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Festival de Jazz: la necesidad de subir el listón

El certamen cierra una cuadragésimo octava edición sin sorpresas, ni para lo bueno ni para lo malo

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Instalado en la normalidad. La cuadragésimo octava edición del Festival de Jazz de Gasteiz ya descansa tras seis días de actividad en los que todo ha transcurrido más o menos como se preveía. Ni esta entrega va a pasar a la historia gracias a momentos memorables y actuaciones para recordar, ni se han producido problemas irresolubles o actuaciones para olvidar. El certamen de la capital alavesa presentaba un cartel sin excesos y de perfil medio, y así es como ha ocurrido todo.

La cuestión, a partir de ahí, es si esto es suficiente teniendo en cuenta el peso del pasado del evento. Si la respuesta es que sí –también asumiendo las posibilidades económicas de la propuesta a día de hoy–, solo hay que ir repitiendo la fórmula. Porque la realidad es que el público ha respondido de manera sostenida a cada cita tanto en Mendizorroza como en el Europa, y los músicos, salvo una excepción, han cumplido con lo que se esperaba. 

Pero si la contestación es que no, y debería serlo, es el momento de subir el listón. Primero, porque se corre el peligro de que el certamen de la capital alavesa pase de ser una cita referencial a un festival más de los muchos que se producen en otros puntos peninsulares. Segundo, porque la ausencia de las nuevas generaciones entre los espectadores ha sido este año llamativa. Hay que trabajar el relevo. Tercero, porque el propio festival ya venía abriendo una serie de nuevos caminos en los últimos años y es necesario, para que de verdad se asienten, mantenerlos en el tiempo.

El público ha respondido mejor de lo que se esperaba al cambio al Europa, disipando las dudas sobre la elección del recinto

Contentar a todo el mundo es imposible. Hacer milagros cuando no se tienen las posibilidades económicas de otros o de otros tiempos, también. Acertar siempre es una quimera, igual que intentar que todo salga al milímetro tal y como estaba planeado. Y sería un error no saber valorar todo lo bueno que ha ocurrido estos días. Pero igual de malo, o incluso peor, es caer en la autocomplacencia, pensando que todo ha sido un éxito y que, como se han superado por poco unas expectativas moderadas desde el inicio, las cosas están como deberían.

Los sonidos

La gran novedad de este año ha sido el uso del Europa como escenario alternativo al cierre por obras del Principal. Con sus pequeñas y lógicas fluctuaciones de una jornada a otra, el público ha respondido sin problemas al traslado a un edificio ya de sobra testado por la Banda Municipal de Música de Vitoria en su temporada de abono.

Público en el exterior de Mendizorroza durante el concierto de clausura de esta edición.

Sumrrá ofreció aquí el mejor concierto, sin perder de vista a Move. Eso sí, la más aplaudida y ovacionada fue Sarah Hanahan, lo que no deja de ser curioso teniendo en cuenta que se presentó en Vitoria sin sus músicos y no tocó nada de material propio. Ella fue la excepción porque había mucha expectación por verla con su propuesta, pero no pudo ser.

En Mendizorroza pasó lo esperable. Es decir, Kenny Barron tocó como nadie, Jose James se mostró en su mejor momento y Toquinho ayudó al certamen a hacer caja. Es decir, dentro de la normalidad, salvo por el paso de la Clasijazz Big Band, una apuesta que, por encima de cualquier otra cosa, hay que agradecer al festival.