemos cuando nos reunimos con la cuadrilla a tomar un vino. Todo se lleva mejor si es compartido.
Así es como un vino se convierte en un lazo invisible que une a Adriana con su abuelo
Así es como un vino se convierte en un lazo invisible que une a Adriana con su abuelo, no pudieron compartir tiempo juntos pero parece que han encontrado una formar de hablar y conocerse a través de sus vinos.