La “revistucha contumaz cocinada en Euskadi” las ha vivido de todos los colores a lo largo de los últimos 37 años. Ha llovido lo suyo desde aquel 4 de junio de 1987 cuando TMEO lanzó su número 0, que llegó desde Pamplona a Gasteiz un par de días después en un autobús de línea regular. Con los ejemplares bajo el brazo, Simónides, Mauro Entrialgo, la Jesusa y Kini se fueron a la plaza del ganado (el actual Buesa Arena) ya que tocaban La Polla, Quemando Ruedas, Kortatu y Vómito. Es decir, había mucho público potencial para empezar a vender. Hasta hoy, Joaquín Delgado, junto a Fe, no solo se ha encargado de aportar su arte como Kini, sino también, desde su local en la calle Herrería, de sustentar la gestión y administración de la veterana publicación.

¿Cómo que se jubila? Un historietista no puede hacer eso, ¿no? 

–(Risas) Bueno, me jubilo de las labores extra-artísticas. Me jubilo del almacén, de la tienda online y todas esas cosas. Seguiré en el consejo de redacción, mandando las colaboraciones que hago a medias con Piñata y con alguna otra historia. Pero ha llegado el momento de dejar los cargos, por así decirlo, reconocibles. 

“A no ser que llegue la Inteligencia Artificial y nos de la puta patada sacando un TMEO mejor que el nuestro, creo que la historia seguirá”

Deja un trabajo que no se ve pero que es fundamental. 

–Sí, sí. Cada número de TMEO es un proceso. Tiene que haber un coordinador, un maquetador, alguien que pastoree a los dibujantes... Me acuerdo en la época analógica cuando las colaboraciones llegaban en sobre por correo postal. Ahora es un click y, sin embargo, hay que seguir estando encima de los dibujantes para que manden de una vez sus piezas (risas). Tiene que haber un repartidor, alguien que esté al tanto de los suscriptores, alguien que... 

Ese trabajo en la trastienda tiene que ser farragoso. ¿La jubilación es una liberación?

–Bueno, sí. Tengo una sensación entre pena y otra de alivio. Tiendo a ser lo contrario a una persona tranquila. Me estreso con todo (risas). En ese sentido, ha habido épocas de TMEO que las he llevado fatal. Esta última temporada ha sido más asumible. Me había fabricado, por así decirlo, una zona de confort en la que llevar todo de una manera un poco más cómoda. Pero todo el peso de lo anterior, se nota. Estaba percibiendo cierto desgaste y cansancio. Por eso creo que era buen momento para dejarlo. Aunque no lo puedes hacer de hoy para mañana, ha llevado su proceso porque TMEO implica un meneo importante. Igual que con la parte de Fe, que entró un día para echar una mano y, bueno, se lió (risas). Yo ahora estoy en periodo de adaptación. Son dos los repartos que ya no he hecho pero como sigo en el local archivando materiales y demás, estoy como despistado.

Toca recoger... 

–Sí, sí, es que son muchos años de guardar TMEO y números agotados, carteles, montajes de publicaciones, plumillas, gomas Milan, rotuladores, fanzines de intercambio con otras publicaciones... (risas). Llevo tres meses y medio recogiendo y lo que queda. Es que llevo 40 años metido en este agujero y, claro, cajón que abres, cosas que te encuentras. Desde discursos de Rabo hasta propuestas para cambiar el número de páginas... aquí ves desfilar los 37 años que llevamos.

¿Cree que TMEO ha aguantado bien el paso del tiempo? 

–Sí, lo ha aguantado bien. También teniendo cicatrices, eso es así. Hemos pasado, por ejemplo, de tiradas de 7.000 ejemplares en los años 80 a 2.000 y pico ahora. Hemos pasado la crisis económica de 2008. Bueno, y una pandemia. De hecho, en su momento pensamos que si sobrevivíamos a la pandemia, nos tendrían que estudiar en alguna universidad. Pues aquí estamos (risas). La revista sigue viva y ese es el mejor indicativo de que ha aguantado bien el paso de los años. Pero no es el único.

“Me queda la sensación de trabajo bien hecho dentro de las posibilidades y de mis capacidades. Nos hemos echado unas risas”

¿A qué se refiere? 

–TMEO se creó para tener una tribuna. Había, en su momento, una serie de gente dedicada al dibujo que tenía mucho futuro, personas que hoy están absolutamente consolidadas pero que en ese instante no encontraban un hueco en la oferta que había en el mundo del cómic. En TMEO encontraban ese espacio de libertad para hacer lo que les daba la gana. Ese objetivo hoy se mantiene. Mauro Entrialgo, por ejemplo, puede colaborar con tal medio en el que, seguramente, no puede hacer determinada historieta que aquí sí tiene cabida. Al mismo tiempo, seguimos incorporando nuevas firmas, gente joven que está empezando, como cuando nació este proyecto. 

Kini Alex Larretxi

Hoy se puede conseguir la revista de manera virtual en formato pdf. ¿Aguantará el papel o...? 

–Como dice Mauro, existiremos hasta que exista gente que nos lea. A no ser que llegue la Inteligencia Artificial y nos de la puta patada sacando un TMEO mejor que el nuestro, creo que la historia seguirá. ¿También en papel? En su momento, hubo mucha gente que habló de que los blogs y demás iban a terminar con las publicaciones de cómic en papel. No ha sido así. Es más, la experiencia de los años me dice que la gente sigue prefiriendo el papel.

Hay quien dice que en los años 80 había más libertad que ahora para reírse de todo. ¿Se nota menos libre para descojonarse de cualquier cosa? 

–En absoluto. No. Quizá sea una de nuestras señas de identidad. Cuando me pongo a hacer chistes con Piñata, no reparo en sí hay menos libertad o no. Creo que hay la misma o más. En aquellos años nos reíamos de la ETA, la monarquía y otras cuestiones que, hasta tiempos de Vaya Semanita, no se trataban desde el humor. Si salimos vivos de aquello, ¿ahora qué puede pasar? (risas). Es verdad que entonces a los ofendiditos no se les escuchaba ni se les veía como ahora. 

¿Nos tenemos que reír de todo? 

–Sí. Las cosas con humor se interiorizan de otra manera. La realidad de este mismo momento te supera. Por mucho que nos riamos no llegas al nivel de la actualidad, que es mucho más escabrosa que cualquier chiste que puedas hacer. A veces no te queda más remedio que el exabrupto. Si puede ser gracioso, mejor. Nos tenemos que reír de todo porque la realidad nos supera.

Kini en su estudio de la calle Herrería Alex Larretxi

En la revista siempre se ven firmas nuevas. ¿Nota relevo generacional? 

–Sí, sí. Pero no solo noto ese relevo, es que veo coincidencia con el espíritu de la trayectoria de TMEO. Es más, antes que me comentabas el tema, nos estamos encontrando con gente que llega nueva y quiere verse en papel. En su día, cuando estábamos los dinosaurios en todos los lados, aparecieron los Roger, Furillo, Ata, Abarrots... y ahora siguen apareciendo nuevas firmas. 

¿Y entre el público? 

–Esa es la eterna pregunta (risas). En los suscriptores sigue habiendo un público muy variado, desde gente joven hasta los dinosaurios como yo. Hace dos o tres años que no vamos a la Azoka de Durango, pero ahí también teníamos un termómetro y venían muchos chavales.

Mientras ha preparado cada número, seguro que se ha cogido mil cabreos. Pero, ¿se ha sorprendido alguna vez riéndose? 

–Muchas veces (risas). Hasta en el último TMEO. Cuando recibo cada número, tengo mi propio ritual. Me vengo a la parte de atrás del local, me enciendo un cigarro y me leo el resultado final de un trabajo que he conocido durante todo el proceso de producción y maquetación. Ha habido veces que he pensado que habíamos hecho un truño importante, y al verlo después, decir: ni tan mal. Y he tenido muchas ocasiones de reírme y mucho con chistes que, en realidad, ya conocía porque los había visto en el proceso. 

Lo de los 37 años se dice pronto, pero... ¿Cuando salió el número 0, alguien se imaginaba que esto podría durar tanto? 

–Ni de coña (risas). Me acuerdo cuando nos presentamos en la plaza del ganado con todo el mundo en aquel famoso concierto y la gente nos preguntaba: ¿pero qué cojones vendéis ahora? (risas) Es que yo tenía pelo, Simónides ni te cuento y Mauro una melena de la leche. Estábamos con el subidón de la revista. Además, vendimos las dos cajas. Pero nadie se imaginaba que esto iba a durar tanto. De hecho, yo pensaba que algún día iba a sentar la cabeza. Pero mira. El primer número que hicimos ya en Vitoria fue el 20 y ni siquiera ahí, pensaba en que esto iba a funcionar 37 años. 

¿Qué cree que aporta TMEO? 

–Desde dentro, a mí me aporta, para empezar, amistad. Es que esta gente es casi como mi familia. Además, se aporta a sí misma, es decir, una revista satírica de aquí. Nos siguen llegando incluso cartas físicas de gente agradeciendo la existencia de TMEO. Pues por gente como esta seguimos en la brecha. Y no te hablo solo del País Vasco.

El camino se ha reconocido en citas como el Salón del Cómic de Gexto o el Salón del Cómic de Barcelona. ¿Pero la revista se siente valorada? 

–Buena pregunta. ¿Te refieres institucionalmente?

Sí. 

–Pues no mucho la verdad, para qué nos vamos a engañar. Sí hay un interés por parte de los archivos, como el municipal de Vitoria o Sancho el Sabio. Pero fuera de eso... Seguramente tiene que ver con el hecho de que somos unos quinquis (risas). Claro, es lo que tiene que hacer una portada antes de las elecciones del pasado domingo con el lema Koldo lehendakari. Algo sí que nos conocen, pero bueno.

Me decía que después de 37 años, TMEO le ha aportado una familia y... 

–Después de este tiempo me queda una idea clara: por favor, cuánto estrés pero qué bien me lo he pasado (risas). He podido dedicarme a lo que quería. Me queda la sensación de trabajo bien hecho dentro de las posibilidades y de mis capacidades. Nos hemos echado unas risas, la verdad. Eso es lo más importante.

Bueno, y que se habrá forrado. 

–Ya, ya (risas). También te digo que han sido 37 con sus disputas, historias y desavenencias, como en cualquier grupo humano. Eso pasa siempre. Hemos tenido nuestras diferencias por cuestiones editoriales, económicas, personales... Eso también me lo llevo, no te creas (risas). Pero ha merecido la pena, por lo menos para mí sí.