Mientras otros se afanan en coleccionar polémicas políticas varias gracias a sus declaraciones, Albert Pla sigue a lo suyo. Lo hace como actor, faceta en la que le están llegando ahora varias nominaciones gracias a su papel en La Mesías. No es la última producción en la que ha participado de un tiempo a esta parte, puesto que también ha estado en la nueva película de Rodrigo Cortés, Escape, y en la secuela de El Hoyo, de Galder Gaztelu-Urrutia. Pero el escenario le reclama y en este arranque de 2024 sigue dando pasos firmes con su última gira, Rumbagenarios. La cita con el público gasteiztarra es este sábado en la sala Jimmy Jazz, donde todavía queda alguna entrada disponible.
Siempre inquieto y con algo nuevo, aunque en esta ocasión y con esta gira, hay cierta mirada al pasado.
–Son canciones bien antiguas a las que miramos de otra manera. Es cierto que me gusta mucho variar en los espectáculos, hacer propuestas con formatos muy teatrales. Si voy solo, prefiero que la gente esté cómoda, sentada, sin otra cosa que hacer. Pero hacía años que tenía ganas de que la gente, más que escuchar, fuera más a cantar, a tomarse unas cervezas y a divertirse.
En las salas de conciertos, el Albert Pla espectador es más de primera fila, de barra, de estar al lado del técnico de sonido...
–(Risas) Soy de los revueltos.
Regresa pero lo hace muy acompañado, en contra de lo habitual en otras ocasiones.
–Con Diego Cortés hace muchos años que trabajo. Nos conocemos muy bien. Y con Judit Farrés también hace años que trabajo, pero llevábamos un tiempo que solo podíamos hacer producción y arreglos con ella. Tenía muchas ganas de subirme al escenario con ella y salir con Diego a algo más que improvisar. Y con las niñas, todo lo que son las palmas y las voces, nos gusta mucho. Es un año de gira para disfrutar, creo.
¿Está desatada su alma rumbera?
–En este espectáculo, bastante. Hombre, alma rumbera, rumbera... todo lo que yo puedo ser de rumbero. Mis conocimientos sobre la rumba son bastante precarios. Eso sí, la disfruto como un enano.
Da igual que sea música o teatro, pero el escenario es para usted como estar como en casa. Eso sí, son ya unos cuantos años. ¿Qué le sigue ofreciendo para siempre querer volver?
–La inercia. Mi vida. Siempre ha sido así. Los fines de semana me voy de bolo. Es mi manera de ganarme la vida y la forma en la que yo puedo explicar y enseñar las mil cosas que hago. No podría dejar de pensar cosas, aunque quisiera. Y necesito subirme al escenario. Es que es un lugar estupendo para mí.
¿Y se sigue aprendiendo en él?
–¡Joder, claro! Es que ahí está la gracia del escenario. Por muchas cosas que hagas sobre él, siempre estarás desaprovechando algo, siempre hay algo nuevo que poder disfrutar y aprender.
Este concierto le pilla entre ceremonias de entregas de premios en las que usted está nominado por el trabajo en ‘La Mesías’. ¿Un poco esquizofrénico?
–No. Siempre he hecho mis pinitos. Cuando alguien me propone algo interesante o es un buen amigo, siempre me gusta meterme en los líos de los demás. Como te decía, yo trabajo los fines de semana y el cine acostumbra a ser entre semana, así que es compatible.
Cualquiera que vea la serie se acordará de aquel cura que hizo Albert Pla para el director vitoriano Juanma Bajo Ulloa en ‘Airbag’.
–Sí, tienen tendencia a darme papeles de curas esquizofrénicos, travestis bipolares y asesinos en serie. No acabo de entenderlo porque siempre he querido hacer de galán.
Pero su ámbito es la música. ¿No se siente extraño ante la cámara?
–La cámara me gusta muchísimo, me la tomo como unos ojos que me miran fijamente.
¿Se suele ver?
–Sí, sí. Me siento muy cómodo, no me produce ningún apuro ni nada por el estilo.
Ahora que estamos al inicio del año, ¿planes para este 2024?
–Vamos a seguir con los conciertos como el que nos lleva a Vitoria. Hay alguna otra cosa esperando. Bueno, un montón, como siempre. Pero yo estoy tranquilo. Estoy acostumbrado a tener la agenda llena (risas).
A lo que no está, por lo menos eso parece desde fuera, es a las alfombras rojas que le tocan ahora con los premios y demás.
–No van conmigo. Son sitios sosos en los que no sé qué hacer.