Llegan al Azkena Rock Festival con nuevo trabajo. Disaster Songs se hizo realidad hace muy pocas semanas, un nuevo paso dentro de la trayectoria de una banda gasteiztarra que nació como dúo en plena pandemia pero que ahora ya es un consolidado cuarteto.
Antes de que todo se parase, durante un concierto en el espacio Trashville del Azkena Rock nació la idea del grupo. De hecho, con el objetivo de tocar ahí algún día. Esa jornada ha llegado.
Es un sueño cumplido. Siempre ha habido cierta coña con lo de tocar en el Azkena. En realidad, no nos parecía posible. Pero lo vamos a hacer.
¿Cómo será el concierto?
Haremos algo especial, eso seguro. Algo diferente a lo que hemos venido haciendo en los últimos conciertos. La ocasión lo merece. De todas formas, el que quiera saber cómo va a ser, que se venga. Tampoco vamos a desvelarlo todo (risas).
Pero el espacio en el escenario no es muy grande para los cuatro.
Nos va hasta a sobrar. Tenemos una batería muy especial, así que no hay problema.
¿Cómo esperan que salga la gente del concierto?
La gente tiene que decir: ¿pero qué coño acabo de ver aquí ahora mismo?. Eso y tiene que salir muy, muy sudada. Básicamente el Trashville es eso, algo que te deja un poco planchado con una locura. Si quieres algo más normal, para eso están los grandes éxitos que tocan en el escenario grande. Así que lo que buscamos es que el personal salga del concierto frotándose las antenas y que quiera unirse a nuestra plaga.
¿Cómo les llegó la noticia?
Un día nos llegó un correo electrónico diciendo que querían contar con nuestro show. Al principio pensamos que era una broma. Pero resultó que era verdad. A Charly le tuvimos que llamar porque no miraba el móvil y no sabía lo que estaba pasando. Había como 20 llamadas perdidas. Y a Jonathan le pilló en el trabajo y las pocas horas de curro que le quedaban estuvo más que feliz (risas). Era un lunes o un martes y nos fuimos a tomar unas cervezas y unos chupitos para celebrarlo.
Aunque el proyecto viene de antes, lo cierto es que la banda se dio a conocer y publicó su primer álbum en agosto de 2020, en plena pandemia. Todo era y es muy extraño por las circunstancias sanitarias. ¿Cómo han sido estos dos años de locura, en los que además el dúo ha terminado siendo cuarteto?
Al principio estábamos un poco frustrados. Charly y Joel queríamos arrancar y no podíamos porque cada dos por tres nos encerraban o nos quitaban los conciertos. Pero es verdad que nos vino bien ese tiempo para darnos cuenta de los fallos o las carencias que teníamos. Hemos ido puliendo esas cosas. La pandemia nos ha dado ese margen y nos ha posibilitado no estresarnos con el tiempo. Mikel trabajaba en Barcelona y casualidad volvió justo cuando nosotros veíamos que nos venía al pelo tener un bajista. Nos estrenamos con Mikel en Hell Dorado y ahí es cuando pensamos que necesitábamos un batera sí o sí. Y ahí nació Jonathan. Pusimos el huevito y mira (risas). Desde entonces hemos ido rulando el sonido, machacándolo, haciendo bastantes bolos desde que se han acabado las restricciones y sintiéndonos muy felices con lo que está saliendo.
Pero ir acoplando gente cuando un grupo ni siquiera se puede juntar para ensayar ha tenido que ser complicado.
Sí, sí. Y hemos ido grabando cuando hemos podido. A la más mínima oportunidad, ahí hemos estado. Todo lo hacemos nosotros mismos, siempre intentando dar trabajo a los colegas, porque tenemos un montón de gente en nuestros entornos muy capaz. Es cuestión de querer. Por ejemplo, Jonathan entró y esa misma semana teníamos concierto. Vamos, con tiempo (risas). De hecho, fue un concierto en Errekaleor, que fue el primero que pudimos dar sin mascarillas y de pie. Luego aquello volvió para atrás, pero ese paréntesis fue todo un alivio.
Esa es otra, porque este es un grupo para vivir y sudar en directo, por así decirlo, que da sus primeros conciertos cuando todo está en contra de eso.
Ganamos más en directo, todo hay que decirlo (risas). Pero claro, con la gente sentada, con mascarilla y con distancias ha sido una mierda. Ha sido bastante impersonal. Ahora lo estamos viviendo de otra manera muy distinta. La gente te grita Tú a Chernobyl y yo a California, y eso es otra cosa (risas).
¿Cansados ya de que les pregunten o les identifiquen como “los de las máscaras de gas”?
Eso y las hormigas negras. Y dale. ¿No os ahogáis con las máscaras? Pues sí, incluso a veces hay un poco de pota, pero tiramos para delante. Todo por la performance (risas). Es querer hacer algo diferente. Para ser una banda de guitarra, bajo y batería tienes miles. Esto no lo tiene nadie. Y está bien que te identifiquen por algo que has hecho tú. Tenemos varias cosas que son nuestras y ya está, también por el hecho de reciclar cosas para hacer los instrumentos. Y los amplificadores con los que tocamos, son con los que aprendimos a tocar cuando teníamos 14 años. No necesitas un equipo gigantesco para reventar un lugar.
En pandemia hasta dieron un concierto ‘online’ desde la tienda de discos Old Tower Stuff.
Nos pasaba un poco que a la hora de buscar conciertos, no se entendía muy bien la propuesta. Necesitábamos algo para enseñar, para que se viera lo que hacemos y cómo. Le dijimos a Rufo (Roberto López Alducín) y nos dijo que sí al instante. La verdad es que es un vídeo que nos ha ayudado bastante, pero fue más una necesidad que una consecuencia de la pandemia y las restricciones. Bueno, también queríamos pasarlo bien. Y lo hicimos.
Justo a finales de mayo se publicó su nuevo trabajo, ‘Disaster Songs’.
Ahora vivimos en este mundo en el que todo tiene que ser rápido como la comida basura. En ese contexto, la idea de un disco se ha perdido. Son todo singles, vídeoclips, quince segundos y me tienes que captar como una secta porque si no, paso al siguiente. Nosotros íbamos sacando temas sueltos y, de hecho, dos de las canciones que están en este trabajo ya se han escuchado antes. A eso hemos unido cuatro temas nuevos para conformar un disco de zapatilla.
No es, en cuanto al sonido, su propuesta musical muy habitual por estos lares.
Viendo a otros grupos de folk punk y otros estilos parecidos a lo que hacemos nosotros en festivales fuera te das cuenta de la caña que se puede llegar a dar con un banjo, un contrabajo tradicional y una guitarra eléctrica totalmente distorsionada. Ahí fue cuando Joel, que llevaba tiempo con la idea de montar algo así, y Charly se encontraron y en cinco minutos se entendieron. Luego, eso sí, tenemos problemas porque no encontramos a nadie con quien tocar (risas). Ese es un gran problema porque no pegamos con nadie, pero bueno. El folklore vasco, con la triki y el pandero, es demasiado alegre y nosotros queremos otra cosa.
Hombre, ahí tienen un reto.
(Risas).
Además de ese sonido entre el folk americano y el horror punk, están unas letras que van más allá del ‘mueve el culo’ que predomina ahora.
Nunca quieres entrar en temas políticos ni nada. Buscas hacer una música muy blanca y no hay nada más blanco que la Serie B, que siempre ha sido eso: terror más comedia. Tampoco es tan complicado hacer letras. Te inventas una historia como una película de terror. Lo que pasa es que las canciones que más han triunfado las hemos hecho en cinco minutos. Son historietas de terror.
Pasará el ARF y ¿cómo viene la agenda teniendo en cuenta la sobresaturación de conciertos que hay ahora?
Tenemos el concierto del Azkena y otro después pero tras eso hemos decidido tomar un pequeño descanso. Claro, llevamos desde febrero tocando y necesitamos descansar un poco las antenas y volveremos cuando se pase el calor infernal, que con las máscaras tampoco nos viene mal (risas). Es curioso, sacamos un disco y nos vamos de vacaciones.
Dadas las circunstancias, lo cierto es que han conseguido también salir bastante de Euskadi para tocar. ¿Cómo les reciben?
Igual que aquí, la gente se pregunta: ¿pero qué es esto? (risas). Y luego, en realidad, las canciones no son tan oscuras. Lo nuestro es bastante bailongo. Intentamos buscar, de todas formas, salas y espacios que sabemos que pueden ser afines, donde puede haber un público al que le puede gustar este rollo. Sitios un poco oscuros donde les vaya la tralla.
¿Esperan que el hecho de pasar por el ARF les sirva para abrir más puertas?
Debería ser así. Es un escaparate muy bueno con un público a nuestra medida, al que le gusta lo diferente. Esperamos y queremos que nos sirva para dar un paso más. Poner que hemos tocando en el Azkena en nuestro currículum es necesario. Vamos a poder llegar a gente que no nos ha visto todavía pero a la que sabemos que le puede gustar lo que hacemos. Igual alguien descubre que le gustamos. No dejamos de ser una banda que acaba de nacer, además en una pandemia. Dejarse ver ahora nos cuesta, es difícil hacernos hueco tal y como está todo, y el Azkena Rock es más que una oportunidad.
Tocar en casa con los colegas en primera fila, ¿no?
Nos odian ya. ¿Otra vez a veros? (risas).