“El público sabe que sales de un concierto de Patáx más feliz que cuando entraste”
Con casi todo vendido en Vital Fundazioa Kulturunea, Patáx regresa este viernes a la capital alavesa
Es imposible resumir en pocas palabras todos los sonidos que llenan el proyecto de Patáx. Hablar de fusión es quedarse corto. Así lo va a volver a demostrar el proyecto de Jorge Pérez en su nueva visita a la capital alavesa. En concreto, el concierto se va a producir este viernes a partir de las 20.00 horas en Vital Fundazioa Kulturunea, donde casi no quedan entradas a la venta. Hay que darse prisa si se quiere disfrutar de la actuación.
Volver y hacerlo con el cartel de ‘completo’ casi ya colgado es...
–Va a ser un fiestón importante, eso sin duda. En Vitoria, la gente ya nos conoce. Hemos estado tanto en el Dazz como en el Festival de Jazz y el público sabe que sales de un concierto de Patáx más feliz que cuando entraste.
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En su última visita, el escenario era al aire libre, en el parque del Prado. Ahora vuelven a un auditorio con el público sentado. ¿Eso lleva a que la propuesta sea diferente?
–A mí casi me gusta más esta última opción porque el reto es que en un sitio donde la gente está sentada, todo el mundo acabe de pie (risas). Patáx está en un lugar intermedio entre una banda de fusión y de jazz que se escucharía perfectamente sentado, y un grupo de música afrocubana y funk con el que molaría estar de pie. Estamos ahí, encajamos en los dos entornos.
Esta vez, el público escuchará...
–El repertorio está basado en el último disco de Patáx, que se llama Us. Es principalmente música propia con algún arreglo de algún temazo del pop como el Kiss de Prince. También para la gente que nos sigue desde hace tiempo y que es fan de nuestros tributos como el de Patáx Plays The Beatles y el de Patáx Plays Michael vamos a tocar un par de temas de cada uno. No puede faltar un Billie Jean, ni tampoco un Eleanor Rigby.
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Una formación viva
Es Patáx una formación que tiene a Jorge Pérez como eje, pero que, más allá de esa constante, es un ente vivo.
–Es una buena forma de verlo (risas). Es como el Rayo Vallecano. Siempre es el Rayo pero siempre la alineación va cambiando. A veces saco más delanteros o más defensas. En plantilla tengo ahora mismo a tres bajistas, tres pianistas, tres cantantes... y según el repertorio, el momento y la disponibilidad, voy tirando de unos y otros. Es que se ha llegado a hacer el show de Patáx sin el director, sin mí. El concepto va más allá de la suma de los miembros. De hecho, tenemos en el horizonte un festival en Lituania a la vez que otro en España. Se hacen el mismo día los dos. El repertorio y el show es el mismo. Es un poco el concepto del Circo del Sol o de Mayumana. No hay ningún problema.
Libertad es una palabra que define bien al grupo, pero siempre dentro de un orden, ¿no?
–Sí, sí. La libertad está basada en el rigor. Lo más difícil para montar este proyecto es dar con gente capaz de tocar esto y que parezca fácil. Un músico de Patáx tiene que controlar música brasileña, cubana, flamenca, soul, funk, rock... pero bien, no un poquito para salir del paso. Y tiene que saber improvisar, claro. Pero una vez que esa gente lleva sus 25 años batiéndose el cobre con estos estilos, da gusto escuchar a la banda porque le sale fácil.
Disfrute y trabajo
Lo hacen pasar muy bien, pero ¿y en el escenario, cómo se lo pasan ustedes, que, al fin y al cabo, están trabajando?
–No, no, el trabajo es la furgoneta, la prueba de sonido y la vuelta a casa al día siguiente. El escenario es festejar que estamos vivos y que somos unos afortunados por hacer lo que más nos gusta. Las dos horas de concierto no las veo como trabajo.
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Son diferentes los estilos que confluyen en el sonido del grupo. ¿Requiere mucho trabajo de arreglos y demás el hacer que todo suene de manera coherente?
–Justo ahí está el reto. Patáx consiste en eso, en la fusión de muchos elementos. Si eso lo haces regulero, el ridículo es grande. Soy un afortunado que he podido estudiar sin limitación y cuando compongo de una manera honesta, me salen los elementos que llevo en la mochila.
¿Pero tiene preferencia por algún estilo?
–Es como si me preguntar a cuál de tus hijos quieres más (risas). Siempre me ha parecido que los estilos son como ingredientes en una cocina. En muchos casos, es una simplificación innecesaria tocar una canción en un mismo estilo. En mi cocina tengo ingredientes diferentes y me gusta fusionarlos. Creo que en cada momento, un ingrediente determinado puede potenciar más una parte de la receta o de la canción, por así decirlo. Ningún tema de Patáx responde a un mismo estilo de principio a fin. Yo no he nacido ni en Cuba, ni en Nueva Orleáns, ni... yo he nacido en Vallecas, pero cuando me ha atraído algo, lo he conocido y estudiado, y me he ido a los sitios de origen. No es casualidad que toque estos estilos. Es que me gustan, me motivan y, además, los conozco.
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¿2025 no parar de tocar o hay pensado ir al estudio?
–Pues mira, el 25 de octubre tenemos una fecha muy importante. Vamos a tocar en la sala Joy Eslava para más de mil personas y la idea es grabar era noche en directo. Así que de estudio nada, grabaremos un disco en vivo, con el público delante y sálvese quien pueda. El riesgo, el reto y la adrenalina apetecen.