Sin casi huecos en la agenda de conciertos, Anna Dukke regresa este sábado a la capital alavesa para desgranar una propuesta marcada por el rhythm and blues, el góspel, el delta blues, el rockabilly... El encuentro en Hell Dorado se va a producir este sábado a partir de las 13.00 horas, quedando todavía alguna entrada disponible.
A la hora del vermú se le pilla al público...
–Pues responde mucho mejor que por la noche, la verdad. A la noche, la gente está muy dispersa (risas). Al mediodía, ese mismo público te responde mucho más. Si a mí me dan a elegir, siempre escojo actuar en sesiones de vermú o de tardeo.
Vuelve con ‘Black Honey’ bajo el brazo. La agenda de conciertos con este nuevo trabajo asusta nada más verla. No para.
–Pues a mí me parecen pocas fechas para lo que me gusta cantar (risas). Cantar es lo que más feliz me hace. Es mi medicina. Si fuera por mí, tocaría todos los días de la semana. El año pasado, me dediqué solo a la música pero en este 2024, por ansias, me he metido también en otra historia y no doy de mí. Lo que hago no implica solo salir y tocar. Hay que componer, ensayar, organizar la banda, hacer booking y redes sociales... A nivel en el que estamos, es incompatible con otras cosas.
Eso a pesar que hay que intentar sacar una carrera adelante en plena pandemia.
–Lo de la pandemia fue estrategia mía para empezar a cantar. Yo ya sabía que iba a venir el covid (risas). No, ahora en serio, a mí me vino bien la situación porque conseguí salir de Granada, que es una ciudad que engancha y en la que yo llevaba ya siete años. Además, pensé: si la gente está encerrada y tiene el móvil en la mano, yo voy a darle contenido. Empecé a grabar vídeos haciendo una música que llevaba ya años cantando. En 2013 tuve mi primera banda de rhythm and blues en Tomelloso, por ejemplo. Así que me encontré con que era el momento ideal para generar contenido y así lo hice.
A futuro
Ahora no para de actuar dentro de un camino musical que le gustaría que fuera hacia...
–No se puede decir, que eso trae mala suerte (risas). Como solo tenemos una vida, hay que hacer lo que te gusta y ser feliz. Así que, sinceramente, me gustaría que la música me llevase por toda Europa.
Bueno, en Francia ya ha estado actuando y en breve va a Italia.
–Sí, sí, el próximo mes. Y me gustaría vivir bien de la música. Ojalá pudiera comprar una buena casa, que es el sueño de cualquier joven de mi generación. Pero soy muy supersticiosa y prefiero no decir más, que luego... (risas).
Lo cierto es que va subiendo peldaños en un mercado en el que lo que toca Anna Dukke ni de lejos está en boga ni presente en los medios de comunicación.
–No es fácil hacer el camino, eso es verdad. Se dice: vale, esto no está de moda. Y así das por hecho que la gente joven no va a participar. Pero luego siempre ves que viene gente joven a los conciertos. La cuestión es ir poco a poco. No hay que rendirse pensando que la música que haces no está de moda. No puedes pensar en dejarlo o en hacer otras músicas. Ni quiero ni puedo. Además, el legado tiene que continuar. Vale, haciendo lo que hago, sabes que igual siempre vas a tener un público reducido. Y eso tampoco es así. Mira, el fin de semana pasado estuvimos tocando en Cáceres y aquello estaba a reventar. Había gente de todo tipo, incluso algunos con su peques. En cuanto a lo que decías de los medios de comunicación, yo lo que veo es que ahora enciendes la radio y todo el rato escuchas lo mismo. Cuando yo era pequeña, podías escuchar rock, pop, flamenco, algo de electrónica... Ahora es Sota, Caballo y Rey, encientes y reggaetón; cambias y más reggaetón. De vez en cuando se cuela algo de pop y vale. Cuando he estado en Estados Unidos, tú enciendes la radio y puedes escuchar de todo, desde el trap hasta el country.
En el estudio y en directo
Volviendo a su trayectoria, cualquiera que haya visto a Anna Dukke en directo pensará que usted en el estudio tiene que pasarlo mal, ¿no?
–(Risas) Es que soy muy nerviosa. Es verdad que a mí el estudio ni fu ni fa. Hay que hacerlo, eso es así. Pero se me hace aburrido. Aún así, yo tengo la suerte de contar con un estudio al lado de mi casa, aquí en Ciudad Real. Lo lleva Luis Pérez Luque. Allí vamos, grabamos en cuatro o cinco horas y nos vamos, no sin antes hacernos unas gachas (risas). Es todo más dinámico.
Pero con toda la energía que derrocha en los directos, tiene que acabar agotada.
–Un poco, sí (risas). Es que me vacío. Es una hora y cuarto en la que soy muy feliz, en la que me estoy curando de todo.